Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2550 de la revista Caretas.
En medio de los remezones del Lava Juez, el caso Lava Jato peruano inicia una nueva etapa que puede resultar decisiva. Este jueves 2, una delegación de Odebrecht encabezada por Fábio Januário, presidente de Odebrecht Ingeniería y Construcción, se entrevistará con los fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez, que acaban de asumir la investigación completa del caso.
La entrevista marca todo un cambio de actitud. Hace pocas semanas Odebrecht pidió a la procuraduría [fiscalía] federal de Brasil suspender la cooperación con las autoridades peruanas, por, según alegaron, incumplimiento de los acuerdos de inmunidad firmados. La procuraduría brasileña aceptó el pedido y abortó diligencias que estaban a punto de llevarse a cabo. Dos fiscales peruanos –Germán Juárez Atoche y José Domingo Pérez Gómez– que viajaron a Salvador a entrevistar al exjefe del sector de operaciones estructuradas de Odebrecht, Hilberto Silva, tuvieron que regresar a Lima sin poder hacer el interrogatorio.
La buena relación actual de la procuraduría federal (incluyendo los grupos de tarea que llevan hasta hoy el caso Lava Jato) con Odebrecht no debiera ya sorprender. Ella se construyó a partir de la capitulación de Odebrecht a fines de 2016 y luego de someterse a procesos de delación premiada y lenidad en forma corporativa. A la par, las reformas internas de la compañía llevaron a cambios profundos en procedimientos, controles y doctrina que para varias autoridades resultaron en su rehabilitación.
“La Odebrecht de hoy es sustancialmente diferente a la avasalladora empresa de ingeniería y corrupción a gran escala que liderara Marcelo Odebrecht hasta su arresto en 2015”.
De hecho, en julio pasado una reformada Petrobras levantó las restricciones para contratar con una reformada Odebrecht por primera vez desde que reventó el escándalo de Lava Jato. Y en una reciente y señalada decisión, el juez Sergio Moro prohibió a otras entidades del gobierno utilizar las pruebas del caso Lava Jato contra las empresas y los delatores. Moro indicó que es necesario protegerlos contra “sanciones excesivas […] [que pueden] desalentar la celebración de esos acuerdos y desalentar acuerdos futuros”.
El nombre corporativo no ha cambiado, la historia tampoco; hay incluso varios personajes de ayer que continúan hoy, pero en aspectos fundamentales de métodos, estrategia y moral corporativa, la Odebrecht de hoy es sustancialmente diferente a la ambiciosa, avasalladora empresa de ingeniería y corrupción a gran escala que liderara Marcelo Odebrecht hasta su arresto en 2015. La Odebrecht de hoy da la impresión de una compañía que ha aplicado su capacidad de ingeniería en la reconstrucción de sí misma, que busca preservar cualidades distintivas (desde la disciplina y lealtad a la empresa hasta la calidad en ingeniería) mientras destierra o elimina el elaborado sustrato delictivo que hasta hace poco la acompañó, incluyendo a la mayoría de los ejecutivos que se acogieron a la delación premiada.
Unos pocos entre esos hoy exejecutivos se han alejado de la corporación (el más notorio es Fernando Migliaccio), pero la mayoría de los réprobos mantiene su lealtad a la empresa que aunque los exilia no los abandona. Uno de ellos es Jorge Barata.
La cultura empresarial es un factor importante para explicarse esa lealtad. Otro no menos importante es el sistema de delación premiada, que les permite evitar largas penas de cárcel pero a costa de cooperar cuantas veces lo requieran las autoridades y siempre sobre la base de decir la verdad y no omitir nada significativo. Mentir u omitir puede suponer perder todos los beneficios e ir a la cárcel. Y por eso, para los delatores (y los lenientes) resulta lógico manejarse en un contexto corporativo, que asesora y organiza su colaboración.
La delegación de Odebrecht que llegó ayer a discutir los términos de colaboración con las autoridades peruanas es, como queda dicho, encabezada por Fábio Januário, el presidente de Odebrecht Ingeniería y Construcción. Un hecho interesante es que uno de los miembros de la delegación sea Carlos Kauffman, abogado de Jorge Barata y Luiz Mameri. Está claro que Odebrecht sabe que cualquier negociación válida en el Perú supone incluir las confesiones a fondo de dos de las personas (hay otras más) que mejor conocen a quiénes se coimeó a lo largo de los años.
Según entiendo, antes del viaje de su delegación al Perú, Odebrecht ofició a la Procuraduría federal brasileña pidiéndole que se reanude la colaboración con las autoridades peruanas.
Eso fue en reacción al nombramiento de los fiscales Rafael Vela y José Domingo Pérez al frente del equipo especial, ahora unificado, para el caso Lava Jato. Ambos, como se recuerda, lograron avances muy importantes a través de la colaboración directa con la procuraduría brasileña cuando solo podían ver las contribuciones ilegales a las campañas electorales en Perú. Ahora que han pasado a llevar todo el caso, la posibilidad de solucionar y terminar el caso aparece probable y cercana.
¿Por qué le interesa a Odebrecht terminar el caso? Para lograr lo que ha conseguido ya en Brasil: purgarse del pasado a través de la confesión plena, las penitencias consecuentes y las reformas internas para lograr la rehabilitación corporativa, que significa volver a trabajar, aunque gran parte de sus ingresos durante los próximos años tenga que ir al pago de multas y reparaciones. ¿Les conviene? Por supuesto que sí. Pregunten a Siemens, a Alstom, a Telia, si les convino o no pasar por ese proceso.
Eso no significa que la negociación vaya a ser del todo fluida. Uno de los puntos que preveo más ríspidos será el cálculo de las multas y reparaciones que Odebrecht deberá pagar. Sugiero insistir que se aplique proporcionalmente la misma fórmula que se usó en Estados Unidos y en Brasil, con plazos de pago parecidos. Quedará claro, cuando se llegue a ese acuerdo, que la compañía deberá poder volver a trabajar aquí, a fin de, entre otras cosas, pagar multas y reparaciones. ¿Lo hará bajo el mismo nombre o con una razón social diferente? No creo que eso tenga gran importancia. Lo que sí la tiene, a mi entender, es la imagen de una compañía arrepentida y reformada que inicia una nueva vida empresarial luego de limpiarse de culpas y secretos.
En esto último radica la gran ventaja que representa una buena negociación para el Perú: Las confesiones completas, la revelación de la identidad de todos los corruptos y el monto de sus sobornos.
Para los fiscales peruanos lo más importante es lograr confesiones prontas. No de uno o dos sino de todos los involucrados en sus varios niveles. En el nivel alto, no solo de Jorge Barata, Luiz Mameri, Ricardo Boleira y los exejecutivos de Caja 2, sino también de Marcos Grillo, el especialista en alimentar al sector de operaciones estructuradas desde los proyectos rentables, y de Olivio Rodrigues, el señor offshore, entre otros.
Y en el segundo nivel, las de veteranos como Raymundo Serra y otros jefes de proyecto que junto con llevar las obras manejaron también el lado oscuro.
Un programa intenso de confesiones colectivas, ayudado por los datos de los servidores recuperados por Brasil, que utilice lo aprendido en la delación corporativa de 2016-2017, producirá mucha información nueva –alguna quizá sorprendente–, dará muchísimo trabajo adicional a jueces, fiscales, policías y establecimientos penitenciarios, pero nos llevará a un país que ha descubierto pragmáticamente la verdad y que así reforma su presente y encara mejor su futuro.
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— IDL-Reporteros (@IDL_R) August 2, 2018