Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2418 de la revista ‘Caretas’.
Nada como el Año Nuevo para intentar (o reintentar) cosas nuevas.
El domingo 3 una narcoavioneta boliviana aterrizó en el VRAE.
Era la primera después de largas semanas de silencio aéreo, escasez de compradores y caída del precio de la coca. El hasta hace poco dinámico narco-puente aéreo entre el VRAE y Bolivia había sido desbaratado mediante una singular ofensiva en tierra: la inhabilitación reiterada, a presión, de pistas de aterrizaje teóricamente clandestinas (aunque estaban a la vista de todos) por parte de las fuerzas de seguridad.
Ese método, que antes había fracasado cuantas veces se intentó, tuvo esta vez éxito merced a la energía, tenacidad y empleo masivo de recursos que utilizaron las fuerzas de seguridad para inutilizar las pistas en el VRAE y también en Alto Pichas.
Pero, como se sabe, con el fin de año ocurre una solución de continuidad en las Fuerzas Armadas y la Policía: se producen los ascensos, los pases a retiro, los cambios de colocación, de comando, experiencia y estilo. Eso fue interpretado como una ventana de oportunidad por cuando menos algunos narcos.
La avioneta CP 3010 aterrizó en Cerro Verde, cerca de Puerto Ene. Sea por la mala calidad de la pista o por los nervios del piloto (ya había despegado el helicóptero de ataque Mi-25 a darle el encuentro), la avioneta se averió y quedó inutilizada para el despegue. No tuvieron tiempo de incendiarla, sino apenas de sacar equipos de navegación y huir con el piloto y la droga sin embarcar antes de que llegaran las fuerzas de seguridad.
El narcovuelo fracasó, pero sirvió para recordar la precariedad de las victorias parciales, de los avances no concluyentes, tanto en el ámbito de la lucha contra las drogas como de la contrainsurgencia.
En ambos frentes, que comparten territorios pero que –contra lo que muchos sostienen– son sustancialmente diferentes entre sí, las fuerzas de seguridad llevan a cabo misiones especializadas que han logrado indudable, aunque no suficiente, progreso en los últimos dos o tres años. Ha sido el resultado de varios factores, entre otros de la experiencia y la disposición a innovar, cambiando métodos y paradigmas tradicionales por otros, probados con éxito en la práctica propia o ajena; lo cual es una de las características de toda organización militar o policial con perspectivas de éxito.
Esa combinación de experiencia y flexibilidad describe al grupo relativamente pequeño de miembros de la Policía y las FFAA que han pasado buena parte de su carrera confrontando con cierto éxito a narcos o senderistas.
«Con algo más de 70 generales, la PNP ahora triplica aproximadamente el número de mariscales que tuvo Napoleón en la Grande Armée».
Pero ser exitoso en la misión no significa ser exitoso en la carrera. Y nada como el fin del año para demostrarlo. Es entonces cuando se definen los ascensos y los pases a retiro que, para muchos, significan la verdadera razón de ser de su profesión: utilizar todos los recursos de la estrategia y la táctica en los campos de maniobra de la burocracia y la cortesanía.
No he visto bien todavía los ascensos en las Fuerzas Armadas, pero el proceso de la Policía ha sido, una vez más, ilustrativo.
Este año hubo no pocos ascensos al grado de general en la PNP. De hecho, ahora hay algo más de 70 generales en la institución, que es aproximadamente tres veces más que el número total de mariscales que tuvo Napoleón en la Grande Armée.
Es verdad que, como me dijo un alto funcionario del sector Interior, Napoleón no fue policía y que uno no debe comparar peras con manzanas, pero tampoco quisiera utilizar a Fouché como comparación. De manera que quizá ayude saber que el escalafón completo de dirección de Carabineros de Chile consta de 36 generales “de arma” y 41 en total, incluyendo Sanidad, Justicia e Intendencia. Parecido a los que tiene la Policía Nacional de Colombia.
Supongamos que el número total de generales no sea, después de todo, tan importante. Que, aún con el riesgo de una cierta inflación, promueva la meritocracia en una suerte de keynesianismo burocrático.
Hubo ascensos extraordinarios por acción distinguida, entre ellos el de un flamante general cuya hazaña fue limpiar de ambulantes la avenida Aviación.
Parece que eso impresionó tanto a quienes decidieron los ascensos que ni siquiera tomaron en cuenta la postulación de, por ejemplo, el coronel PNP Arquímedes León.
León es todavía el jefe de inteligencia del CE-VRAE, el primer policía en ser nombrado y mantener el puesto durante la gestión de varios jefes militares en el VRAE. Fue el presidente Humala quien nombró a León, al ver, desde la experiencia del Huallaga, el excelente resultado que lograba la simbiosis operativa entre la Policía y las Fuerzas Armadas. Y simbiosis es el concepto que mejor describe los progresos operativos logrados en el ámbito de la contrainsurgencia y, en parte, la lucha contra el narcotráfico: desde la composición del CIOEC en el Comando Conjunto hasta las unidades mixtas en el VRAE y el manejo policial de la inteligencia.
Nueve años continuos en una misión en la que la regla es un máximo de dos, revelan que el coronel León acrecentó la experiencia que trajo al VRAE y fue parte importante de los progresos logrados ahí. Sin embargo, no fue siquiera considerado para el ascenso.
¿Por qué? Porque, según me explicaron, para ascender a general se necesita treinta años de servicio en la PNP y León, que ascendió rápido, tiene apenas 27. Olvidemos que la mayoría de grandes generales (y detectives) en la historia han sido relativamente jóvenes (hubo, claro, viejos extraordinarios, pero fueron la minoría); y pensemos entonces en la causal de acción distinguida.
“León es un excelente oficial” me dijo un alto mando de la Policía, pero, añadió, ya fue ascendido por acción distinguida y no se lo puede hacer dos veces. Eso, de paso, no es cierto, pues hay varios casos de más de un ascenso por acción distinguida. Pero ¿es eso lo que explica que se haya preferido la limpieza de la avenida Aviación a las complejas, riesgosas y vitales operaciones en el VRAE? ¿Alguien puede llamar a eso meritocracia?
Me he centrado en el caso del coronel León porque creo que es uno de los que ilustra en forma más patente el nocivo absurdo que crean las decisiones de favor, maquilladas con argumentos endebles. Pero no es el único.
Un policía invitado al retiro este año ha sido el mayor PNP José Luis Gil. Veterano del GEIN, Gil hizo con los años el tránsito de investigador vehemente a notable analista en el tema del senderismo y la violencia política. Una formación de esa naturaleza es el producto de años de experiencia y estudio. Y ahora, con superlativa torpeza, la PNP ha desechado ese conocimiento experto. ¿Por qué?
¿Se quiere una Policía mejor? Hay solo una manera de lograrlo: promoviendo a quienes logren éxitos a través de un trabajo de honesta calidad. La misión policial es compleja y variada, de manera que hay muchas formas (unas más importantes que otras) de llevarla bien a cabo, desde quienes enfrentan con intrepidez al crimen organizado, hasta quienes mantienen funcionando con eficiencia a la organización. Pero eso, ciertamente, no incluye el arte de llevarle el maletín y los asuntos al jefe para ganarse su recomendación y ascenso.