Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2387 de la revista ‘Caretas’.
Normalmente uno no piensa que las labores de Sísifo se encuadren en el marco castrense. Pero ese es el caso ahora en el VRAE, donde las tropas bajo el mando del general EP César Astudillo dedican gran parte de sus energías a inutilizar por corto tiempo las numerosas pistas de aterrizaje utilizadas para el narcotráfico, lucrativamente reparadas casi de inmediato por los pobladores de las cercanías en un juego circular que beneficia economías colaterales mientras la actividad principal, los narcovuelos, mantiene con agilidad sus aterrizajes y despegues.
El narcotráfico en auge y con dominio de los cielos no es el único problema. Luego de los meses de repliegue que siguieron a la muerte de los jefes senderistas ‘Alipio’ y ‘Gabriel’ en agosto de 2013, grupos del SL-VRAE han empezado a incursionar cerca del eje vial, en busca de oportunidad de emboscadas, mientras tratan de recobrar control en sus zonas de influencia.
El viernes 15 de mayo, según informó La Jornada en Ayacucho, el profesor Percy Pérez Escobar, fue secuestrado en Carrizales (en la zona de Huachocolpa, Santo Domingo de Acobamba), por un grupo armado del SL-VRAE. Acusado de ser agente de inteligencia militar por los senderistas, Percy Pérez lleva varios días desaparecido. Según versiones que recogió La Jornada, habría sido asesinado por los senderistas.
El día anterior, cerca de la unión del Apurímac con el Mantaro, una patrulla que había participado en la inutilización (temporal, claro está) de una pista de aterrizaje, fue hostigada a balazos. No hubo bajas, según parece, en el intercambio de disparos.
Poco después, en otro lugar, una patrulla del Ejército que regresaba desde las cercanías de Machente a su base en Pichari, fue emboscada a comienzos de la tarde por un contingente senderista. El oficial y los soldados a su mando reaccionaron con rapidez y lograron repeler el ataque sorpresivo en un intenso intercambio de fuego que duró cerca de media hora, hasta que los senderistas se retiraron.
«La intensificación de los narcovuelos redujo la importancia (aunque no las eliminó) de las rutas de mochileros de la droga».
Los tres escenarios de violencia casi simultánea se encuentran en el VRAE pero distantes el uno del otro. Ello parece indicar que, aunque con agresividad mucho menor a la que desplegaron hasta la muerte de ‘Alipio’, los senderistas del VRAE intentan recobrar presencia, foguearse en combate real, detectar los agentes de inteligencia sembrados en el área para tratar de, al cabo, recuperar la iniciativa que perdieron con las muertes de sus más importantes jefes militares: ‘Alipio’ y ‘William’.
No les será fácil. Aunque tampoco lo será para las fuerzas de seguridad destruir la capacidad combativa que mantiene el SL-VRAE. Los senderistas han recobrado el control de su reducto en el VRAE: la zona de Bidón–Vizcatán, que fuera inicialmente conquistada por las fuerza armada en el inicio de las operaciones militares de contrainsurgencia (Excelencia 777), en 2008.
Difíciles de defender y aprovisionar, sujetas a un constante hostigamiento, las bases de la zona fueron abandonadas por la Fuerza Armada y recobradas poco después por el senderismo. De otro lado, los reveses que sufrió el SL-VRAE en los últimos años llevaron a una reducción brusca de sus zonas de influencia.
La intensificación de los narcovuelos redujo considerablemente la importancia (aunque no las eliminó) de las rutas de mochileros de la droga, una de las más importantes de las cuales pasaba por Bidón y representaba una fuente importante de ingreso económico y de información para los senderistas.
Así que, cautelosos y aún temerosos de sufrir las emboscadas en las que perecieron ‘Alipio’, ‘Gabriel’ y ‘William’, los senderistas han tenido que marchar hacia las zonas de movimiento económico y densidad humana dentro del VRAE. Para la mayor parte de los pobladores del valle, la presencia del senderismo es incómoda y potencialmente nociva, aunque compensada por una potencia de fuego que se pondría a su servicio en el caso de erradicación de cocales, por ejemplo.
Pero el disminuido SL-VRAE enfrenta a un Estado mejor preparado, con más fuerza y con el beneficio de una experiencia continua.
La organización del esfuerzo contrainsurgente ha intentado ser pragmática, aunque ha devenido compleja. Adaptando con algunas modificaciones el método que dio resultados contra el jefe senderista ‘Artemio’ en el Huallaga, las fuerzas de seguridad actúan con tres planos (y mandos) diferentes de acción.
El primero es el territorial, el CEVRAE, bajo el mando actual del general EP César Astudillo. El segundo (frecuentemente combinado con el tercero) es el de operaciones de fuerzas especiales, a cargo del CIOEC (Comando de Inteligencia y Operaciones Especiales Conjuntas), basado en Lima, a órdenes directas del Comando Conjunto y bajo el mando del general EP Moisés del Castillo. El tercero, el de la negada y afirmada ‘Brigada Lobo’, se concentra en acciones contra los llamados ‘blancos de alto valor’, integrando a los mejores policías, especializados tanto en inteligencia humana como electrónica, junto con comandos de fuerzas especiales. Su coordinador es Iván Vega, el actual viceministro de Defensa. Influenciado por la práctica estadounidense, dividida entre los partidarios de la doctrina de contrainsurgencia (COIN) y los de la acción directa contraterrorista (CT), la ‘brigada’ es, sin duda, CT, lo cual, frente a insurgencias complejas es claramente insuficiente. ¿Lo es la del VRAE? Está debilitada, pero en el pasado demostró una considerable capacidad de sobrevivencia.
Correspondencia
Mi artículo de la semana pasada, “Recordar lo que no se conoció” provocó alguna correspondencia. Una carta, la del contralmirante AP (r) Fernando Casaretto, es una remembranza corta pero precisa de los tiempos desgarrados que el país vivió y que él, como director del Hospital Naval, vio en su más trágica crudeza.
En otra carta, Aldo Levaggi se indigna por haber escrito yo que el golpe de Estado de Velasco “fue un acto de contrainsurgencia preventiva” y me reprocha “pretender justificar la acción militar para derrocar un gobierno democrático…”. ¡Un momento! ¿De cuándo aquí definir un golpe militar como contrainsurgencia, preventiva o no, significa justificarlo? ¿Qué sistema de lógica o ilógica lleva a Levaggi a sostenerlo? Supongo que sabe que durante la década de los 70, Latinoamérica fue cubierta por gobiernos militares contrainsurgentes, la mayor parte de derecha. Ninguno fue democrático y la mayoría fue nefasta. ¿Eso significa que dejaron de ser contrainsurgentes?
En cuanto a la “opacidad intelectual” con la que policías, militares (y civiles, especialmente los políticos) enfrentaron la atípica –para Latinoamérica– insurrección senderista, ello es algo evidente y profusamente documentado. Celebro el debate y la polémica en tanto se empeñen con un mínimo de coherencia.