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Salud

Apagar el incendio

Segunda Ola en el Hospital de Huánuco. (Foto: RPP Noticias)
… y ya se sabe cómo hacerlo
por Gustavo Gorriti
PUBLICADO lunes 15 DE febrero, 2021 A LAS 02:39
ACTUALIZADO viernes 10 DE febrero, 2023 A LAS 20:35

La experiencia de siglos aconseja que la información grave y verificada debe comunicarse con claridad, precisión y contexto sumario. Sin dramatizar y sin suavizar, para concentrar la racionalidad cognitiva y espolear la inteligencia hacia el mejor curso de acción.

¿Cuál es la situación actual? Grave, con riesgo de empeoramiento.

La describo en forma breve.

La peste del Covid-19 tuvo un costo enorme el año 2020, medido en el número de personas que mató.

Todos los años muere en el Perú, por causas no violentas, un número de personas más o menos parecido al de años anteriores. El 2019 murieron 107 mil 579 personas. En el 2018 fallecieron 106 mil 032; y el 2017, 93 mil 440 personas.

La plaga del 2020 infligió un cambio brutal.

Fuente: Información del Sistema Informático Nacional de Defunciones (SINADEF).

El 2020 murieron 206 mil 698 personas. Casi el doble que el año anterior, como resultado directo de la peste.

El Covid-19 mató a 99 mil 119 personas, casi cien mil, en nueve meses del año pasado.

Son números de espanto. En comparación, el costo en vidas de la docena de años (con secuela) de guerra interna con Sendero Luminoso fue –en el estimado de la CVR– de algo más de 60 mil personas. Calcular el número de muertos peruanos en la guerra con Chile entre 1879 y 1883 es más difícil, pero un estimado de 20 mil caídos en acción probablemente se acerque a lo que entonces se sufrió.  

En apenas nueve meses del 2020, el Covid-19 mató a más personas que la suma de quienes cayeron en la guerra contra Sendero y en la guerra contra Chile.

Es una calamidad que resulta difícil comprender porque no acaeció entre explosiones, luchas encarnizadas o derrumbes, sino en la multiplicación de los jadeos agónicos de la asfixia, que silenció la muerte y abrevió el luto.

Hubo cambios en esos meses trágicos. La cantidad de muertes disminuyó con claridad entre agosto y noviembre. Ello fue debido a la aplicación de tratamientos primarios. Pero, luego de la usurpación de Merino en noviembre y del nombramiento de Sagasti, se los dejó de aplicar. Justo cuando empezaba la segunda ola. Este es el resultado:

Fuente: Información del Sistema Informático Nacional de Defunciones (SINADEF).

El aumento de muertes entre diciembre 2020 y enero 2021 es tan grave como el que ocurrió entre abril y mayo del año pasado, cuando el país ingresó en el infierno.

El número de muertes en los primeros diez días de febrero marca una visible tendencia al empeoramiento.

¿Cómo ofrece enfrentar esto el gobierno de Sagasti? Con vacunas.

Vacunas

¿Las vacunas son la solución principal para vencer la pandemia?

En el largo plazo, sí. Son la solución mediata que eventualmente inmunizará a la población. Vacunar es y será prioritario para el combate contra el Covid-19. La historia ha demostrado el inmenso valor de las vacunas para eliminar o frenar terribles enfermedades: la viruela, la poliomielitis, tétano, tos convulsiva, difteria…

Pero, frente a una epidemia al rojo vivo, la vacuna no es una solución pronta sino un proceso de largo plazo. Aquí en el Perú, es muy difícil que se vaya a poder vacunar dada la situación mundial– al alto porcentaje de la población necesario para obtener inmunidad antes de un año y medio o dos… o más. Si vemos cómo va la vacunación en el resto del mundo tendremos una idea de lo que podemos y no podemos hacer aquí, siendo además, como somos, un país con notorias deficiencias logísticas.

Pero supongamos que logramos una logística fluida; e incluso supongamos que conseguimos las decenas de millones de vacunas que necesitamos. Y supongamos, aunque hacerlo signifique contorsionar la hipótesis, que movilizamos todos los recursos para vacunar a la población en un año … o hasta en nueve meses.

En nueve meses el año pasado la peste mató a casi cien mil personas en este país. ¿Podemos aceptar la muerte de otras cien mil personas o de repente más?

No hay forma, ¿verdad?

¿Quieren ver la tendencia de fallecimientos que muestra la nueva oleada?

