Son las nueve de la mañana del lunes 27 de octubre. Desde la distancia de un teleobjetivo, un camarógrafo graba el vídeo de una escena de pausado trabajo en el pueblo de Mayapo, en el VRAE. Se ven las casas, el colegio y atrás, una zona tan plana que uno diría que es un campo de aterrizaje y que, según se ve, lo es.
Poco antes, han cruzado el río en una “chata” (o “chimba”) tres camionetas de doble cabina y doble tracción, que han estado juntas un rato, antes que una de ellas, una Toyota Hilux color plata, se separe del resto y enrumbe al otro extremo de lo que se parece cada vez más a una pista de aterrizaje.
En ese momento, aterriza una avioneta en la pista y carretea rápido hacia el extremo donde la Hilux plateada le da el alcance. La matrícula de la avioneta se hace visible para el camarógrafo que enfoca desde la espesura y desde lejos. Es una Cessna, de placa CP-2873. Es decir, boliviana.
En plena luz matutina, en el pueblo de Mayapo, se va a cargar un narcovuelo, uno más de las decenas que entran cada semana a esa zona. El sistema de carga aérea de la cocaína está muy practicado. Véanlo en acción.
El proceso se ha repetido cientos de veces en distintos puntos del VRAE, sobre todo en las áreas de Santa Rosa, Mayapo y Llochegua. Pero esta vez hay algunos elementos adicionales en el cuadro, que cambiarán el proceso.
El personal que graba las imágenes de la carga del narcovuelo pertenece a la policía antidrogas y está apostado en un punto ventajoso y oculto de observación. No son los únicos policías.
Muy cerca de la pista, unos pocos agentes antidroga están agazapados esperando el momento de actuar. Cuando el veloz proceso de carga se ha iniciado, deciden actuar.
Salen, disparan y, según parece, intentan detener. Pero están todavía muy lejos, como a 700 metros de la avioneta.
Entre los narcos, todo el mundo corre a su manera.
Escapa la camioneta, despega la avioneta, corren los cargadores y todo lo que queda es un saco con 38 kilos de cocaína, que la avioneta dejó caer en su apurado despegue.
Cómo capturar a las aves en el nido
El magro resultado no fue la cosecha final de la operación, sin embargo. Los agentes de la Dirandro transmitieron el número de placa de la avioneta a los policías de la FELCN (la Fuerza de Lucha Contra el Narcotráfico) de Bolivia.
Esa es también una rutina, aunque rutina virtuosa, ahora. Durante los últimos dos años, la colaboración entre la Dirandro y la FELCN ha sido particularmente intensa. Han logrado establecer un nivel de coordinación e intercambio de información rápido y fluido, que les ha permitido convertir la inteligencia en operativos en muy poco tiempo.
Tres días después, el jueves 30 de octubre, la FELCN capturó en tierra esa avioneta con 398 kilos de cocaína a bordo en una pista de aterrizaje clandestina en la provincia de Iturralde, al norte de La Paz.
En el operativo fueron capturados cinco bolivianos, entre ellos el piloto y el copiloto; 35 bidones de avigas (gasolina para avioneta) con capacidad de 60 litros cada uno; un teléfono satelital, seis teléfonos celulares y una radio UHF.
Fue una victoria significativa, producto de la ágil coordinación y la confianza mutua que existe entre los grupos de élite peruanos y bolivianos de la policía antidrogas, pero pequeña y totalmente insuficiente para frenar hasta ahora el veloz crecimiento de la operación de narcovuelos, que no para de crecer y de robustecer este nuevo auge del narcotráfico.
Terminales internacionales
Mayapo es una de las zonas de mayor concentración de ‘narcovuelos’ y producción de cocaína en el VRAE. «Santa Rosa, Mayapo y Llochegua parecen el aeropuerto Jorge Chávez”, indica una veterana fuente policial. Salen entre 5 y 10 vuelos diarios, aunque en ocasiones se ha registrado hasta 13 en un solo día. El tráfico aéreo se da en las mañanas, entre las seis y las once. Cada avioneta transporta entre 300 y 350 kilos de cocaína.
En un mes, de acuerdo con cálculos conservadores (con 7 vuelos al día, a 300 kilos por viaje, los 7 días a la semana), solo esa zona del VRAE exporta alrededor de 58 toneladas de cocaína.
El parche, con firma y sello
¿Cómo eludir la responsabilidad por un narcotráfico tan evidente y abierto? El año pasado, cuando ya había crecido mucho y proliferaban las pistas de aterrizaje, los Comités de Autodefensa de Mayapo y Santa Rosa, en el distrito de Llochegua, suscribieron y remitieron actas que describían la existencia de pistas de aterrizaje clandestinas en islotes cercanos a orillas del río Apurímac. Nadie sabía nada más sobre eso, pero por si acaso dejaban constancia de que habían visto pero no tenían nada que ver.
El 9 de agosto de 2013, por ejemplo, el Comité de Autodefensa del Centro Poblado de Mayapo suscribió un acta en la que reporta la construcción de una pista de aterrizaje clandestina. “Aproximadamente un kilómetro y medio de distancia en la orilla de río Apurímac, encontramos en forma de carretera en una distancia de 600 metros de largo y cuatro metros de ancho pero no se sabe con que fin han hecho. Tampoco no sabemos que persona ha hecho o donde. (…) Se sospecha que habría hecho de noche, aprovecharon la ausencia de las autoridades en ese día 8 de agosto (…)”.
Pocos días después, el 21 de agosto, los comités de autodefensa de los centros poblados de Mayapo y Santa Rosa suscribieron un “acta de informe”, en la que daban cuenta de “la existencia de pista de aterrizaje clandestina de avioneta, ubicada en la isla que pertenece a la jurisdicción de Santa Rosa y comunidad de [ilegible] del margen derecho del río Apurímac. La pista está ubicada en medio de la isla del río Apurímac y también según noticias existen otras pistas clandestinas río abajo (…)”.
El uno de setiembre, el Comité de Autodefensa de Santa Rosa realizó una inspección -que luego fue registrada en un acta (ver página 1 y 2)- para verificar la existencia de la pista de aterrizaje reportada el 21 de agosto. A las 11 y 30 de la mañana se reunieron el presidente del Comité de Autodefensa, el juez de paz, el teniente gobernador, regidores municipales, pobladores, autoridades de base y un representante de las fuerzas del orden.
“La pista en mención se encuentra ubicada en la ribera del río Apurímac exactamente en la frontera de los cc. pp. de Santa Rosa y Mayapo (…) Toda esta diligencia se realiza para salir de responsabilidades ya que el Centro Poblado de Santa Rosa no tiene nada que ver (…)”, indica el acta.
Eso es lo que decían las actas. Ahora, resulta interesante compararlas con lo que muestran los vídeos, las fotos y las investigaciones.
Hay mucho por mostrar, de cómo empeora uno de los más graves problemas de crimen organizado y seguridad nacional que enfrenta el Perú. En los días siguientes, IDL-R publicará nuevas investigaciones y evidencias sobre el grave crecimiento de los narcovuelos.