Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2460 de la revista ‘Caretas’.
En casi todo conflicto hay un momento de inflexión, a veces prolongado, otras veces muy corto, que determina el curso de los hechos. No siempre se lo percibe cuando ocurre pero luego queda claro para casi todos que la disyuntiva se resolvió, que la victoria de unos y derrota de otros, ha cambiado el orden de las cosas.
Eso es lo que, si se confirma formalmente la información, acaba de suceder en el histórico caso Lava Jato. Pasado el punto de inflexión se ha iniciado el desenlace.
De acuerdo con la información que publicó OGlobo este martes 25, Odebrecht ha cerrado un acuerdo de delación premiada con las autoridades de la fiscalía federal anticorrupción. Ello termina, para todo efecto práctico, con la etapa antagónica del caso Lava Jato y empieza la otra larga, dramática, de confesión y revelación.
Porque no es solo Marcelo Odebrecht quien se ha sometido a la delación premiada. Es la corporación entera, con por lo menos 50 altos ejecutivos de la firma (otros hablan de 68), que ingresan en un proceso conjunto de confesión.
«Odebrecht tuvo varias “fricciones” con sus abogados en septiembre. “Los gritos se escuchaban en el corredor” dijeron agentes de la Policía Federal, según Folha».
En el concierto de las grandes empresas brasileñas, Odebrecht fue siempre el primus inter pares. Ahora, hasta en la delación mantiene su ventaja comparativa.
¿Cómo funciona la delación premiada en Brasil? Imaginen una colaboración eficaz con esteroides. Su gran ventaja es que puede premiar mucho, si se llega a un acuerdo, pero también puede castigar mucho si se incumple o rompe lo pactado.
La delación premiada es un instrumento de investigación para el sistema anti-corrupción brasileño, con un grado alto de discrecionalidad. Lo que se ofrece un día, para obtener información y pruebas, puede retirarse del todo si se ha obtenido lo que se buscaba de otras fuentes. Es una rendición, pero a la vez una oportunidad que puede perderse si no se la toma cuando hay información que ofrecer.
Los «irreductibles»
Hace poco más de un año, en julio de 2015, parecía poco probable que el orgulloso Marcelo Odebrecht, preso desde junio, pero con su poderosa organización básicamente intacta, pudiera terminar pidiendo una delación premiada.
Odebrecht, Otávio Marques de Azevedo (de Andrade Gutierrez) y Léo Pinheiro, de OAS, fueron los principales empresarios en sostener una posición irreductible. Proclamaban que su detención era un atropello y exigían su libertad.
Otros empresarios –como Ricardo Pessoa, de UTC; o Dalton Avancini, de Camargo Corrêa, habían entrado ya en procesos de delación premiada. Pero Odebrecht y Marques de Azevedo mantenían una posición de resistencia que, como escribí en julio del año pasado: “niega todos los cargos, descalifica las confesiones y ataca las pruebas”.
Sus equipos de abogados estaban respaldados por funcionarios de relaciones públicas de la Corporación. Ese mes, en Lima, los empleados de Odebrecht nos entregaron un USB en forma de llave que simbólicamente nos daba acceso a toda la información de la compañía. Apertura, activismo, orgullo corporativo, describían su actitud. Los abogados esperaban que sus apelaciones en Brasilia resultaran en la libertad de Marcelo Odebrecht
¿Cómo cambiaron las cosas? El primer contraste contundente fue cuando los investigadores brasileños, con la colaboración de las autoridades suizas, lograron revelar y describir en detalle cada paso del proceso de lavado de dinero que se siguió para pagar coimas a funcionarios de Petrobras. El gráfico que ilustraba las operaciones fue una infografía no solo eficaz sino noqueadora.
Ahí, Odebrecht no solo paró la campaña de relaciones públicas, de supuesta apertura, sino la cambió por el silencio. Dijeron que a partir de entonces solo se iban a pronunciar dentro del proceso. Y comprendieron que los procuradores y policías federales que enfrentaban, eran mucho más capaces y estaban mucho mejor informados de lo que suponían.
