Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición la 2499 de la revista ‘Caretas’.
Hace algo más de diez años, en 2007, apareció en internet un periódico digital de apariencia fúnebre, desde el que emergía, sin embargo, una especie de luctuoso optimismo.
Se llama el “Newspaper Death Watch” y es un registro de defunciones, agonías y entropías de los periódicos metropolitanos estadounidenses desde 2007. Y por lo que se ve, el cementerio crece y las salas de cuidados intensivos nunca están vacías. En esos años, ese registro provocaba resonancias existenciales para la mayoría de nosotros y era el tema de buena parte de nuestras discusiones. Si el periódico muere, ¿morirá también el periodismo?
Ahora el tema prosigue, la lista se alarga pero, hasta donde veo, la angustia existencial se ha silenciado. Los hechos de estos años han producido el creciente consenso de que el periodismo no comparte el destino del periódico, como lo anunciaba, con el ‘luctuoso optimismo’ mencionado arriba, el lema del Newspaper Death Watch: “Crónica de la decadencia de los periódicos y el renacimiento del periodismo”.
Pues sí. Con todas las inestabilidades propias de un cambio de era, ha emergido un periodismo vigoroso, en un fluido ecosistema que no solo permite crecer a las nuevas formas de organización sino adaptarse a buena parte de los medios tradicionales que lograron evitar el ‘Death Watch’.
«Las revelaciones hechas por la Red mostrarán en forma cada vez más clara y precisa el mapa de la corrupción latinoamericana».
El periodismo de investigación que hace pocos años parecía desahuciado (el primero en ser lanzado por la borda cuando los periódicos empezaban a escorar y hacer agua), no solo logró sobrevivir sino crecer y superar en alcance al que se logró en los mejores momentos del periodismo tradicional. Y eso a partir de organizaciones nuevas, frecuentemente precarias, con incierto pronóstico de vida, pero dotadas –quizá por convertir la incertidumbre en creatividad y energía– de mucha mayor flexibilidad, capacidad de acción y ausencia de las trabas organizativas que con frecuencia sufren los periodistas en las redacciones tradicionales.
Los nuevos medios digitales, muchos de ellos sin fines de lucro (como IDL-Reporteros, que dirijo, fundado en 2009), vigorizaron paradójicamente el periodismo de investigación tradicional, que se vio obligado a competir o, más frecuentemente, a colaborar, con la agilidad y energía de los nuevos medios.
Pero lo que potenció enormemente al nuevo periodismo de investigación fue la acción en consorcio, en redes, bajo diversos esquemas de coordinación que tuvieron por lo general una característica común: la operación mancomunada temporal sin perder la independencia de sus integrantes.
En IDL-Reporteros, la investigación del caso Lava Jato –que empezamos como tal en 2015, después de haber investigado desde 2010 a las constructoras brasileñas en el Perú, especialmente a Odebrecht–, nos llevó a comprender pronto que un caso tan complejo como este, y de naturaleza fundamentalmente internacional, iba a necesitar la cooperación con periodistas investigadores de países claves dentro del caso.
¿Cómo organizar la Red? Había varios modelos y alternativas, pero la opción que tomamos, basados tanto en la demanda de la investigación como en nuestros estilos de trabajo, fue la de armar una red no de medios sino de periodistas. Otra decisión fue organizar un grupo que lograra el mayor impacto con el menor número posible de periodistas. Así, las tareas de coordinación, discusión y publicación se hacían manejables y veloces. Y sobre todo, buscamos que la red no tenga jerarquías y que la relación y el trabajo estén basados en la confianza mutua, tanto, por supuesto, en la honestidad de cada cual, cuanto en el cumplimiento disciplinado y eficiente de tareas y misiones.
Junto con mi colega Romina Mella integramos la red con Rolando Rodríguez, de La Prensa, de Panamá; Joseph Polizsuck, de Armando.Info, de Venezuela; Hugo Alconada, de La Nación, de Argentina; Fabián Werner y Darío Klein, de Sudestada, de Uruguay. Hay otros periodistas en proceso de incorporación y otros que precisan mayor discreción. Como se ve, los periodistas de la Red trabajan en diversos tipos de medios pero tienen en común la experiencia y el conocimiento de la investigación periodística.
En el camino surgió la necesidad de ponerle un nombre a la Red. Dado que el objetivo estaba bastante claro y las dificultades también, le pusimos la Red Latinoamericana de Periodismo de Investigación Estructurado, en un guiño irónico a lo que fue la Oficina de Operaciones Estructuradas de Odebrecht. Una estructura clara para investigar la oscura.
Los resultados fueron rápidos. Seguir las operaciones de la notoria Constructora Internacional del Sur en Panamá, nos llevó a encontrar, investigar y descubrir la organización peruana de lavado de dinero que tuvo Odebrecht en este país y que operó tanto domésticamente como hacia afuera. Aunque mucho ha sido descubierto por la Red, la investigación de la organización dirigida por Gonzalo Monteverde continúa todavía.
Otra información que nos llegó al Perú, de pagos sospechosos hechos por un doleiro, Leonardo Meirelles, tenía, entre varios otros a un beneficiario argentino que parecía interesante. Cuando le pasamos la información a Hugo Alconada, este informó que el beneficiario, Gustavo Arribas, era, nada menos, jefe de la agencia federal de inteligencia argentina y amigo cercano del presidente Macri. Las publicaciones de Alconada remecieron el escenario y llevaron a investigaciones fiscales así como a extraños sobreseimientos judiciales.
En estos últimos días, nuestra Red publicó información precisa, de Josef Poliszuk, sobre los diferentes montos de dinero que Odebrecht destinó tanto a la campaña de Maduro como a la de Capriles y varios otros. Por su lado, IDL-Reporteros publicó la información, con audios incluidos de la conversación en la que el ex Superintendente de Odebrecht en Ecuador, José Conceição Santos, graba al ex contralor general del Ecuador, Carlos Pólit, mientras hablan sobre las millonarias coimas que aquel le pagó a este.
En Panamá, Rolando Rodríguez publicó antes información precisa sobre los montos millonarios de las coimas que Odebrecht pagó a los hijos del expresidente Ricardo Martinelli. Y Sudestada ha aclarado el papel de Uruguay en la formación de compañías y estructuras para el lavado de dinero.
Las revelaciones hechas por la Red mostrarán en forma cada vez más clara y precisa el mapa de la corrupción latinoamericana en la obra pública y también revelarán nombres de los corruptos más importantes y poderosos junto con los montos que cobraron para enriquecerse robando a su nación.