Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2329 de la revista ‘Caretas’.
Austin, Texas.- Por más que el campus de la universidad de Texas en Austin sugiera domesticadas rutinas bucólicas, hay un evento anual que trae novedades fascinantes u ominosas y reseña los hechos de un mundo nuevo para el periodismo.
El evento es el Simposio Internacional de Periodismo Digital, o ISOJ, por sus siglas en inglés, en su decimoquinta edición este año.
El brasileño Rosental Calmón Alves es el alma del simposio. Antaño sobresaliente corresponsal extranjero para la prensa brasileña y catedrático Knight de periodismo desde hace varios años, tiene el don de una cierta expresión profética, posmoderna y con sentido del humor.
Su proclama, años atrás, que “el periodismo de investigación está siendo asesinado”, galvanizó las energías de periodistas, en la lucha por impedir ese desenlace.
Paralelamente, Rosental tuvo un papel central en llamar la atención sobre el impacto arrollador de las nuevas tecnologías en el periodismo. “Va a ser la mayor revolución en el periodismo desde que Gutenberg inventó la imprenta”, dijo hace varios años; y lo que entonces pareció a muchos una exageración, ahora resulta evidente.
Su conferencia anual sobre el tema, el ISOJ, ha crecido en importancia y prestigio. Y el de este año tuvo una excepcional variedad de temas. Me hubiera gustado cubrir todos, pero me concentraré en dos: el periodismo digital en China; y, luego, la reseña del discurso de Marti Baron, sobre porqué ser optimista respecto del futuro del periodismo.
News Lens
El escenario inicial pudo suceder en cualquiera de los muchos lugares que padecen esa circunstancia: un país que crece y un periodismo de baja categoría que, sin embargo, es rentable. Cuesta poco, da mucho, embrutece: los dueños no quieren nada mejor.
Ese era el escenario que dos jóvenes periodistas de Taipei, Joey Chung y Mario Yang, se lanzaron a tratar de mejorar con una publicación en internet, “The New Lens”, hace menos de un año.
Su éxito ha sido espectacular. Al terminar su primer mes, The New Lens tenía 220 mil visitantes únicos.
En diciembre 2013, The News Lens logró un millón 500 mil visitantes únicos. Desde entonces, el número se ha duplicado. Ahora tiene, además, 140 escritores (la mayoría colaboradores) y publica alrededor de 40 notas por día.
¿Cuál ha sido la estrategia para un crecimiento tan veloz? El factor principal fue lograr un periodismo creíble y concentrado en las noticias importantes. Lo segundo, una fantástica estrategia de distribución y mercadeo.
The News Lens hizo contratos con servicios de taxi, con el Metro y con los servicios de ascensores, para anunciarse en las pantallas que hay en cada lugar. Notas cortas, hechas para trasmitirse completas entre dos paraderos del metro, durante un servicio de taxi o en el ascenso de algunos pisos en un edificio.
No solo las pantallas. El público también fue identificado con precisión. El de The News Lens es la generación de “milenials”, el grupo demográfico de entre 18 y 34 años. “Si tienes más de sesenta años no me interesas” dijo Chung durante su presentación en el ISOJ.
Cuando me tocó hablar un par de días después, en el paralelo Coloquio de Periodismo Iberoamericano, propuse crear una nueva organización, la de los geeks geriátricos, con el incontrastable Rosental al frente, cuyo fin fuera ayudar a los precoces milenials a secarse bien detrás de las orejas para aprovechar el talento que sin duda tienen.
Censuras
Ying Chang, otra periodista que para los ‘milenials’ pertenecería a los geeks geriátricos, tiene una presencia legendaria en el periodismo chino. Corresponsal de medios chinos en Estados Unidos durante muchos años, Chang ha ganado varios de los premios más prestigiosos en el periodismo. Hoy, Chang es catedrática en la universidad de Hong Kong, pero sigue siendo el dinamo cuya energía sostiene múltiples proyectos y un conocimiento de latitud sorprendente.
En el simposio, Chang describió la situación de la prensa digital en China.