El siguiente golpe fue la sentencia que emitió, en marzo de este año, el juez federal Sergio Moro contra Marcelo Odebrecht. Moro condenó a Odebrecht a 19 años y cuatro meses de prisión, junto con otros ejecutivos de la Corporación. Odebrecht comprendió entonces de que existía una seria posibilidad de pasar los siguiente veinte años de su vida en prisión.
El propio juez Moro le recomendó, en la sentencia a Odebrecht, llegar a un acuerdo de delación premiada. “El Grupo Odebrecht”, escribió Moro, “por su dimensión, tiene una responsabilidad política y social relevante y no puede huir de ella, siendo necesario como primer paso para superar el esquema criminal y recuperar su reputación, asumir la responsabilidad por sus faltas (…) Es peor para la reputación de la empresa intentar encubrir su responsabilidad”.
Es probable que entonces ya estuvieran en curso las primeras negociaciones para la delación premiada, que avanzaron con mayor velocidad a medida que nuevas pruebas, confesiones adicionales, debilitaban la posición de Odebrecht.
El grupo “irreductible” colapsó eventualmente y tanto Marques de Azevedo, de Andrade Gutierrez, como Pinheiro, de OAS, entraron en procesos de delación premiada.
Ahí empezó una suerte de competencia entre los ex resistentes, puesto que el que tomara mayor iniciativa en las delaciones lograría mayores beneficios y dejaría al resto con menos información que negociar. Pinheiro, de OAS, avanzó mucho en su proceso de delación, hasta que este fue anulado –por lo menos temporalmente–.
Hay quienes vieron en ese contraste de Pinheiro la mano de Odebrecht, que habría saboteado el proceso para no disminuir el valor de sus propias confesiones.
La negociación se hizo eventualmente corporativa, con, según sostiene OGlobo, la intervención directa de Emilio Odebrecht, el padre de Marcelo. En ese contexto cuajaron los acuerdos principales, que obligaron a por lo menos 50 altos ejecutivos de la corporación, incluido Marcelo, a cooperar contestando con verdad cualquiera de las preguntas de los procuradores.
Crisis
Pese a su masividad, el acuerdo de delación premiada pasó por ratos de gran tensión y posibilidad de fracaso casi hasta el final.
Según Folha, el empresario tuvo varias “fricciones” con sus abogados. La mayor tensión habría ocurrido en septiembre, en “la segunda de tres entrevistas” para definir los temas relacionados con su colaboración.
Ahí, según Folha, Odebrecht discutió con los procuradores primero y luego con sus propios abogados. “Los gritos se escuchaban en el corredor” de acuerdo con los agentes de la Policía Federal. La reunión tuvo que suspenderse.
Al retomarla, Odebrecht habría dicho, de acuerdo con Folha, que “había pensado en el futuro de su familia e iría a cooperar”.
Ahora, hecho el acuerdo de delación, viene la etapa de la catarata confesional.
Causará, para empezar, un problema de análisis y compaginación. Cada procurador tendrá a cinco o más ejecutivos por interrogar. Si la experiencia sirve de guía, algunos de los delatores serán interrogados hasta 50 veces.
Pero detrás de todas esas dificultades emergerá de su represamiento la verdad de la historia, de los negociados, de los sobornos y sus montos, de las trampas, las cutras y sus costos. Los nombres de los perpetradores y los de sus jefes.
Por lo pronto, OGlobo ha adelantado que, de acuerdo con sus fuentes, el presidente de Brasil, Michel Temer y el expresidente de la Cámara de diputados, Eduardo Cunha, estarán entre los denunciados.
Primero se revelarán en confesión los nombres de los corruptos brasileños de alto nivel. La lista no solo será larga, según adelantan, sino “democrática”: de todos los partidos y tendencias.
Luego vendrá el turno de delatar al resto de corruptos en Latinoamérica. Estoy seguro de que la lista será similarmente “democrática”: cutreros de todo origen y convicción.
Y así resultará que aprenderemos la historia real de América Latina no a través de la enseñanza sino de la delación.