¿Qué significa para IDL-R ganar uno de los premios de periodismo de investigación más importantes del mundo?
Como sucede con todo desafío arduo, una investigación periodística compleja y prolongada acorta las horas del día, y las del sueño también, en el contrapunto constante entre los caminos rigurosos del razonamiento y los inesperados de la intuición.
Incluso cuando la circunstancia nos lleva a parar por un rato, no es, por lo general, para alejarse de los trabajos, sino para hablar sobre ellos. Uno sueña con retiros (¿de meditación, de novelas acumuladas, de artes marciales, de motos, de todo junto?), pero el absorbente periodismo de investigación no solo demanda vivirlo, sino comentarlo, debatirlo, contemplarlo.
Así que Romina Mella y yo viajamos a Hamburgo, Alemania, en representación de IDL-Reporteros, a la convención bianual del Global Investigative Journalism Network (GIJN), entre el 26 y 29 de septiembre pasado. Dos entre más de 1,700 periodistas de 130 países —apenas unos 70 de América Latina y España— congregados para apreciar avances, hazañas y amenazas en nuestra actividad; y a la vez enterarse de nuevas tecnologías, técnicas, estrategias de investigación, protección y sostenimiento.
Fue el undécimo encuentro de la gran red mundial fundada en 2003 para apoyar, defender y promover el crecimiento del periodismo investigativo. Desde las simas depresivas de fines del siglo pasado, cuando la investigación periodística parecía encaminada a sucumbir en medio de la crisis existencial de los medios tradicionales, esta no ha parado de crecer y de lograr resultados que antes hubieran sido imposibles.

Los medios pequeños, fundamentalmente digitales, muchos de ellos sin fines de lucro, que surgieron en esos años como precarios botes salvavidas en medio del naufragio masivo de medios tradicionales (luego de echar por la borda a sus unidades de investigación), terminaron formando flotas poderosas que —a veces solas pero, por lo general, congregadas en redes— han avanzado dramáticamente las fronteras del periodismo de investigación.
Junto con el avance parejo ocurrido en democracias consolidadas (por ejemplo, el del notable periodismo de investigación sueco), gran parte del renacimiento descrito acontece en sociedades en crisis, en democracias debilitadas, acosadas por fuerzas antidemocráticas, dentro de escenarios que con frecuencia recuerdan la década de los treinta del siglo pasado. O en naciones abrumadas por el efecto brutal del crimen violento, o en autoritarismos corruptos y represivos, y democracias corruptas también. Así, el nuevo periodismo de investigación se desarrolla en condiciones de dificultad, hostigamiento, frecuente peligro, que añaden a la dificultad intrínseca de su trabajo.
Sin embargo, gracias a la flexibilidad y ligeras estructuras propias de la publicación digital, los medios pequeños resultaron menos vulnerables a presiones pero a la vez capaces de multiplicar su impacto por la publicación en redes y, sobre todo, por poderse dedicar a fondo a la investigación periodística sin las presiones o limitaciones que afectan a muchos medios tradicionales.
Hemos emprendido investigaciones con una disciplina, trabajo y rigor que atraviesa edades y arraiga en los valores fundamentales de nuestra profesión: bregar por darle a todos los ciudadanos el poder de la información necesaria para gobernar su destino.
Pero no es fácil. Nada fácil. Ello fue evidente en la atención que concitaron las exposiciones y discusiones sobre cómo se defiende el periodismo de investigación realizado bajo condiciones hostiles.
Por eso, el premio bianual que otorga el GIJN (el Global Shining Light Award) a la mejor investigación periodística considera, junto con su calidad, las condiciones de peligro, coacción o adversidad en las que fue realizada.
Este año, el premio se dividió por primera vez en dos categorías: el de publicaciones “grandes” (con redacciones de más de 10 periodistas) y pequeñas sin comillas (redacciones de menos de 10 personas). En total, compitieron casi 300 investigaciones de todo el mundo.
