Reproducción de la columna ‘Las Palabras’ publicada en la edición 2199 de la revista ‘Caretas’.
El 9 de junio pasado, en Caretas 2184, relaté la emboscada de Choquetira (‘Combate en la zona de muerte’), en la que la patrulla comandada por el capitán EP Juan Medina, sobrevivió una terrible emboscada que, de no haber mediado la destreza y el heroico coraje de los militares que se libraron de la primera explosión, hubiera significado la aniquilación de la patrulla.
Hace pocas semanas, Panamericana televisión transmitió segmentos cortos y borrosos de videos cuyo impacto no disminuía sino acaso se acentuaba por la pobre calidad de la imagen. Se trataba, según Panamericana, de videos tomados durante la emboscada.
He visto ayer lo que creo son todos los segmentos grabados por una cámara de celular o por una cámara de fotos con video de baja resolución. La grabación no fue hecha por la patrulla emboscada sino por la que los rescató en la madrugada del día siguiente, al mando del capitán EP John Hinojosa, que marchó a pie durante toda la noche para socorrer a la patrulla emboscada de Medina (en la que el denuedo y la enorme valentía de los suboficiales Wildo Cárdenas y Régulo Cruz fueron decisivos para evitar el exterminio de la unidad).
Hay, me parece, varios segmentos que no han sido publicados. El movimiento continuo y la baja resolución los hacen borrosos y les dan por momentos una calidad surreal, casi fantasmagórica, como la de una pesadilla que emerge una y otra vez de la niebla de un sueño tormentoso.
Cuando, ayudada por los pobladores cercanos, la patrulla sube a los soldados muertos y a los heridos al tope de un cerro donde aterrizan los helicópteros que los evacuarán, compone algunas de las imágenes más trágicas y conmovedoras sobre los costos de la guerra. En lo alto del cerro andino, batido por el viento yacen los cadáveres, descansan los heridos, esperan los pobladores condolidos y respiran indignación otros soldados, mientras el primer helicóptero empieza la evacuación de las bajas.
Minutos antes, cuando aparecen los helicópteros y rocketean los alrededores, la patrulla está todavía en el fondo de la quebrada y una voz exasperada exclama: “¡Y a esta hora se le ocurre rocketear a ese conchesumadre, cuando los muertos ya están helados!”.
Llegaron tarde, pero no fue por falta de coraje. Nadie puede negarle valor a los pilotos de helicóptero en el VRAE, que vuelan con sus insuficientemente blindados Mi-17 – excelentes helicópteros de carga, pero lentos y vulnerables como aeronaves de combate–, a lugares donde saben que serán atacados por francotiradores senderistas apostados para cubrir la ruta previsible de extracción de una patrulla o evacuación de bajas.
La muerte en acción del comandante EP Esnaider Vásquez, caído junto con el capitán EP Jenner Vidarte, demostró, por desgracia, que el abnegado arrojo de los militares, pilotos o combatientes de tierra, es indispensable, pero no suficiente.
Después de cada uno de esos eventos luctuosos, se repiten preguntas parecidas y argumentos similares, la mayor parte de los cuales tiene en común la falta de información. Y si bien es cierto que todo conflicto armado conlleva, por su propia naturaleza, la posibilidad de sufrir bajas, el curso que ha llevado el conflicto en el VRAE plantea muchas preguntas, que trataré de empezar a responder en la medida de lo que conozco y lo que averiguaré.
• ¿Falta mucho para poder izar el pabellón nacional en Vizcatán? No. De hecho, no falta nada, porque nuestra bandera fue izada en Vizcatán hace tres años, a fines de 2008, cuando la Fuerza Armada inició la ofensiva militar contra Sendero (Ver Caretas 2058, del 18 de diciembre de 2008). Nunca ha sido arriada. No sé quién le dijo al presidente Humala que Vizcatán era un objetivo por conquistar. Si el problema fundamental hubiera sido la toma de un reducto, el conflicto ya habría terminado.