Los números relacionados con internet en China son de una escala ajena a casi cualquier otra nación:
– Hay más de 600 millones de usuarios.
– Las redes sociales tienen más de 500 millones.
Sin embargo, el control del gobierno chino sobre el internet es comprehensivo.
-La reciente investigación del New York Times sobre corrupción en el alto liderazgo chino, por ejemplo, fue bloqueada y no se pudo leer en China.
– Una investigación del periodista Ben Richardson y otros tres reporteros sobre las acciones corruptas de un capitalista chino vinculado con altos niveles del poder, fue censurada. Pero ni siquiera por el gobierno chino sino por la propia publicación estadounidense, Bloomberg, que temió que su negocio de terminales en China fuera afectado por las represalias del Gobierno. Richardson y otros periodistas renunciaron en protesta.
– Una ley contra quienes distribuyan rumores en internet, castiga con tres años de prisión a quienes escriban un ‘rumor’ que sea leído por más de 5 mil personas o reproducido 500 veces.
Pese a eso, enfatizó Chang, el haber adoptado métodos capitalistas ha obligado a los chinos a dejar una huella documentaria (contratos, registros…,) de sus transacciones. Pese a los peligros, informó, hay periodistas como Luo Changpin, que han tenido una trayectoria intrépida y eficaz en revelar casos de corrupción.
Luego de ser premiado por Transparency International, sin embargo, Changpin fue removido de su puesto en la revista donde trabajaba.
Changpin no se rindió. Siguió escribiendo en sus dos plataformas de Weibo (el equivalente chino del Twitter), en las que suma más de un millón de seguidores.
Además, Changpin abrió un ‘canal’ en un nuevo servicio “WeChat”, que en lugar de centrarse en la web lo hace en los móviles (hay mil 200 millones de usuarios de móviles en China). En su caso, el gobierno chino ha evitado hasta ahora arrestarlo.
Al terminar de escuchar el discurso de Ying Chang, queda claro que la penetración de internet puede ayudar, pero por sí solo no da, ni mucho menos, libertad.
«Los periodistas somos una industria y una profesión que tiene más resistencia, más aguante que el que el público cree que tenemos»
Optimismos
En su discurso, el director del Washington Post, Marty Baron, explicó porqué, pese a todos los inmensos cambios, la entropía en los medios clásicos, el encogimiento sin límites de las redacciones, él se siente optimista respecto del futuro del periodismo. Sus razones, muy resumidas, fueron las siguientes.
“He sido director y editor principal por muchos años, he trabajado en medios que la gente daba por desahuciados (El New York Times, el Boston Globe, Los Angeles Times) y hemos sobrevivido […] somos una industria y una profesión que tiene más resistencia, más aguante que el que el público cree que tenemos”.
– Nuevos dueños traen no solo nuevos capitales sino ideas nuevas, iniciativas, estrategias. Jeff Bezos, Warren Buffett y otros billonarios han ingresado, con objetivos y modelos diferentes, pero sin ninguna intención de fracasar.
– Los nuevos modelos de periodismo han sido enormemente útiles. El nuevo “ecosistema periodístico” es ahora más variado que antes.
Baron subrayó que él no era un iluso, “una Poliana”, que había y hay graves motivos de preocupación.
Pero, en medio de todo, subrayó Baron, se continúa haciendo importantes trabajos periodísticos, pese a la crisis (y mencionó varias investigaciones notables). Por eso dijo a “todos los que ingresan a la profesión o desean permanecer en ella” que deben ser hábiles y despiertos en la forma de hacerlo. “No miren nuestro campo con el telescopio al revés. Vean a la distancia y observen las genuinas oportunidades que nos esperan”.
La frase con la que Baron finalmente definió su actitud ante los problemas del periodismo actual no fue suya sino una cita del presidente de Israel, Shimon Peres, quien se describió a sí mismo como “un optimista insatisfecho”.
En cuanto a la actitud de quienes luchan por salvar y fortalecer el periodismo, es difícil describirla mejor♦