El plan
Era el operativo más riesgoso realizado hasta entonces, dicen las fuentes. Más que el de ‘William’, más que el de ‘Alipio’.
‘William’ murió de bala y ‘Alipio, junto con ‘Gabriel’, perdieron la vida en una explosión de fuego.
En los dos casos, los mandos del SL-VRAE entraron sin saberlo a un escenario preparado donde la emboscada fulminante acabó con sus vidas sin que tuvieran posibilidad de reaccionar.
Pero el operativo planeado para el dos de septiembre era diferente. Ante un SL-VRAE mucho más suspicaz y alerta después de sus graves contrastes, era improbable volver a lograr visitas confiadas a las casas o los terrenos de colaboradores subvertidos.
Para encontrarlos, había que buscarlos con disimulo en el terreno dominado por ellos, el SL-VRAE. Luego de algunos meses, se abrió la posibilidad. Los operativos de inteligencia del grupo de operaciones especiales conocido como ‘Brigada Lobo’ lograron presentarse como convincentes ingenieros civiles encargados de pagar el cupo exigido al senderista ahora comisionado para recibirlo: ‘Antonio’. Y le pagaron, según las fuentes, “una o dos veces”.
En la siguiente entrega de dinero, programada para el dos de este mes, la ‘Brigada Lobo’ planeó ejecutar el operativo para capturar o abatir a ‘Antonio’.
Pero el plan significaba un riesgo elevado. Solo estaban en condiciones de tender una trampa, no una emboscada. Si esta salía bien, iban a lograr la sorpresa, pero con inferioridad numérica, menos bocas de fuego y probablemente en una posición más débil que la de los senderistas. Tenían que aguantar después del primer golpe, con la ventaja ganada por la sorpresa, los largos cinco o diez minutos que tomara la llegada de refuerzos.
Había otro factor de importancia: la geografía. El lugar de encuentro designado era la cercanía de Virgen Ccasa. En el mapa, el pueblo aparece relativamente cerca de la capital del distrito al que pertenece: Llochegua, de donde sale la carretera que llega a él. Pero basta aproximar el lugar en Google Earth para ver lo agrestes que son los cerros boscosos, el filudo espinazo de las primeras estribaciones de la cordillera. Cerca hay caminos de herradura que llevan al reducto de Vizcatán, ahora recuperado por Sendero.
La carretera sube por una quebrada rodeada por una impresionante orografía de cerros y de bosques. El lugar estaba bien escogido por Sendero, para prevenir la ventaja de fuerzas mayores, mejor armadas, incluso helitransportadas. La selva escabrosa permite escapar, ocultarse, apostarse, convertir la huida en emboscada para quienes saben caminar en ella. Y nadie dudaba que la columna de ‘Antonio’ lo sabía, y muy bien.
Dentro de la ‘Brigada Lobo’ hubo, sostienen las fuentes, quienes se opusieron a llevar a cabo una acción tan peligrosa. Pero los voluntarios –un grupo mixto de militares y policías– insistieron. En las entregas anteriores de dinero, dijeron, ‘Antonio’ había llegado acompañado por unos cuatro senderistas. Su “contención” no parecía estar muy cerca, de manera que, con el líder fuera de combate, sería posible resistir hasta la llegada de refuerzos.
El plan era simple, pero requería una coordinación sin fallas. El grupo de acción, encabezado por el ‘ingeniero’ y su enlace, iban a ir adelante, piloto y copiloto de una Hilux en cuya tolva, cerrada con candado por fuera, iba una carga de bidones, aparentemente de ácido clorhídrico, grandemente demandado por los narcotraficantes del Valle.