La gráfica es del ingeniero Rodrigo Parra Wong, cuyo site: http://situacioncovid.pe  ofrece información de gran utilidad.

En el promedio de “fallecidos diarios por toda causa” Lima ya superó el punto más alto de la primera ola, con tendencia al empeoramiento.

Estamos de nuevo en una situación de emergencia grave, que requiere respuestas inmediatas. Y la vacunación, ciertamente necesaria, no es una respuesta de emergencia para una solución inmediata.

¿No está claro el concepto? Veamos un ejemplo concreto.

Israel es la nación que más ha avanzado en el mundo en vacunar a su población.

El siguiente gráfico indica el porcentaje de vacunados (vean los números. Los explico abajo):

Monitoreo estadístico del coronavirus en Israel. (Fuente: sitio web Ha’aretz)

Hay 3 millones 480 mil 598 vacunados, de una población de aproximadamente nueve millones de personas.

El 37% de la población ya ha recibido la primera dosis. Y el 22% la ha completado con la segunda. Aparte de los grupos que lidian con la acción médica, se puso énfasis especial en vacunar primero a la gente de mayor edad. No se vacuna a personas de menos de 16 años. El proceso lleva, como es obvio, varias semanas.

Con un porcentaje tan alto (en comparación con los demás) uno supondría que los contagios han bajado.

Esta es la curva de los casos activos de Covid-19 en Israel, con las fechas abajo, en inglés:

Y estos son los casos nuevos, día por día:

Y esta es la escala linear de la curva de muertes por Covid-19:

En medio de una eficiente operación de vacunación masiva, los casos se acrecentaron, los contagios se hicieron más peligrosos y el panorama se oscureció temporalmente. No hay duda de que eventualmente los casos van a caer y que la población quedará inmunizada. Pero incluso en un país bien organizado y con uno de los mejores sistemas de salud pública del mundo, eso va a demorar un tiempo… que será mucho más largo si la vacuna se aplica durante un período con alto nivel de contagios.

Una nota publicada en el Newsletter del New York Times el pasado 8 de diciembre lo ilustró bien.

El autor, David Leonhardt explicó la dinámica de resultados paradójicos en la vacunación (el resaltado es mío):

“Las vacunas serán mucho menos eficaces en prevenir muerte y enfermedad el 2021 si se aplican en una población en la que el coronavirus se contagia furiosamente” [como fue el caso  en diciembre pasado en Estados Unidos]. La conclusión provino de un estudio publicado en el periódico especializado Health Affairs, “una de cuyas autores, la doctora Rochelle Walensky” es la flamante directora de los Centers for Disease Control and Prevention, en la Administración Biden.

Según la explicación que dieron los autores del trabajo al NY Times, la vacuna puede compararse con una manguera de bombero, cuya potencia está dada por su eficacia. Pero la manguera de bombero no predice por sí sola cuánto tiempo le tomará apagar un fuego. La dimensión del incendio es el factor que determinará el nivel de destrucción.

En diciembre pasado, Estados Unidos hervía con 200 mil nuevas infecciones de Covid-19 por día. Los autores indicaron que incluso una vacuna con el 95 por ciento de eficacia, administrada en medio año, no podría evitar un terrible resultado en los seis meses siguientes: Cerca de 10 millones de estadounidenses se contagiarían y más de 160 mil morirían.

En cambio, si se aplicara una vacuna con apenas el 50 por ciento de eficacia, pero con los mucho menores niveles de contagio que hubo meses antes, en septiembre (cerca de 35 mil casos nuevos diarios), el saldo de muertes después de los seis meses sería de alrededor de 60 mil personas. Cien mil menos que en el escenario anterior.

¿Qué significa esa comparación, “profundamente contraintuitiva”, como apuntó el periodista? Que “ninguna vacuna puede eliminar una pandemia inmediatamente, así como ninguna manguera termina con un incendio forestal en un momento”.  David Paltiel, uno de los autores y catedrático en la Escuela de Salud Pública de la universidad de Yale, lo expresó así: “Dicho en pocas palabras: saldremos más rápido de esta pandemia si le damos menos trabajo a la vacuna”.

¿Está claro? Cuanto más bajo sea el incendio pandémico, más rápido y mejor efecto tendrá la vacuna.

Ahora estamos en el Perú en peor situación comparativa de la que tuvo Estados Unidos en diciembre. Con una desventaja adicional: disponemos de una pequeña fracción de las vacunas que tenían entonces los gringos.

