Follow the money!, dicen los investigadores experimentados … sigue el dinero, sigue su ruta huidiza, su anonimato creciente en el viaje de una offshore a otra, disfrazado en alguna compañía de gaveta con frecuente nombre de remedio. Obsérvalo entrar a la cuenta cifrada que no remite correspondencia, porque es ahí donde se camuflará el nombre del bribón que robó para poseerlo.
En el caso Lava Jato, casi cada uno de los que robó a su país a cambio de un soborno, lo hizo convencido que el secreto de su delito era impenetrable, gracias a los mecanismos de vanguardia de lavado que, les dijeron y creyeron, garantizaban la impunidad de la cutra.
No fue así. Pero hasta ahora, la mayor parte de las investigaciones que han salido a luz sobre el caso Lava Jato, revelan quiénes fueron los corruptos, cuánta plata recibieron por venderse, quiénes fueron los funcionarios que pactaron con ellos el delito y les organizaron la manera de recibir en forma oculta el monto de los sobornos.
Pero sabemos menos sobre los mecanismos mismos de lavado, las rutas circulares de ensuciado y lavado del dinero.
¿Cuáles eran las características básicas del proceso de la coima?
- El proceso cuidadoso de soborno exigía un secreto sin fisuras de un lado y un pago de la coima más o menos rápido del otro. Rapidez versus seguridad. El coimeado quería saber con prontitud, detrás de ese secreto que “nadie lo sabrá”, si el monto de su cutra ya había sido pagado .
- Eso suponía, por lo general, armar compañías en centros offshore, o utilizar alguna existente que estuviera ociosa. El requisito era ocultar, desde la fundación, el nombre del dueño real de la compañía manteniendo operativo su control mediante poderes amplios extendidos en forma reservada a su nombre por los testaferros.
- La compañía de gaveta necesitaba abrir una o varias cuentas bancarias, en otra parte del mundo por lo general, en cuya documentación se estipulaba confidencialmente el nombre del sobornado como beneficiario final de ese dinero.
- Como los bancos con un nivel supuesto de respetabilidad confrontaban ya la presión internacional para cumplir normas básicas de identificar dinero proveniente de acciones criminales (las diligencias del ‘conoce a tu cliente’ o KYC por sus siglas en inglés), parte del trabajo de la Oficina de Operaciones Estructuradas de Odebrecht y sus aliados (o cómplices) de los bancos, era elaborar historias o perfiles más o menos convincentes para explicar el origen del dinero depositado.
Menudo esfuerzo, dada la cantidad de corruptos que eran coimeados simultáneamente en Perú y varias otras naciones de América Latina.
Luego de cada extravagante sobrecosto aprobado, de cada arbitraje trucho, de cada distorsión de los concursos para favorecer al sobornador, se fundaba una compañía y se abría una cuenta (excepto en las repeticiones); y se preparaba un cuento para contarle al oficial de cumplimiento de los bancos sobre el origen del dinero.
No eran cuentos que pudieran ganar un concurso. No necesitaban serlo. Su auditorio era profesionalmente crédulo. Para eso les pagaban.
Ahora empezamos a contarles la información inédita que IDL-R ha conseguido y procesado, que describe en detalle la historia de las coimas, con la plata como personaje principal y los bribones como actores de reparto.
¿Cómo se presentó los sobornados a sus bancos? ¿Cómo se les hizo aparecer como clientes convincentes? ¿Cómo se cuidaron los ejecutivos de los bancos de no parecer cómplices sino, en el peor de los casos, ingenuos aunque decorosos banqueros cuya buena fe pudo haber sido burlada?
Ahora lo veremos.
El inversionista Luyo
Si Edwin Luyo hubiera contestado honestamente al cuestionario confidencial que el Crèdit Andorrà le pidió llenar para abrir una cuenta de inversión en 2014, sus respuestas habrían sido más o menos así: ‘¿Dónde consiguió el millón 200 mil dólares que ha ingresado a la cuenta?”. Respuesta: “Trabajando con el Estado en la posición apropiada y con los jefes adecuados”. Pregunta: “¿Puede ser más específico?”. Respuesta: “Claro que sí. Gracias a mi opinión y firma favorables, Odebrecht se hizo con el proyecto del Metro de Lima, con el que ganó mucha plata. Antes de firmar, acordamos lo que me tocaría, bajo la condición de que me ponían la plata en un lugar seguro y secreto. Se comprometieron y firmé y ellos cumplieron después”.
Pero ni contestó eso, como veremos, ni nadie esperó que lo hiciera. Entre corruptos, las buenas maneras suponen evitar la verdad como el gato evita el agua.
