Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2379 de la revista ‘Caretas’.
Cuando un perro muerde a un hombre, dice el lugar común, no hay noticia; la hay cuando el hombre muerde al perro. La investigación de la periodista Romina Mella que acaba de publicar IDL-Reporteros, sobre curiosas fechorías de alto vuelo, no necesita, menos mal, morder al perro porque hace hablar a los pañales.
Dirijo IDL-Reporteros y estoy, por supuesto, muy cercano a cada una de sus investigaciones, muchas de las cuales han sido importantes, por su tema, resonancia o ambas cosas.
Dicho lo cual, hace mucho no veía una investigación tan convincentemente centrada en un objeto inesperado, el pañal, que protege los extremos previos y posteriores al control esfintérico en la vida.
Todo aceptable escritor de misterios sabe que las cosas poseen una cierta elocuencia y que forman parte a veces protagónica del relato. Pero las cosas, como la gente, poseen grados diversos de extroversión y expresividad. Y pocas me han parecido tan introvertidas y discretas como el pañal: encerrado por vocación en sí mismo, hermético cuando es bueno, sin vocación confesional o pulsión de catarsis, que el mundo sin pensar agradece.
Por eso, cuando Romina me expuso el caso de los pañales, me pareció inicialmente improbable por lo absurdo. Pero en Latinoamérica lo improbable y lo absurdo hacen con frecuencia una combinación poderosa; y así fue en este caso: Resultó que no había solo uno sino por lo menos dos casos de alto vuelo, en dos países, que tenían a los pañales como personajes centrales. Y que además, resultaban vinculados entre sí.
En Colombia el “Cartel de los Pañales” saltó a la luz del escándalo público el año pasado, después de una larga investigación de las autoridades que llevó a docenas de incursiones simultáneas, acumulación inapelable de pruebas, colaboración eficaz para la delación calificada de altos ejecutivos de transnacionales, que han confesado cómo se organizaron para actuar en Cartel.
Poco después se reveló en Colombia la investigación a otro Cartel, el del papel higiénico, que cerró el ciclo escatológico de fechorías y confirmó la disposición de las autoridades colombianas a luchar con firmeza por el derecho de los colombianos a mantener las colas limpias a costo razonable.
Y aquí en el Perú, una de las razones silenciosas que catalizaron la actual crisis política fue una compra inesperada que impulsó Ana Jara cuando era ministra de la Mujer, en 2013.
«¿Cómo habían expresado las poblaciones vulnerables su necesidad de pañales? Quizá por telepatía porque no existía ningún registro de ello».
Pese a que el ministerio de la Mujer no había comprado nunca pañales, desde comienzos de 2013 el ministerio de la Mujer organizó, con fulminante eficiencia y rapidez, un proceso de compra de más de 8 millones de pañales para ser repartidos a las poblaciones vulnerables y no tan vulnerables en el Perú.
¿Cómo habían expresado las poblaciones vulnerables su necesidad de pañales? Quizá por telepatía porque no existía ningún registro de ello. El proceso de compra se manejó como si fuera una emergencia nacional y tuviéramos millones de zombies intestinales. Les doy una comparación: mientras el ministerio de Defensa no logra, por años, comprar un radar de tierra para ayudar a vigilar y controlar los narcovuelos que penetran impunemente en nuestro territorio; el proceso de compra de 8 millones y pico de pañales se convocó en mayo de 2013, se adjudicó en julio, y se pagó (6 millones y pico de soles) exigiendo una entrega inmediata, dentro del mes siguiente.
Como dice la investigación de Mella, “el consorcio ganador tenía un socio chico y un socio grande: la compañía peruana Cymed Medical y la corporación trasnacional Kimberly Clark”.
Kimberly Clark, de paso, es una de las principales corporaciones implicadas en el caso del “Cartel de los Pañales” en Colombia. Mella relata en su investigación que una de la reuniones principales del “Cartel” para concertar los precios de los pañales, se realizó en Lima, que es la sede regional de Kimberly Clark.
La afortunada compañía se puso a fabricar los millones de pañales requeridos y a entregarlos cuanto antes. ¿Dónde? Resultó que la administración de Ana Jara no había previsto un sistema de depósitos ni tampoco uno de distribución.
Finalmente, los pañales se arrumaron en un precario depósito alquilado en Villa El Salvador, cuyo administrador se quejaba sin pausa de las pésimas condiciones en las que lo obligaron a recibir los pañales. Cuando llegó a los 4 millones dijo que no entraba ni uno más. Un mes después firmó, voluntariamente o no, un documento que indicaba, sin decir cómo, que habían entrado más de 8 millones de pañales.
A continuación pasó algo inesperado. Una vez comprados y almacenados los pañales, el ministerio que dirigía Ana Jara, perdió todo interés en el tema. En los siguientes seis meses, los que se quedó en ese cargo, Ana Jara apenas distribuyó 89 mil pañales, es decir, el 1% de lo comprado con tanta presteza.
Entonces hubo cambio de gabinete. Salió Ana Jara y entró Carmen Omonte como nueva ministra de la Mujer. Omonte trató de distribuir pañales y llegó a entregar cerca de 2 millones 150 mil en seis meses. Poco después encontró que la investigaban por el mal almacenamiento y luego por la aparente desaparición de alrededor de un millón y medio de pañales
Y así empezó la guerra de los pañales dentro del gabinete.
La primera baja fue Omonte, que no tenía la fuerza para enfrentar a Jara en el Ejecutivo. Pero pocas semanas después cayó también, censurada, Jara.
La mayor parte de los pañales continúa almacenado o desaparecido. Esa compra absurda fue, por supuesto, pagada por completo con el dinero de nuestros impuestos.
Les he dado apenas un esbozo de la investigación. Léanla en: https://www.idl-reporteros.pe/
Porque el caso de los pañales continuará y, probablemente alimentado por las confesiones en las colaboraciones eficaces colombianas, permitirá sacar a la luz cutras curiosas y complicidades sorprendentes.