Debajo de la carga, sin embargo, estaba disimulado un compartimiento lo suficientemente grande como para ocultar a dos personas, con armamento para cuatro. A la señal, lo único que tenían que hacer los que iban ahí era patear la puerta de la tolva, y abrirla sin problema alguno del candado hechizo que en realidad no cerraba nada. Aunque podrían respirar por una extensión de aire acondicionado, estarían entumecidos por el largo viaje pero obligados a entrar en acción de inmediato. Así, los dos civiles desarmados se iban a convertir de súbito en cuatro operativos armados. Una sorpresa, pero ¿contra cuántos?
Un kilómetro atrás avanzaría otra Hilux, con igual número de personas e idéntica distribución. Su papel sería acelerar y acercarse a la primera camioneta para reforzarla en cuanto detonara la acción.
En Pichari en el centro de operaciones del CE VRAE estaban los mandos de la ‘Brigada Lobo’ encabezados por el viceministro de Defensa, Iván Vega; y el comando del CE VRAE, encabezado por el general EP César Astudillo. Cerca, cuatro helicópteros, entre ellos un Mi-35 –blindado y con gran potencia de fuego–, esperaban con los motores calientes, listos para despegar. Cada uno de los Mi-17 llevaba un contingente de fuerzas especiales equipado para el combate.
Desde el despegue de Pichari hasta Virgen Ccasa, el tiempo de vuelo era de seis a nueve minutos. La orden para decolar se iba a dar apenas comenzara la acción. Ambas camionetas tenían transmisores que permitían seguir al detalle la peripecia de sus ocupantes. Las primeras detonaciones, los primeros gritos de combate eran la señal.
A media tarde, las camionetas salieron hacia Virgen Ccasa y el operativo entró en fase irreversible. Según fuentes con conocimiento de causa, la ansiedad era mayor en Pichari que en las camionetas. Ninguno de los jefes presentes ignoraba que una operación fracasada, con policías o soldados muertos, significaría un contraste probablemente definitivo para la ‘Brigada Lobo’ y un brutal retroceso en la lucha contra Sendero en el VRAE. El asediado y sistémicamente debilitado gobierno de Humala no tendría probablemente la fuerza para sostenerla; y el fracaso sería utilizado como otra acusación en contra de la ‘pareja presidencial’.
En el otro extremo, ‘Antonio’ se aproximaba al punto de encuentro, marchando con rapidez silenciosa al mando de una ‘columna’. Eran 20 senderistas de la Fuerza Principal, bien armados y entrenados, bajo un jefe en quien, según parece, confiaban.
El operativo estaba diseñado, en palabras de uno de sus jefes, para trabajar sobre ‘Antonio’ y los tres acompañantes que se presumía iban a estar con él. “Luego de reducir a los cuatro” dice la fuente, “la segunda meta era la captura o neutralización de los otros 15”, a quienes suponían relativamente lejanos. La realidad era otra.
La rapidez caracterizaba a la columna de ‘Antonio’. En un folleto capturado, impreso en la tinta roja que define a los folletos senderistas desde los 80 del siglo pasado, ‘Antonio’ es elogiado por “haber organizado la participación militarizada de los [sic] soldados mujeres”. Su juventud es recalcada varias veces. Antonio es, dice el panfleto, “activo, resuelto, decidido, enérgico y despliega continua y eternamente un espíritu joven, es extraordinariamente joven”.
El texto está fechado en noviembre de 2013, menos de tres meses después de la muerte de ‘Alipio’ y ‘Gabriel’ y parece indicar una ansiosa esperanza en la sucesión y la continuidad del senderismo.
El dos de septiembre de 2015, Antonio llegó a Virgen Ccasa mejor armado y preparado que de costumbre. Su ‘columna’ estaba integrada por unos veinte jóvenes, algunos muy experimentados y todos bien armados y entrenados.
Es difícil saber por qué decidió hacerlo así, pero antes de que llegaran los ‘ingenieros’, ordenó estacionar a su fuerza de contención, cuya mejor arma era una ametralladora PKT robada de uno de los helicópteros abatidos, sobre una elevación que dominaba la carretera, unos 800 metros antes del lugar de encuentro.
