Fue el caso de corrupción público-privada más grande de este siglo y uno de los mayores en nuestra historia.
Lava Jato.
A diferencia de Brasil, aquí el caso fue expuesto por primera vez a través del periodismo investigativo. Luego se desarrolló la investigación fiscal y después de muchos y muy accidentados años, arrancaron los primeros juicios de los diversos casos de la megainvestigación.
Hoy, con la sentencia a 20 años y seis meses de prisión, emitida por el Segundo Juzgado Penal Colegiado de la Corte Superior Nacional a Alejandro Toledo, por el caso de los tramos 2 y 3 de la Carretera Interoceánica Sur, se condena por primera vez a un expresidente de la república en el caso que involucra también a otros expresidentes, a candidatos presidenciales, a exalcaldes, exministros y varios empresarios.
La condena a Toledo trae consigo un mensaje implícito. Toledo fue el primer presidente elegido por voto popular luego de la caída del fujimorato y de la revelación auto-documentada de los profundos niveles de corrupción padecidos durante ese régimen. Asumió el poder el 2001 con el inequívoco mandato de aplastar la corrupción. Mandato que él traicionó, como, entre otras cosas, lo demuestra su sentencia de hoy.
El camino a esa sentencia ha sido largo y complejo. IDL-Reporteros, que inició y profundizó las investigaciones del caso Lava Jato, publica ahora “Lava Jato: El dosier de Alejandro Toledo”, donde se documenta en profundidad la historia del caso, a través de una selección de 26 publicaciones, organizadas cronológicamente desde 2013 hasta noviembre de 2021.
Seguirlas permite ver el progreso, casi siempre dramático, de la investigación, conforme esta avanza desde las primeras mentiras hasta las grandes revelaciones, confesiones; y a la documentación que permitió reconstruir en detalle granular las negociaciones, los montos de las coimas y la ruta de los pagos clandestinos hacia el destinatario principal de los sobornos.
Toledo es el personaje central, pero no el único, en este dosier de 26 reportajes. El caso Lava Jato involucró a todos los presidentes que tuvo el Perú entre 2001 y 2020; y a una cantidad de otros candidatos, de gobernadores regionales, municipales, empresarios, abogados, periodistas que no deja de sorprender en el recuento. Varios de sus casos se entrecruzan, de una u otra forma, con el de Toledo y son, por eso, mencionados.
La avalancha de desinformación que se desató en los últimos años puede ser contrastada ahora con la sólida investigación de IDL-R que documentó con la contundencia comprobada de la verdad de los hechos, los profundos niveles de corrupción perpetrados en el caso.
Esa corrupción pudo descubrirse y probarse gracias al periodismo de investigación y las fiscalías independientes, cuya misma existencia hubiera sido imposible bajo una dictadura.
Toledo se desprestigió a sí mismo, no a la democracia, puesto que su caso demostró que esta –aunque sufra de una crisis severa– es capaz de investigar y acusar y condenar a quienes burlaron mediante el robo, el noble mandato de la representación de un pueblo que acababa de conquistar su libertad.