El éxito secreto

La única alternativa que tenemos es bajar rápidamente los contagios, reducir al máximo posible las muertes, controlar la emergencia, para que la vacunación pueda proceder con eficacia.

Hay dos maneras de hacerlo: con un severo confinamiento, o con tratamientos.

Ambas estrategias se emplearon, aunque la mayor parte no se haya percatado de ello, el año pasado en el Perú. El confinamiento fracasó. Pero el tratamiento tuvo un éxito tan notable cuanto silenciado.

Como hemos visto, las cifras de muertos bajaron a partir de septiembre y se mantuvieron así hasta noviembre, cuando la usurpación de Merino desmanteló el importante avance logrado.

Fuente: Información del Sistema Informático Nacional de Defunciones (SINADEF) hasta el 10 de febrero.

¿Cómo se produjo el descenso en la cantidad de muertos y contagios? Por la aplicación masiva de tratamientos primarios a través del Plan Tayta, en los puntos de crecimiento crítico de los contagios. Kits medicinales con ivermectina, azitromicina y paracetamol; acompañados con ayuda alimentaria y cercanía médica lograron un resultado que sin esa movilización no se hubiera producido.

El gobierno de Vizcarra, que falló inicialmente en el método de enfrentar la pandemia, modificó luego su estrategia, puso empeño en las operaciones Tayta y logró resultados rápidos y notables, que por las enconadas controversias médicas, no se analizaron bien y menos se comunicaron.

Quienes participaron en esos programas, sin embargo, tuvieron muy clara la relación de causa y efecto entre los operativos Tayta con la brusca caída de contagios y, por ende, de muertes.

Pero luego, en el proceso iniciado por la usurpación congresal encabezada por Merino, sucedido después por el gobierno de Sagasti se desactivó el Plan Tayta. Se dejó de brindar tratamientos, se atacó a la ivermectina (esa prodigiosa cenicienta medicinal de múltiples virtudes, épicas hazañas y un premio Nobel guardado con modestia) como si fuera un veneno, o a lo más un antiparasitario apenas bueno para el perro firolais. Y se lo hizo con postizos aires de virtud y disfraces de ciencia. La plaga, por supuesto, volvió y en corto tiempo abrumó el sistema.

Fuera del Perú, sin embargo, las caídas rápidas y sorprendentes de los picos de contagio no pasaron desapercibidos. En Cambridge, Massachusetts, un notable analista de datos, Juan José Chamie, se abocó a investigar las razones que explicaran esos efectos en varios departamentos del Perú. 

Los resultados de esa investigación, que  utilizó datos de fuentes tan diversas como los del gobierno peruano y la información sobre movilidad social de Google, quedó condensado en un trabajo académico de 15 páginas, publicado en enero pasado en coautoría con otros dos expertos:

Fuente: https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3765018

El principal hallazgo del estudio es, en traducción rápida del apretado inglés académico:

En los nueve departamentos del Perú en los que se distribuyó ivermectina en un corto período a través de la operación Tayta, el exceso de muertes disminuyó en  74%  en menos de un mes de haber alcanzado su pico más alto. La caída de mortalidad se inició dentro de los once días del inicio del operativo Tayta.  

¿Fue el operativo Tayta la causa de la radical disminución de muertes? El estudio examinó y descartó otras posibles causas de la reducción de mortalidad.

El confinamiento estricto fue una de ellas. El descenso brusco de la mortandad se dio en forma simultánea con el crecimiento de seis de los índices de movilidad social medidos por google. En pocas palabras: mientras la gente salía a la calle, la mortandad caía. Como lo muestran estas gráficas:

Fuente: https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3765018

Las columnas en gris marcan el exceso de muertes. Las líneas coloreadas describen el crecimiento de la movilidad social, medida por Google con base en la geolocalización de celulares en relación con varios tipos de actividades. Sorprendente, ¿verdad? Pero los datos indican que no hubo correlación entre el número de muertes y la movilización de la gente. 

Otro factor que se examinó fue la posibilidad de que la reducción en muertes obedeciera a la llamada “inmunidad de rebaño”.  Pero aparte de Loreto, que alcanzó índices de seropositividad del 75% hacia septiembre, otros departamentos en los que hubo un brusco descenso en el número de muertes, tuvieron bajos índices de seropositividad, lo que excluyó a la “inmunidad de rebaño”, como causa.

