Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2364 de la revista ‘Caretas’.
Dos eventos, largamente separados por la geografía y la circunstancia, acaecieron en estos días. Ninguno de los dos tuvo lugar en el Perú, y están lejos de nuestros realities políticos. Pero ambos nos tocan y conciernen.
Uno es la detención en Bakú, Azerbaijan, de la gran periodista de investigación Khadiya Ismayilova, bajo cargos ridículamente fabricados. Lo segundo es la publicación parcial del informe especial del comité de Inteligencia del Senado de Estados Unidos, presentado por la senadora Dianne Feinstein, sobre la práctica extensa, oculta y brutal, por la CIA, de la tortura como método de interrogatorio.
El viernes 5 de diciembre pasado, Khadija Ismayilova fue encarcelada en Baku, Azerbaijan, bajo la extravagante acusación de incitar al suicidio a otro periodista, en lo que es a todas luces un encarcelamiento viciado en el fondo pero complicado con legalismos de forma, para dificultar la defensa de Ismayilova y alargar los procedimientos de liberación.
Azerbaijan, una ex república soviética, es hoy una dictadura cleptocrática bajo el mando del presidente Ilham Aliyev, quien ha amasado una fortuna mediante el robo a su pueblo que probablemente supera los mil millones de dólares.
La persona que, mediante investigaciones cuya prolijidad es solo superada por su valentía, sacó a la luz los robos, sus cantidades y los procedimientos para perpetrarlos, es principalmente Ismayilova, una periodista de físico rotundo y expresión tranquila que trabaja como reportera de Radio Free Europe y del OCCRP (la publicación de periodismo de investigación dirigida por Drew Sullivan, cuyas iniciales en inglés significan Proyecto de reportajes sobre corrupción y crimen organizado).
En octubre del año pasado, en el gran evento mundial de periodismo de investigación que tuvo lugar en Rio de Janeiro – bajo el patrocinio conjunto de organizaciones globales como el Consorcio Internacional de Periodismo de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) y la Red Global de Periodismo Investigativo (GIJN)–, la serie investigativa “La corrupción en Azerbaijan” bajo la autoría de Ismayilova (junto con Nushabe Fatullayeva, Pavla Holcova y Jaromir Hason), ganó el primer puesto del ‘Global Shining Light Awards’ del GIJN.
La serie documentó en detalle los negocios corruptos del presidente azerí y su familia. El primer puesto fue compartido con otra notable investigación sobre escuadrones de la muerte policiales en Sudáfrica.
La investigación de Ismayilova y sus colegas empezó en la constatación del presunto abuso que una minera británica cometía contra los habitantes de la aldea de Chovdar, apropiándose de parte de sus tierras y del cauce de uno de los dos arroyos que proporcionan agua.
Chovdar es pobre, aunque en el subsuelo hay mucho oro y plata. Y la compañía minera que despoja a los habitantes de Chovdar resultó menos británica de lo que pretendía ser. La investigación periodística encontró que esa compañía es un consorcio de cuatro firmas de gaveta. Una de ellas, Globex International, era propiedad de tres firmas panameñas controladas por dos hijas del presidente de Azerbaijan y por un empresario suizo cercano a este, que le ha servido como testaferro en otros negocios multimillonarios del Estado con compañías privadas tan independientes como Globex.
Poco después de la publicación de esa investigación, Ismayilova recibió una carta que contenía imágenes suyas haciendo el amor en su casa y amenazándola con hacerlas públicas si seguía investigando a la corrupta familia presidencial. Ismayilova respondió denunciando de inmediato el chantaje mientras continuaba con su trabajo de reveladora investigación.
En declaraciones a Radio Liberty después del arresto de Ismayilova, el periodista de investigación Aynur Imranov sostuvo que “Khadija ha hecho más por Azerbaijan que cualquier partido u organización pública. Ella detectó y escribió la verdad”.
Desde la prisión, Ismayilova pudo comunicarse con Radio Liberty y dijo, en un corto mensaje: “Estoy fuerte y ustedes deben ser fuertes también.[…] Los cargos del Gobierno forman parte de una campaña de propaganda sucia y negra. Pese a ello, me mantengo fuerte […] Espero más investigaciones de mis colegas periodistas, más iniciativas de los defensores de derechos humanos. El trabajo debe continuar”.
La campaña por la liberación de Khadija Ismayilova es ahora mundial. Y Drew Sullivan ha hecho un llamado a profundizar la investigación sobre dineros y propiedades del presidente azerí Aliyev y de su notoria familia.
Torturar y mentir
El título del informe del Comité Selecto de Inteligencia del Senado usa el lenguaje apropiadamente homogenizado y árido de la burocracia estatal para describir su asunto: “Estudio del Comité sobre el Programa de detención e interrogatorio de la Agencia Central de Inteligencia”. Pero toda ilusión de inocuidad termina ahí.
“La verdad es a veces una píldora difícil de tragar” dijo el veterano senador republicano John McCain –víctima de tortura cuando fue prisionero de guerra durante la guerra de Vietnam–, al reconocer y saludar el servicio que presta ese informe a su nación.
«El informe Feinstein refuta la repetida afirmación de los defensores de la tortura, de que se obtuvo valiosa inteligencia mediante su uso».
El reporte del comité presidido por la senadora Dianne Feinstein no solo revela que – en la lucha contra las organizaciones terroristas–, la cantidad, intensidad y brutalidad de las torturas aplicadas por los interrogadores de la CIA o contratados por ella fue muy superior a todo lo anteriormente reconocido, sino que la CIA mintió al respecto hasta al entonces presidente George Bush e internamente a su Inspector General.
Las llamadas “técnicas mejoradas de interrogatorio”, que fueron descritas, en acumulación de eufemismos, por el gobierno estadounidense de entonces como “humanas y legales”, incluyeron, según el informe Feinstein, algunas de las siguientes ‘técnicas mejoradas’.
• Ahogamientos (“waterboarding”) que en varios casos llevaron casi a la muerte a terroristas detenidos, a uno de los cuales se torturó por 17 días sin parar.
• “Alimentación” o “hidratación” rectal, dirigida a lograr el máximo grado de control sobre los detenidos.
• Deprivación del sueño hasta por una semana.
De acuerdo con el informe Feinstein, la práctica sistemática de la tortura no solo fue ocultada sino que no se permitió el debate interno dentro de la organización sobre la eficacia o la legalidad de esas prácticas.
El informe refuta la repetida afirmación de los defensores de la tortura, de que se obtuvo valiosa inteligencia mediante su uso y sostiene que, por lo contrario, los interrogatorios extremos no produjeron ninguna información especialmente valiosa ni previnieron un atentado de inminente realización.
Feinstein calificó la práctica de torturas y el tejido de mentiras y ocultamientos que la rodeó como “una mancha en nuestros valores y nuestra historia”.
Sin duda que lo es. Pero el reporte, que culmina una complejísima y muy larga investigación, es desde ya un ejemplo de cómo una democracia debe utilizar la verdad, por dura que sea, para reformar, corregir y prevenir la recurrencia de esa etapa cuya infamia equipara su inutilidad.