• ¿El Estado le ha dado la debida importancia a la situación en el VRAE? Si el criterio para medir esa importancia fuera el aumento de presupuesto al Comando Conjunto, la respuesta sería inequívocamente que sí. El crecimiento de presupuesto durante la jefatura del general EP Francisco Contreras fue exponencial con relación al que tuvieron sus predecesores. La pregunta es cómo se utilizó este aumento.
• ¿Cuál es el principal problema en la lucha contra Sendero en el VRAE? Me temo que hay varios que compiten por ese puesto, pero si tuviera que señalar uno, diría que es la corrupción y sus secuelas. ¿Por qué? Porque debido a los intereses creados, no se toman las decisiones técnicas más atinadas, ni se lo hace con la suficiente diligencia y prontitud; ni se investiga lo suficiente y castiga como corresponde la evidencia de delitos.
• ¿Ejemplos de lo afirmado? Empezando por lo más, literalmente, general: el enfrentamiento entre generales “gasolineros” con quienes los enfrentaron, llevó a una tensión permanente, y pendular, entre el mando del Ejército y el Comando Conjunto. Primero, cuando Edwin Donayre, notorio “gasolinero” fue comandante general, su enfrentamiento con el Comando Conjunto fue evidente. Luego, cuando Otto Guibovich, oficial totalmente opuesto a Donayre, fue nombrado comandante general del Ejército y Francisco Contreras, investigado también en el caso de los “gasolineros”, fue designado como jefe del Comando Conjunto, el sordo enfrentamiento se convirtió en los hechos en una pequeña guerra clandestina. Algunas de las campañas más sucias de descrédito personal infectaron el Internet. Entre ataques anónimos y esfuerzos de detección y de demolición del grupo opuesto, se derrocharon energías que debieron haberse aplicado, y con urgencia, a la misión.
• ¿Más ejemplos? Inversiones importantes de dinero, pero de difícil evaluación (por entrenamiento, por ejemplo), son investigadas por la Contraloría ahora, incluso en la errática gestión de Fuad Khoury. Entiendo que varios de los hallazgos encontrados hasta ahora deberían ser preocupantes para los investigados.
En otros ámbitos, como el de la Fuerza Aérea, por ejemplo, recomendaciones técnicamente sólidas han sido cambiadas por alternativas dudosas en el nivel de decisión. ¿El resultado? Que sistemas que deberían estar en funcionamiento hace tiempo, todavía no se ponen en marcha.
Dentro del esquema operativo vigente en el VRAE, el transporte aéreo, especialmente por helicóptero, se ha hecho fundamental. Ha sido, a la vez, uno de los puntos más vulnerables por la escasez y limitada versatilidad de la flota de helicópteros. Y la increíble lentitud con la que se ha afrontado esa vulnerabilidad es francamente escandalosa. Se ha perdido vidas como consecuencia de ello.
En ese aspecto específico también ha habido casos graves de corrupción. Combustible para helicóptero depositado en la base de Satipo, por ejemplo, fue vendido clandestinamente a por lo menos un grifo en Pichanaki, con el destino final de las pozas de maceración del narcotráfico. En Iquitos, la Policía Antidrogas capturó también combustible de helicóptero que había sido vendido clandestinamente para el narcotráfico. La procedencia en ese caso fue la Fuerza Aérea.
¿Qué se ha hecho bien hasta ahora? Sin ninguna concesión a la retórica, lo que impresiona más es la determinación y calidad de los combatientes. Los jóvenes oficiales, los técnicos, suboficiales y oficiales de mar. Recuerdo que, hace algunos años, cuando acompañé en Haití al primer contingente de cascos azules peruanos, un general argentino a cargo de los militares sudamericanos se refirió a los soldados peruanos como combatientes sencillos, austeros y totalmente confiables a la hora del enfrentamiento.
¿Qué les falta a esos combatientes? Liderazgo capaz y honesto, en toda la cadena de comando.
¿Qué otra cosa se hizo bien? En el inicio de su gestión, el general EP Luis Howell comenzó con un esfuerzo decidido de integración operativa en áreas importantes con la Policía, en particular con grupos especializados. Fue una excelente decisión que se ha frenado parcialmente con el nuevo gobierno, cuya desconfianza en ese ámbito puede hacer retroceder lo poco avanzado.
En las semanas próximas continuaré desarrollando el tema.