La historia de cómo Edwin Luyo (junto con varios otros) se hizo inversionista comenzó su sorprendente pero incompleta revelación el 15 de diciembre de 2016. Ese día de diciembre, el otrora poderoso superintendente de Odebrecht en el Perú, Jorge Barata, llegó a la sede de la Procuraduría Federal brasileña en Bahía para confesar ante los procuradores [fiscales] federales Joao Paulo Lordelo y Paulo Roberto Sampaio la suma de coimas y complicidades mediante las cuales, bajo la dirección de Barata, Odebrecht se adjudicó y ejecutó la construcción de los tramos 1 y 2 de la Línea 1 del Metro de Lima. Al decir de Barata, fue el entonces viceministro de Comunicaciones, Jorge Cuba, quien, en 2008, buscó al director de Contratos de la constructora, Carlos Nostre, para ofrecerle ayuda para ganar el proceso de adjudicación.
Esa confesión ha sido contada en detalle en IDL-R, de manera que ahora nos enfocamos en cómo uno de los principales coimeados, Edwin Luyo inició su camino de inversionista en Andorra.
En su confesión, Barata sostuvo que en 2008, el entonces viceministro de Comunicaciones, Jorge Cuba buscó a quien era director de Contratos de Odebrecht, Carlos Nostre, para hacerle saber que “le gustaría mucho que Odebrecht fuera la ganadora de ese proceso”, de adjudicación de la obra del Metro.
Según Barata, Cuba ofreció ayudar por un precio: “… a cambio de una contrapartida [coima, NdR] de 1.4 millones de dólares para que seamos ganadores de ese proceso. Carlos Nostre me informó y yo lo autoricé”.
Cuba no iba solo. En su confesión, Barata dijo que Cuba, “… mencionó que había dos personas en la Comisión que eran de confianza y que permitirían que ganáramos el proceso. Porque el señor Jorge Cuba no estaba en la línea del proceso. No era ministro de Transportes, él era viceministro de Comunicaciones […] Ahí mencionó el nombre de Santiago Chau y Edwin Luyo Barrientos. Y esas dos personas hicieron la validación técnica de nuestro proceso”.
Eso fue en el primer tramo. Para el segundo, Cuba hizo saber, según Barata, que “querían hacer el segundo tramo y hacerlo de la misma forma, con los mismos procedimientos. Solo que ahora el pago [la coima, NdR] sería de 6.7 millones de dólares”. Barata dijo haber ‘comentado’ la nueva petición con Luiz Mameri, entonces líder empresarial de Odebrecht para Sudamérica, y que este aceptó. El pago de las coimas se “hizo de la misma forma, a través de Carlos Nostre”.
Casi dos años después Nostre confesó en Curitiba, en la procuraduría federal. Ahí, las evidentes omisiones y los vacíos de la declaración de Barata en 2016, fueron aclaradas en parte.
Según Nostre, el tramo 1 le costó a Odebrecht 6 millones 900 mil dólares en coimas. Aparte del millón 400 mil dólares que se pagó a Cuba, Odebrecht pagó, entre otras, coimas por 400 mil dólares a Edwin Luyo y otros 400 mil a Santiago Chau Novoa. Ambos integraron el comité de selección.
En el segundo tramo del Metro, Nostre afirmó que Jorge Cuba recibió 5 millones de dólares. Edwin Luyo, un millón. Santiago Chau, 400 mil. Mariella Huerta, entonces presidenta del comité de selección, recibió también 400 mil dólares.
Según Nostre, las coimas que Odebrecht pagó en total en el Metro sumaron más de 24 millones de dólares. Nostre pagó 10 de esos y dijo ignorar dónde fueron los otros 14.
En los dos tramos, como se ve, Edwin Luyo recibió un millón 400 mil dólares en coimas. ¿Cómo se los pagaron y cómo pudo él llegar luego a esa plata?
Ahora lo veremos. La historia resulta apasionante porque representa una exposición precisa y detallada de cómo funcionó en conjunto el esquema supuestamente indetectable que utilizó Odebrecht para coimear a los corruptos que la ayudaban a ganar y lucrar.
No ser, solo aparentar
Para recibir en secreto el dinero de las coimas que Odebrecht acordó pagarle, Luyo necesitaba abrir una compañía offshore. Odebrecht lo hizo por él y, en noviembre de 2011, el notario panameño Choy García protocolizó la constitución de la sociedad ‘Oblong International Inc’, con sede en Panamá.
En febrero de 2012, Oblong extendió un “Poder General” a Luyo y su colega de trabajo, Mariella Huerta, con quien aparece asociado al principio y separado después.
Pero antes de eso, en diciembre de 2011, un mes después de constituir Oblong, Luyo y Mariella Huerta abrieron una cuenta conjunta en la BPA de Andorra:
Ya tenían la offshore y la cuenta. ¿Cómo les pagó Odebrecht la coima?