Como indica el trabajo de Chamie et al, Cajamarca tuvo 20% de seropositividad y un 63% de reducción de muertes; Cusco tuvo apenas 18% de seropositividad y un descenso de 86% en muertes; Tacna marcó solo 15% de seropositividad y un descenso de muertes del 81%. Lo mismo se repite en todos los departamentos en los que hubo una fuerte intervención del Plan Tayta. La “inmunidad de rebaño” no tuvo nada que ver con la reducción de muertes.

El analista de datos Juan J. Chamie (Foto: Facebook)

Chamie et al examinaron también la densidad poblacional como factor en la disminución de víctimas mortales. El estudio encontró que la densidad poblacional de Trujillo, Piura o Cusco, no es tan diferente de la de Lima, y que el número de hogares con más de 5 personas tampoco exhibía marcadas diferencias entre varias ciudades del país con Lima. Tampoco fue un factor.

Descontado todo ello y algunos factores más, la única causa significativa de la dramática reducción en fatalidades en la segunda mitad del año pasado en varios departamentos/regiones fue la aplicación masiva de tratamientos a través del Plan Tayta: distribución de kits medicinales, reparto de alimentos, seguimiento y monitoreo con despliegues complementarios de personal médico y paramédico. Todo ello supuso el control de contagios, la curación de mucha gente, la no ocupación de hospitales, la reducción muy marcada de casos graves con la menor demanda de camas Covid y de oxígeno medicinal. 

Los kits medicinales trajeron, aparte del paracetamol, dos medicinas que se han probado en múltiples trabajos como eficaces en la lucha contra el Covid: la azitromicina y, sobre todo, la ivermectina. 

Así, el trabajo de Chami et al pudo concluir que  “en las nueve regiones en las que se distribuyó ivermectina en un corto período a través de la operación Tayta, el exceso de muertes disminuyó en 74%, 30 días después de haber alcanzado su pico más alto”.

El despliegue nacional de tratamientos con ivermectina, concluye el trabajo, debe ser una campaña “interina y complementaria a un total despliegue nacional de vacunación […] Los tratamientos con ivermectina, aplicados desde los primeros síntomas del Covid, pueden llenar los vacíos de la protección de vacunas, permitiendo grandes reducciones de la mortalidad mientras se logra la generación de anti-cuerpos por medio de las vacunas. […] A través del agresivo despliegue complementario de vacunas e ivermectina, el riesgo de continuación en los contagios por la complacencia del público cuando disminuya la mortalidad, podrá evitarse. Políticas públicas de testeo rápido y extendido, uso de mascarillas y rastreo de contactos pueden asegurar que estas dos herramientas terapéuticas: vacunación e ivermectina puedan ser óptimamente aplicadas para lograr la completa eliminación de la pandemia del Covid-19”.

Despliegue de la operación Tayta en Lima Sur. (Foto: Minsa)

Difícil decirlo mejor.

El impacto del estudio excedió de lejos las expectativas de sus autores.

Entrevisté a Juan José Chamie, quien desde Cambridge, MA, me dijo que:

“El estudio empezó en junio o julio, antes de la mega operación Tayta. Mi fuentes fueron las bases de datos Sinadef, las de Minsa sobre COVID, notas de prensa de los gobiernos regionales y de varios medios. En octubre (o antes) publiqué un artículo en TrialSiteNews con la primera versión del estudio. Y a partir de ahí, con la ayuda de David Scheim y Jennifer Hubbard hicimos una publicación que en un par de semanas llegó al top 3 de las publicaciones en SSRN”. 

El SSRN (siglas del Social Science Research Network, o Red de Investigaciones en Ciencias Sociales) se define como el más importante repositorio de investigación en ciencias sociales en el mundo, donde las comunidades de investigadores académicos comparten su trabajo.

Pero su mayor impacto fue entre los médicos y científicos vinculados con la lucha contra el Covid. Los eminentes médicos estadounidenses Perre Kory y Paul Marik, del FLCCC [ver “El pañuelazo y la ivermectina”], utilizaron extensamente el trabajo como parte de la evidencia en favor del uso inmediato de la ivermectina.

En una de sus notables conferencias sobre los tratamientos del Covid, que enfatizan la comprobada superioridad de la ivermectina, Paul Marik describió con particular detalle el trabajo de Chamie, Hubbard y Scheim. 

Y Pierre Kory, cuyo impacto a favor del uso de la ivermectina ha sido enorme, participó en una deliberación con los autores del trabajo en el siguiente vídeo en el que expresa su gran reconocimiento a la calidad del trabajo.