En esta última categoría, IDL-Reporteros había sido honrada como uno de los cinco finalistas, como informamos hace varias semanas, por sus investigaciones concurrentes en los casos de Lava Jato (en el Perú) y Lava Juez.
Los otros cuatro trabajos finalistas eran investigaciones de gran calidad, realizadas con enorme coraje y talento por periodistas de Kenia, Sudán del Sur, México, Venezuela. Igualmente notables, aunque de geografías diferentes, eran los trabajos de las redacciones “grandes”.
La premiación fue el penúltimo día de la conferencia, en el auditorio de la universidad de Hamburgo. Tanto Romina como yo asistimos sin expectativa de ganar. Los otros trabajos eran muy buenos y suficiente honor teníamos con haber sido nombrados finalistas.
Llegó el momento de anunciar al ganador de nuestra categoría. Cada uno de los finalistas fue mencionado y brevemente descrito. Primero se proclamó la mención honrosa (o, más apropiadamente, Mención de Excelencia) a ‘The Profiteers’, que en este caso significa, “los Traficantes”, una fantástica serie de documentales de Africa Uncensored, de Kenia, sobre cómo las corruptas clases dirigentes de Sudán del Sur lucraron mediante el tráfico y saqueo de su atormentada nación.

Entonces se anunció que IDL-Reporteros había sido galardonado con el premio y la incrédula sorpresa del primer momento fue seguida por, claro está, la gran felicidad de haberlo logrado, junto con la muda gratitud de no tener que hablar, pues esa fue una de las pocas ocasiones en la que dos periodistas se quedaron sin palabras.
En la siguiente categoría, de redacciones “grandes”, dos investigaciones compartieron el premio: “Asesinato en Manila”, de la publicación filipina Rappler; y “Las filtraciones Gupta”, de una red de medios investigativos de Sudáfrica. La primera es una investigación sobrecogedora sobre las miles de muertes, muchas de ellas ejecuciones extrajudiciales, provocadas por la llamada “guerra contra las drogas” del presidente filipino Rodrigo Duterte. La segunda es una gran investigación colaborativa con base en una masiva cantidad de correos electrónicos que documentaron cómo los hermanos Gupta construyeron un imperio económico mediante una corrupta ‘captura del Estado’ en Sudáfrica.
La mención de Excelencia fue para “La lavandería de Azerbaiyán”, una masiva colaboración transfronteriza que sacó a la luz los complejos sistemas de lavado de dinero (por casi tres mil millones de dólares) que beneficiaron a las corruptas élites dominantes en Azerbaiyán.
¿Qué significa para IDL-Reporteros haber ganado uno de los más importantes premios al periodismo de investigación en el mundo? Por supuesto –y esto es lo más fácil de decir– todos nos sentimos profundamente honrados, honradísimos, por el reconocimiento.
Pero eso dura un rato y pone luego a pensar. Somos un grupo pequeño pero muy diverso de periodistas. Un viejo, yo, y varios jóvenes, incluso millenials, que juntan memorias antiguas con destrezas nuevas: lo que nunca debe cambiar en el periodismo con lo que debe inventarse continuamente de nuevo. Hemos emprendido investigaciones con la energía y determinación inspirada en los grandes precursores decimonónicos (los muckrakers) de nuestra labor, tratando de emplear óptimamente lo más eficiente, y barato, de la tecnología digital.
Parece que ha funcionado bien. Pero no solo por esa mezcla funcional de geriatría rebelde con pediatría precoz, sino por una disciplina, trabajo y rigor que atraviesa edades y arraiga en los valores fundamentales de nuestra profesión: bregar por darle a todos los ciudadanos el poder de la información necesaria para gobernar su destino.
Tuvimos eso claro desde el primer día. ¿Que cambia ahora? Nada más que mayor exigencia en nuestras investigaciones y, ojalá, mejor talento para narrarlas a ustedes, nuestro público, a quienes agradecemos y dedicamos este premio de todo corazón.