Un caso de hace nueve años retorna a la actualidad como símbolo de lo torcido y lo derecho; y también como la clave para descifrar (que no es lo mismo que comprender) a un político en sus palabras y sus vueltas.
¿Recuerdan el caso de las Brujas de Cachiche? Sucedió en octubre de 2011, durante los primeros meses del gobierno de Ollanta Humala. Se mantuvo en la oscuridad hasta que IDL-Reporteros lo sacó a luz en la nota ‘Cosas de brujas’ que tuvo gran resonancia en su momento. Léanla de nuevo, porque no ha perdido nada de su interés, ni de su actualidad.
En resumen apretado, se trató de lo siguiente: el general PNP Guillermo Arteta, jefe en ese tiempo de la dirección territorial de Lima Norte, fue convocado por el entonces jefe de la Región Sur, general PNP Raúl Salazar (luego jefe de la PNP) a una cena en el restaurante Brujas de Cachiche, con el entonces casi flamante segundo vicepresidente de la República, Omar Chehade.
En el restaurante encontró a Salazar, acompañado por otro general PNP, Abel Gamarra. Estaba también Chehade junto con su hermano Miguel. Luego llegó alguien más, Miguel León, que fue identificado como amigo de los Chehade.
Al término de la cena, Omar Chehade se levantó, dijo que tenía otro compromiso y se fue. De inmediato vino la propuesta para Arteta.
Miguel Chehade le pidió su apoyo para efectuar un operativo de desalojo a fin de que el grupo Wong tome el control de la azucarera Andahuasi, entonces bajo la administración de sus trabajadores. Los Chehade, sugirió Miguel, representaban los intereses de los Wong. Andahuasi se encontraba en el área de comando de Arteta.
Sorprendido, pero habituado a las reacciones rápidas, Arteta dijo que esa operación, que exigiría una cuidadosa preparación previa y el empleo de miles de policías, solo podía realizarse después de recibir una orden judicial en ese sentido.
A los pocos días, llegó Miguel Chehade al cuartel de Arteta, en el Potao, y le entregó a este un sobre manila donde, dijo, estaba la resolución judicial. Arteta la leyó y vio que el texto no tenía ni fecha ni firma del juez. El jefe policial le dijo de inmediato que el documento no tenía valor, que él solo aceptaría una resolución judicial auténtica, debidamente firmada y entregada a través de la línea de comando de la Policía.
Dos días después, el general Arteta fue abruptamente pasado al retiro. Terminó así una carrera notable en la que el aguerrido oficial había puesto más de una vez su cargo en juego, al resistir presiones políticas, como le sucedió en Trujillo, bajo el gobierno de Alan García. Ahí, su acción para mejorar la seguridad ciudadana le ganó prestigio, apoyo popular y la atención de César Acuña. Cuando, por no permitir influencias indebidas en su trabajo policial, Arteta fue bruscamente cambiado por el gobierno de Alan García, la gente se movilizó en su respaldo y el entonces alcalde, César Acuña, expresó públicamente su apoyo a Arteta.
Luego de pasar al retiro, por no haber aceptado ejecutar en forma corrupta una acción policial de desalojo, Arteta fue eventualmente contactado y contratado por César Acuña, para hacer un Instituto de Seguridad Ciudadana en la Universidad César Vallejo. Arteta se hizo militante del partido APP, de Acuña, y pronto formó parte del comité nacional del partido.
A fines de octubre de 2019, Arteta se enteró por los medios, del flamante candidato que encabezaba la lista de APP en Lima para el Congreso: Omar Chehade.
Aquel notorio privado de las Brujas de Cachiche se reencarnaba en APP. Solo que el cacique del partido, antaño profeso admirador de la integridad de Arteta ahora se sentaba en el lado de Chehade en aquella mesa proverbial que enfrentó a corruptos poderosos con un policía honesto.
Arteta no perdió tiempo en reaccionar. El 5 de noviembre envió a Acuña una carta en la que renunciaba irrevocablemente al partido.
“No puedo aceptar” escribió, “por mi formación disciplinada, que determinados personajes ligados al quehacer político se encuentren comprendidos en la postulación a cargos públicos, más aún a sabiendas que estuvieron comprometidos en casos de corrupción y lo que llama aún más la atención [es] que el partido tiene un compromiso de enfrentarla y combatirla en todas sus formas”.
Acuña no contestó la carta y Arteta no lo volvió a ver.
Chehade fue electo al Congreso y terminó nada menos que como presidente de la Comisión de Constitución.
Luego se convirtió en uno de los principales promotores de la vacancia del presidente Vizcarra junto con otro congresista de notorio pasado: Edgar Alarcón, presidente de la comisión de Fiscalización.
¿Qué llevó a Acuña a ese cambio radical, no solo en el espectro político sino en el ético? IDL-R buscó al general PNP (r) Arteta, hoy gerente de seguridad ciudadana de San Juan de Lurigancho para conocer su versión de los hechos. Aquí están sus declaraciones.
Da la impresión de que Arteta tendría a estas alturas más fe en un billete de trece soles que en la palabra de Acuña.
¿Cree en ella Vizcarra?
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