El otro grupo fue dividido también. Tres o cuatro senderistas bien armados lo acompañarían al encuentro y la cobranza, mientras que otros cuatro o cinco vigilarían apostados en posición de tiro dentro de la vegetación a un lado de la carretera.
Sin saber del nuevo escenario, las dos Hilux, separadas por un kilómetro ascendieron por la carretera hasta llegar a los 1,300 metros de altura, donde estaba Virgen Ccasa. Ahí, el piloto y el copiloto de la primera camioneta vieron al retén senderista que los esperaba alerta.
Eran pasadas las tres de la tarde. Quedaban pocas horas antes de anochecer.
El combate
El ‘ingeniero’ y el enlace se saludaron con ‘Antonio’ y sus guardias y, según las fuentes, les entregaron el dinero del ‘cupo’ acordado. De acuerdo con las fuentes se trató de alrededor de 50 mil soles.
Luego de contar el dinero, ‘Antonio’ se despidió de sus aparentemente extorsionados funcionarios viales y se alejó caminando con su escolta.
Uno de los dos civiles, probablemente el ‘ingeniero’, se acercó a la camioneta y dio la señal a los dos que estaban dentro de la tolva, listos para salir.
Patearon la puerta trasera, que se abrió de golpe y salieron con las armas en la mano mientras los otros dos corrían a recoger las suyas.
‘Antonio’ y su grupo se habían alejado unos 40 o 50 metros, cuando el movimiento en la camioneta los hizo voltear, vieron a los dos hombres armados y empezaron a correr para parapetarse mientras detonaban los primeros disparos.
El primero en disparar, asegura una fuente con conocimiento directo de causa, estaba armado con un lanzagranadas MGL de 40 mm. de tambor, con el que disparó una y otra vez contra el grupo que tenía delante.
Los cuatro operativos vieron caer a ‘Antonio’ y sus compañeros en medio de las llamaradas y polvareda de las explosiones. ¿Fue por concusión, por heridas causadas por la explosión o para disminuir el blanco? Los miembros de la ‘Brigada Lobo’ continuaron disparando y se prepararon a avanzar, cuando una descarga intensa de fuego automático desde los matorrales en los costados de la carretera, los obligó a parapetarse. Eran los cuatro senderistas que ‘Antonio’ había dejado escondidos, en posiciones de tiro.
En el intercambio de disparos, los miembros de la escolta que podían moverse, ayudados por parte del contingente parapetado, arrastraron a ‘Antonio’ y lo sacaron de la zona de muerte. El tiroteo era tan intenso que los senderistas dejaron regados en el camino, la ‘pechera’ [o cinturón táctico] de ‘Antonio’, su fusil, su mochila, la radio con el nombre de su hijo escrito en él.
Un kilómetro atrás se había desatado otro furioso tiroteo.
Cuando los de la segunda camioneta Hilux escucharon los disparos, decidieron que había que sacar de una vez las armas para correr a reforzar a los de la primera.
Desde un costado de la carretera, en su ventajoso apostamiento, los del grupo de contención de Sendero vieron la rápida transformación de un piloto y un copiloto desarmados en cuatro hombres armados. Y abrieron fuego.
La ametralladora PKT, manejada –según una fuente con particular conocimiento del tema– por el senderista ‘Alejandro’, barrió el campo. En segundos uno de los cuatro miembros de las fuerzas de seguridad de la segunda Hilux cayó herido. Poco después hirieron al segundo … y en un momento a un tercero también. Ahora, solo uno de los cuatro, precariamente parapetados, quedaba ileso, inmovilizado por el fuego senderista.
En la primera camioneta no había heridos, pero tampoco capturas. Intentaron avanzar, pero el fuego de los senderistas les impidió llegar a donde había caído ‘Antonio’. Cuando, en medio de la polvareda, pudieron ver el camino, ya no estaba ‘Antonio’ ni sus escoltas.
