Como se sabe, en la pintoresca colección de apodos que Odebrecht asignaba a sus sobornados, el de José Miguel Castro, ex gerente de la municipalidad metropolitana de Lima bajo la gestión de Susana Villarán, era uno de los más recordables. ‘Budian’, un pez cuyo perfil parece haberle hecho gracia a muchos, menos al propio Castro.
Que se sepa, los peces, a diferencia de la operática ballena Willie, no suelen cantar. Y, por eso, cuando José Miguel Castro se acogió a la colaboración eficaz el 1 de junio pasado y renunció además a la reserva de su identidad, el apodo de ‘Budian’ empezó a hacerse problemático. Sobre todo porque su confesión tuvo un efecto catalizador sobre la muralla de coartadas que hasta ese momento resistía las investigaciones. ‘Budian’, sin embargo, no cantó como solista sino se convirtió en la primera voz de un coro muy revelador formado por varios de los protagonistas peruanos y brasileños de esos casos de corrupción.
Los datos, argumentos y anécdotas que han salido ya a la luz, documentan, a veces con detalle sorprendente, los manejos de la cutra de esa administración. Desde cómo se lavó o caleteó el dinero para solventar la campaña contra la revocatoria, para la reelección y para el lucro personal de Castro, Villarán y varios otros.
Ahora, en la primera entrega de este conjunto de revelaciones, IDL-Reporteros cuenta la historia, hasta ahora desconocida, de cómo Graña y Montero hizo una donación clandestina a la campaña y el grupo de Villarán.
En declaraciones al fiscal Carlos Puma del Equipo Especial, el colaborador eficaz con clave 145-2019, contó buena parte de la historia.
El 145-2019 empezó su declaración indicando conocer a Óscar Vidaurreta Yzaga, un ex ejecutivo de la multinacional publicitaria Ogilvy, en la que trabajó hasta finales de 2018.
Y vaya que lo conocía. Vidaurreta había colaborado en el pasado con Luis Favre, dándole información de contactos en medios, durante la campaña presidencial de Ollanta Humala. El jefe de Ogilvy en Brasil había presentado a Vidaurreta con el publicista y manejador de campañas electorales Valdemir Garreta, quien lo conectó con Favre.
En diciembre de 2012, Favre llamó a Vidaurreta para contarle que José Miguel Castro lo había contratado para la campaña contra la revocatoria de Villarán y le pidió ayuda en identificar a los medios más adecuados para colocar publicidad. Poco después, José Miguel Castro lo llamó también para coordinar con él el plan de medios de la campaña. Vidaurreta se metió en ella y, como dice la confesión de 145-2019, “la oficina de Ogilvy era el lugar donde se reunían en muchas ocasiones Luis Favre y José Miguel Castro, quienes le pedían prestado [sic] la sala de reuniones”.
Y poco después, Graña y Montero se involucró, con dinero, por supuesto, en la campaña.
Ello ocurrió en enero de 2013. “José Miguel Castro le dijo a Óscar Vidaurreta que Graña y Montero sería otro aportante para la campaña de la no revocatoria y le proporcionó el número de celular de Hernando Alejandro Graña Acuña”.
Vidaurreta llamó y Hernando Graña lo citó al local de la empresa, en Surquillo. Al llegar lo esperaban Hernando Graña y José Graña Miró Quesada. Según el testigo, “José Graña estaba mortificado de tener que aportar a la campaña, muy molesto por que según manifestaba José Miguel Castro Gutiérrez lo estaba condicionando para firmar un contrato, que si no aportaba seguiría esperando”.
El monto que los primos Graña habían acordado contribuir era de 600 mil soles, pero decidieron aportar primero solo la mitad “y la otra mitad cuando se firme el contrato o adenda”.
En los hechos, los Graña solo terminaron pagando esa primera mitad.
¿Cómo hicieron para que ese aporte se mantuviera clandestino?
De acuerdo con el colaborador, el pago se realizó a través de la empresa que hacía las relaciones públicas de Graña y Montero: Chirinos y Salinas Asociados SAC. también conocida como CHISAC.
Ogilvy (Vidaurreta) emitió la factura 0001-00018112, por $100 mil dólares, “se emitió la factura pero no se efectuó ningún servicio por parte de Ogilvy”.
Es decir, fue un pago por un servicio ficticio, que luego sirvió “para el pago de los diferentes medios de televisión…”.
Según el declarante, “Óscar Vidaurreta habló con Freddy Chirinos, que en ese momento era el gerente o presidente de la empresa CHISAC, a efectos de coordinar el pago antes referido […] Freddy Chirinos, sabía que no se iba a efectuar ningún trabajo, que solo se iba a emitir la factura a efectos de que ingrese el dinero para la campaña”.
En su declaración fiscal del 22 de junio, José Miguel Castro confirmó lo dicho por el testigo y lo amplió: “Los ingresos para la campaña de la No Revocatoria en el 2013, provenientes de empresas constructoras fueron aproximadamente $7.2 millones de dólares. De ellos, $4 millones fueron aportados por OAS, $3 millones por Odebrecht y $0.2 millones por Graña y Montero (Hernando Graña)”.
La versión de Freddy Chirinos, de CHISAC, tiene varias diferencias con las de Vidaurreta y Castro. “Yo no sabía si eso era para Villarán o no. Yo lo que hice fue cumplir con una instrucción de mi cliente. No tenía la menor idea de qué se trataba. Nosotros hemos sido la agencia de relaciones públicas de Graña desde hace muchos años […] La aprobación [del pago a Ogilvy], la dio a CHISAC, Gonzalo Ferraro en su condición de Director de Concesiones [de Graña y Montero], en esa época”.
Según Chirinos, Ogilvy sí realizó algunos trabajos; “… la pregunta es: ¿Ese trabajo valía los 84 mil facturados? Al tratarse de una transnacional de la publicidad como Ogilvy imagino que el precio no llamó la atención en ese momento. […] sí me llamó la atención que optaran por una agencia de ese volumen para una campaña que ciertamente no era compleja. No era mi rol objetar eso, sin embargo.
En nuestro caso, como puedes ver, cumplimos con la instrucción de nuestro cliente, GyM , de encargarle esa campaña a Ogilvy. Así fue”.
Sea como fuere, antes de la avalancha de confesiones, José Miguel Castro hizo todo lo posible para que Vidaurreta no hable, según el colaborador 145-2019.
Luego de la primera respuesta de Vidaurreta a un oficio de la Fiscalía en la que reveló que “José Miguel Castro era quien lo había contratado y detallando otros temas”, Vidaurreta fue, según el colaborador, presionado por Castro para guardar silencio. En una cita en el hotel Miraflores Park Plaza, Castro instó a Vidaurreta a que “no lo involucre en el testimonio, porque a él nadie lo ha involucrado como parte que manejaba la campaña de la no revocatoria y que no hable con mucho detalle y que mantenga todo muy simple, además le instruyó para que diga “lo conocí en un cóctel social”. Le dijo también […] que sus abogados iban a estar en su declaración, lo cual atemorizó a Vidaurreta, es por ello que cuando Óscar Vidaurreta rinde su declaración, no comentó nada de los aportes de la campaña de OAS y también señaló que José Miguel Castro nunca participó en la campaña de la No Revocatoria y que lo había conocido en un cóctel social”.
Los tiempos, como vemos, han cambiado. El atemorizante José Miguel Castro de las coartadas negacionistas ha sido reemplazado por el colaborador eficaz de hoy en un coro confesional que, aunque desafina con frecuencia, no para de cantar.