En un correo electrónico en el sistema cifrado Drousys, del Sector de Operaciones Estructuradas de Odebrecht, la funcionaria Angela Palmeira (“Tumaine”), que tenía a cargo los pagos clandestinos al exterior, escribe a su colega Olivio Rodrigues Junior. Rodrigues era un personaje clave en el ámbito de pagos de coimas internacionales. Mantenía relaciones con bancos (entre ellos la BPA), controlaba offshores (como Kleinfeld y Aeon) dedicadas exclusivamente a canalizar el pago de sobornos. El objeto del correo electrónico de “Tumaine” es presentarle la planilla actualizada al 23 de abril de 2012. Ahí se ve un pago de 700 mil dólares a Oblong, en la cuenta del BPA, hecho el 19 de abril 2012.
Los pagos continuaron. En julio de 2013, el Sector de Operaciones Estructuradas registró otro pago a Oblong:
En otro correo electrónico de “Tumaine” a Olivio Rodrigues – siempre dentro del sistema cifrado Drousys– figura un tercer pago a Oblong, hecho en abril de 2014.
Todos esos pagos fueron hechos. Lo registra el informe que hizo la Policía de Andorra, entre otros, sobre Luyo y su compañía Oblong:
Y esos depósitos fueron:
Todos depositados por Aeon, la compañía controlada por Olivio Rodrigues y que coinciden perfectamente con los correos electrónicos que envió “Tumaine” en el sector de operaciones estructuradas.
Así que queda claro cómo se pagó, del primer al último dólar, la coima a Luyo y quién estuvo a cargo de ello. Desde las órdenes en Brasil hasta los depósitos en Andorra. Uno por año (2012, 2013 y 2014).
Luyo no tuvo mayores novedades en su cuenta, pero sí en sus asociaciones. En 2014 revocó los poderes, acciones y acceso a la cuenta de Mariella Huerta.
En agosto de 2014, Oblong revocó los poderes de Huerta y confirmó los de Luyo. Huerta desapareció, tanto como beneficiaria final como co-firmante de la cuenta:
Sus caminos continúan separados hoy. Luyo bajo prisión preventiva y Huerta como prófuga de la justicia peruana.
Conoce a tu cliente
La relación de Luyo con la BPA, a donde fue, de acuerdo con las evidencias, llevado por el Sector de Operaciones Estructuradas de Odebrecht, muestra no solo la complacencia de la BPA con clientes poco recomendables sino su cercana vinculación con Odebrecht, especialmente con su departamento de coimas.
¿Fue una relación de miopía voluntaria o hubo una complicidad consciente?
El cliente Edwin Luyo, que recibió todo el dinero que abonó en su cuenta del departamento de sobornos de Odebrecht, nos acercará a la respuesta cuando se examine su paso por la BPA.
Al abrir su cuenta por primera vez, a fines de 2011, Luyo tuvo que responder un “cuestionario confidencial de conocimiento del cliente”. Es uno de los mecanismos diseñados para, precisamente, detectar el lavado de dinero, el origen legal o ilícito del mismo.
Véanlo aquí:
Ese cuestionario, respondido el 14 de diciembre de 2011, es involuntariamente confesional, especialmente en las preguntas 3, 4 y 5.
Según respondió Luyo en 2011, el motivo para abrir una cuenta en la BPA fue: “Recibir honorarios por contrato consultoría con cliente BPA”. ¿Qué clientes de la BPA conoce? “A Aeon y Klienfeld”; ¿Con qué clientes de la BPA tiene relación comercial? Con “Aeon y Klienfeld”.
De hecho, todo el dinero que recibió Oblong provino de cuentas de Aeon, una de las dos compañías preferidas por Olivio Rodrigues para manejar las coimas del Sector de Operaciones Estructuradas.
En una resolución judicial que fue parte de las investigaciones a la BPA por el caso Lava Jato, la jueza Canólic Mingorance describió bien el carácter y la función de Aeon y Klienfeld en la organización del pago de sobornos encargados por Odebrecht:
Las respuestas de Luyo a su “cuestionario confidencial”, casi sobra decirlo, fueron consideradas satisfactorias por las autoridades de la BPA.
Apogeo y desenlace
Hasta ahora hemos podido seguir en detalle la historia de una cutra, desde cuando fue pensada, propuesta y aceptada, hasta el momento en que su monto, un millón 200 mil dólares, descansa apaciblemente en la cuenta de la BPA. El último depósito había sido hecho en abril de 2014; en agosto de ese año, Edwin Luyo había sacado a Mariella Huerta Minaya de su cuenta y le había revocado todos los poderes en su empresa de fachada, Oblong.