Para Chamie, sin embargo, el “gran orgullo fue ver que el premio Nobel Satoshi Omura usó mis gráficas en sus conferencias”. El emérito sabio japonés, descubridor de la ivermectina, cuyo beneficio a la humanidad resaltó con modestia y precisión durante su conferencia del premio Nobel en 2015, mencionó, en charlas recientes, en forma elogiosa a Chamie y destacó el uso que este notable experto en computación, hace del ábaco japonés.

Uno debería concluir esta nota con algunas de las reflexiones de Omura cuando él, Campbell y la ivermectina, recibieron el Premio Nobel. 

La ivermectina fue, expresado por Omura, un regalo a la humanidad. Se repartió gratuitamente, en 3 mil 700 millones de dosis. Benefició a cientos de millones de personas. Los liberó de enfermedades terribles, de cegueras y horribles deformaciones. Y conforme se aplicaba, le fueron descubriendo nuevas propiedades. Contra parásitos primero, contra virus después. Y ahora, a través de estudios que Omura aplaude como promisorios, le surge otra capacidad extraordinaria: controlar al Covid-19, lo suficiente hasta que la vacuna haga el trabajo definitivo.

Es un regalo a la humanidad, Omura Sensei lo dijo muy bien. El problema es que hay no poca gente que no quiere que haya regalos, sino ventas: a precio muy alto, a pueblos muy desesperados.

Tengámoslo claro. Mientras compramos (o desarrollamos) las vacunas, tenemos un arma eficiente a la mano, que es, antes que nada, un producto brillante de la ciencia. 

Con eso podemos salvar decenas y quizá centenares de miles de vidas.

No es perfecto y, en el peor de los casos, no hace daño. Pero funciona.

¿Queremos bajar los contagios y las muertes? 

Utilicemos masivamente tratamientos centrados en la ivermectina.

¿Queremos ganar tiempo hasta estar aprovisionados de vacunas y organizados para su aplicación masiva?

La ivermectina nos puede dar este tiempo. No solo ella, pero es fundamental.

¿Queremos solucionar rápido la escasez de oxígeno y de camas UCI?

Los estudios demuestran que luego de diez u once días de iniciado un enérgico Plan Tayta, los contagios caen abruptamente y el sistema emerge del ahogo, empieza a funcionar.

(Foto: En cada línea, el círculo es el comienzo del «Megan Operation Tayta – MOT». El triángulo, el momento del mayor pico de muertes. Y el cuadrado es 30 días después del inicio del MOT)

Ahora, solo se necesita lo siguiente:

Honestidad entre quienes se equivocaron. Nadie les pide siquiera que se disculpen. Solo que no estorben y, si pueden, que ayuden.

Valentía, decisión, entereza, para aplicar lo que funciona sin asustarse de los chillidos histéricos de pedantes con el ego rasgado o de gente incapaz de corregirse. 

Ya sabemos que la ivermectina funciona. Sabemos, sin duda, que no hace daño en las cantidades prescritas. Que no hay nada que perder y decenas, decenas de miles de vidas por salvar.

Una cosa final. Resulta que en cuanto a la ivermectina, coincido, sin quererlo ni buscarlo, con personas que pertenecen a los grupos que desde noviembre se denominan como “viejos lesbianos”.

Eso arquea algunas cejas.

La ivermectina no tiene la culpa de quien la defienda. Quizá a algunos les interese saber que uno de los principales promotores para su distribución gratuita en el mundo fue el ex presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter. Que no se parece mucho a Trump, ¿verdad?

Pero ahora en un momento de peligro nacional, cuando el destino de la Patria está en juego, las diferencias pueden esperar.

Durante toda mi carrera he considerado al periodismo como la forma principal de servir y dar poder al pueblo y a su mejor forma de gobierno, la democracia. 

Por eso, la defensa de los derechos humanos. El más importante de los cuales es el derecho a la vida.

¿Qué mayor defensa de la vida, que evitar que el Covid la estrangule y arrebate? Y si existe un remedio casi gratis que puede lograr lo que los más caros y súper patentados no consiguen ¿existe alguna razón mínimamente defendible en lo moral para no buscar que se use de una vez y que salve una vida y otra y otra y otra más? 

¡No! ¡No existe!

Espero que el gobierno –y si no, la sociedad– entienda plenamente la terrible urgencia que se vive y que la reacción sea pronta, clara, fuerte y decisiva. 

¿Es esta una guerra? No. Es una peste. Pero para vencerla se necesitan las virtudes marciales y otras más. 

Si hacemos lo que se debe, febrero será el último mes en el que la peste asfixie a la nación. 

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