Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en el diario El País el 12 de mayo de 2017.
Cuántas jornadas más de sufrimiento, sangre y heroísmo callejero deberán pasar los venezolanos.
En Venezuela los enfrentamientos se enardecen mientras, paulatina pero sostenidamente, la oposición democrática alcanza la resistencia y tenacidad que no logró en el pasado y su conquista de la calle se hace cada vez más notoria. La situación parece aproximarse al desenlace, aunque sea difícil prever a estas alturas cuán largo será.
La estrategia de los movimientos de rebelión no violenta está predicada en la capacidad de absorber sufrimiento y convertirlo en un motor de acción y movilización social crecientes. No es martirologio sino activismo en continua intensificación. La experiencia histórica muestra que la estrategia de no violencia no impide brotes, a veces muy vivos, de violencia táctica. En términos generales, sin embargo, el desenlace del conflicto suele saldarse con un número de víctimas muchas veces menor que el que ocurre con revoluciones violentas… Aunque hay excepciones.
Dicho lo cual, pese a su fuerza semántica, los cócteles puputov no enfrentan eficazmente las balas aunque impregnen los escenarios represivos. Entonces, ¿cuántas jornadas más de sufrimiento y sangre, de heroísmo callejero, de gases lacrimógenos, olor a pólvora y hedor a mierda habrá de sufrir el pueblo venezolano antes de conquistar la democracia e iniciar su incierto camino? No creo que nadie pueda calcularlo con precisión, pero probablemente la victoria se logrará cuando se resquebraje la voluntad de resistir del Gobierno opresor.
«Pese a su fuerza semántica, los cócteles puputov no enfrentan eficazmente las balas aunque impregnen los escenarios represivos».
El año 2000 vivimos en el Perú una circunstancia grosso modo parecida a la que hoy sufren los venezolanos. Hubo mucho en común entre el fujimorismo y el chavismo. Pese a pintarse el uno de derechas y el otro de izquierdas, colaboraron entre sí. Fujimori (y Montesinos, el poder detrás del trono) asilaron y protegieron inmediatamente a militares golpistas venezolanos antes del triunfo de Chávez, unidos por su vocación autoritaria, y por su estrategia común de convertir a la Fuerza Armada en el real partido político del Gobierno. En el caso del fujimorato hubo una característica adicional: el papel desproporcionadamente importante que jugó el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) en el manejo político de los militares, el Estado y la sociedad en general, bajo la dirección vertical de Montesinos, el Svengali de Fujimori.
La desproporción de fuerzas de la oposición democrática el 2000 frente a la dictadura fujimorista era abrumadora. Controlaban todos los poderes del Estado, sin excepción: a los empresarios nacionales, las corporaciones extranjeras, los medios de comunicación (salvo pocas, preclaras excepciones). Montesinos era el mayor editor de medios en la historia del país y tenía además el manejo directo de un conjunto de tabloides de ataque, que eran los cotidianos cócteles puputov de la dictadura. La oposición democrática estaba profundamente infiltrada por el SIN (tanto que un gran número de los parlamentarios elegidos por ella se pasó al fujimorismo antes siquiera de juramentar el cargo).
Esa era la situación en mayo del 2000. Sin embargo, a fin de año el fujimorato había caído y una nueva democracia regía, plena de esperanzas, el país. ¿Cómo se logró? Las respuestas son, sin duda, complejas y discutibles. Pero aquí mencionaré algunos de los elementos, en mi opinión, decisivos en el desenlace y que, creo, son parcial o totalmente utilizables en Venezuela.
La conquista de las calles, en todo el país. No solo llenamos las plazas de ciudades grandes y pueblos pequeños sino que, paulatinamente, sacamos al fujimorismo de ellas. En junio-julio de ese año, las contramanifestaciones constriñeron a Fujimori a discursos y baile bajo techo.
Romper el bloqueo informativo. No había entonces redes sociales. Utilizamos cadenas radiales alternativas, radios comunitarias, Internet (ya entonces) y el poder de la calle.
Liderazgo y unidad opositora. Toledo (sí, pese a la indeleble vergüenza de hoy) fue un líder que convocó el entusiasmo y fervor colectivos y que a la vez se estableció como un respetuoso primus inter pares con los demás movimientos de oposición que se alinearon con él.
Eficaz inteligencia contra la dictadura. Pese a ser ese un Gobierno de espías, logramos tener una información buena sobre lo que se hacía y complotaba en el Gobierno, así como de sus resquebrajamientos internos.
Conflictos internos de la dictadura: Para enfrentar nuestro movimiento imperó la línea dura del Gobierno, dirigida por Montesinos, que intimidó y acalló a quienes querían negociar. No solo eso, Montesinos (cuyo proyecto de Gobierno era de por lo menos tres décadas), conspiró para derrocar a Fujimori cuando lo sintió vacilar.
Revelación de fulminante información condenatoria contra la dictadura. Los primeros “vladivideos” filtrados revelaron lo que se sospechaba sobre la profunda corrupción del régimen, pero con la fuerza y contundencia de una evidencia irrefutable. A partir de ahí, todo fue cuesta abajo para el fujimorato.
¿Qué puede pasar en Venezuela en los próximos meses? Si se amplía la conquista de la calle y de los barrios; si la oposición logra una mejor unidad funcional; si establece contactos discretos con oficiales asqueados de reprimir; si mejora su capacidad de información sobre las pugnas y resquebrajamientos internos en el madurismo; entonces, las informaciones, apoyadas por evidencia contundente, de casos sostenidos de corrupción perpetrados por jerarcas de la dictadura venezolana, que muy probablemente emerjan a la luz pública dentro de las próximas semanas, podrán tener el efecto catalizador de desenlace que tuvieron los “vladivideos” en el Perú. Ojalá.