Mientras perteneció a ambos (aunque con accionariado mayoritario de Luyo), la cuenta tuvo la siguiente numeración y fondos, según informe de la Policía de Andorra:
Luego, cuando Luyo apartó a Huerta Minaya, dio la siguiente descripción de la cuenta en la que declaraba ser el único beneficiario final de la misma:
El futuro de ese dinero parecía tranquilo en un banco, el BPA, hecho a la medida de personas que habían recibido el dinero en forma similar: vendiéndose. No era una suma fabulosa, comparada con lo robado por otros corruptos, pero tampoco nada modesta.
De todos modos, Luyo era persona cuidadosa. ¿Para qué dejar ese dinero en un sitio vulnerable y no ponerlo en lugar más seguro donde, además, pudiera crecer?
A fines de 2014, Edwin Luyo se presentó para abrir una cuenta en el banco de inversiones Crèdit Andorrà. Su propósito era cerrar la cuenta en el BPA y transferir todos sus fondos al Crèdit Andorrà. El problema era que las cosas se habían puesto más difíciles hasta en Andorra y ahora los filtros para demostrar que no se estaba blanqueando dinero ni financiando terrorismos eran un poco más estrictos si de Andorra se trataba.
Luyo fue presentado al C.A. por un personaje ahora bastante conocido en el Perú: Francesc Perez Gimenez, el mismo que había viajado no menos de 15 veces a Lima para abrir cuentas en la BPA en las que otros tantos corruptos pudieron depositar las coimas recibidas por Odebrecht. ¿Quién mejor que Perez Gimenez para garantizar que Luyo no movía dinero negro?
Así lo presentó:
Por si no fuera suficiente la “oficina de cumplimiento’ [sic] de la BPA en Montevideo, emitió también un informe favorable:
Pasados esos y otros pocos filtros con tal facilidad, el Crèdit Andorrà consideró que no había problema en abrir la cuenta. ¿Explicación sobre el origen de los fondos en el ‘cuestionario confidencial KYC’? “Ahorros acumulados”, por supuesto. ¿De dónde más?
Así, el muy pragmático (porque de tonto, nada) Crèdit Andorrà incorporó a Luyo entre sus clientes en octubre de 2014 y recibió poco después, en enero de 2015, todos los fondos de la cuenta de este en la BPA, que fue cerrada. El informe de la Policía de Andorra lo describe sucintamente.
Y también da los detalles básicos de la nueva cuenta de inversión de Luyo en el CA.
En los dos años de tranquilidad que tuvo esa cuenta, Luyo acumuló correspondencia que le indicaba los progresos de su inversión. Sus instrucciones eran claras. Se trataba de una cuenta cifrada, en la que él se identificaba por un número. Ninguna comunicación debía enviarse sino guardarse en una caja fuerte hasta que fuera reclamada por su encaletado destinatario.
En noviembre de 2015, el Crèdit Andorrà le guardó un estado de cuenta donde ilustraba cómo había invertido los fondos. Aquí la última de varias páginas:
El caso Lava Jato ya había estallado pero aún no lo alcanzaba. Eso sucedió un año después, durante la delación de Barata en Bahía. Poco después, Luyo fue arrestado, aunque su cuenta permaneció libre por un tiempo más.
Cuando las investigaciones alcanzaron la BPA y el Crèdit Andorrà, la cuenta fue intervenida y sus fondos bloqueados por orden de la jueza Mingorance. En palabras del informe policial:
Y ahí siguieron bloqueados hasta fines de enero y comienzos de este mes de febrero, cuando los fiscales del Equipo Especial peruano (Rafael Vela, José Domingo Pérez y Geovanna Mori) viajaron a Andorra para coordinar diligencias e interrogatorios con las autoridades locales y con las españolas.
A petición del Equipo Especial, la jueza Azahara Cascales ordenó la incautación de cuentas de Edwin Luyo y de Santiago Chau. Este tenía un depósito por algo más de 100 mil dólares. Y en la cuenta de inversión de Luyo en el Crèdit Andorrà había un millón 191 mil once dólares.
Así, después de sus largos y encaletados viajes, el dinero robado a los peruanos inició su ruta de retorno. Los viajes judiciales nunca son rápidos, pero pueden a veces cumplir lo que la ranchera aconseja: “no hay que llegar primero sino hay que saber llegar”.
Entonces, ya sabes. Follow the money. Encontrarás a la persona. Y es probable que después de tu llegada arribe la justicia también.
Próximamente, en IDL-Reporteros, los otros casos de la banca secreta de las coimas.
(*) Esta es una publicación de la Red de Investigaciones Periodísticas Estructuradas liderada por IDL-Reporteros e integrada por periodistas de O Globo (Brasil), La Nación (Argentina), La Prensa (Panamá), Armando.Info (Venezuela), Sudestada (Uruguay), Quinto Elemento Lab (México), El Universo (Ecuador), Univision Investiga (Colombia) y Cuestión Pública (Colombia).