El fuerte ruido de los motores y rotores de cuatro o cinco helicópteros en formación de combate creció velozmente.
En la sala de operaciones del CE VRAE, la orden de despegue inmediato fue dada apenas se escuchó la inminencia del combate.
Luego, fueron segundos largos, de tensión sin pausa, mientras llegaban los sonidos confusos del combate desde la primera camioneta y después desde la segunda.
Cuando se escuchó que había caído el primer herido y después el segundo y luego el tercero de la segunda camioneta, la palidez fue general. “Vi como Iván se ponía blanco” dice uno de los oficiales que estuvo ahí. Y después, la cosa se puso peor.
El Mi-35 y los Mi-17 irrumpieron sobre el combate, prestándose mutuo apoyo. Los Mi-17 buscaron los mejores lugares para insertar las patrullas al combate, en apoyo de los ocho operativos y buscando cortar la retirada de los senderistas.
Estos, sin embargo, se retiraron combatiendo, pese a llevar por lo menos a un herido y quizá a más. “Los arrastraban, disparaban, se retiraban y volvían a disparar”, dice un oficial que siguió de cerca todo el combate.
A cierta distancia, el grupo de contención atacó a los helicópteros con la ametralladora PKT. Cuando uno de ellos sobrevolaba para desembarcar la patrulla, una bala hirió gravemente a un miembro del FOES de la Marina antes de que pudiera desembarcar. La bala le dañó, según la fuente, un riñón, el hígado y un pulmón. El otro herido grave recibió un balazo en la cabeza.
Las patrullas bajaron e intentaron cortar la retirada de los senderistas, mientras el Mi-35 prestaba apoyo desde arriba, pero estos, dispersándose en grupos más pequeños, reuniéndose por momentos para concentrar el fuego –con el que, de acuerdo con fuentes de la ‘Brigada Lobo’– impactaron a dos helicópteros Mi-17, lograron mantener distancia y retirarse paulatinamente del combate.
Cuando cayó la noche se pudo ordenar la evacuación de las tropas y del valeroso grupo de vanguardia.
En Pichari los aguardaba un grupo de jefes encabezados por el viceministro Vega, cuya principal preocupación en ese momento era de salvar la vida de los militares y policías malheridos.
Epílogo
La evacuación de los heridos graves estabilizados en Pichari, fue pronta y ello puede haber sido decisivo en salvarles la vida. El miembro del FOES fue llevado a Huamanga, desde donde se lo trasladó a Lima.
El efectivo herido en la cabeza fue evacuado en helicóptero a Pucallpa –debido a que, por difícil que sea creerlo, la pista de aterrizaje de Mazamari no dispone de balizaje para aterrizaje nocturno. Desde Pucallpa, fue trasladado en avión a Lima. Según fuentes de las fuerzas de seguridad, ambos heridos están fuera de peligro.
En Pichari, las fuerzas de seguridad trataron de darle un giro informativo favorable a lo sucedido. Iván Vega afirmó que, a su juicio, ‘Antonio’ estaba muerto, aunque lo único que tenía para mostrar eran los objetos que la fuerza de las explosiones, o las heridas, le arrancaron del cuerpo y de las manos al jefe senderista: su pechera táctica, el fusil, el radio, los cuadernos. Pero eran las prendas, no ‘Antonio’.
Fue, sin duda, apresurado certificar conjeturas sin respaldo de los hechos.
No era necesario exagerar. El combate de Virgen Ccasa no obtuvo los resultados que buscó porque se topó con un enemigo más numeroso, mejor armado y más diestro en el combate de lo que se esperaba. Pero el resultado que sí logró fue demostrar la audacia y el espíritu de iniciativa de las fuerzas de seguridad, la notable sincronización de sus planes, la buena cooperación entre las fuerzas y los esfuerzos extraordinarios de sus jefes por salvar las vidas de los heridos y disminuir al máximo las bajas sin perder la iniciativa.
Este relato está basado en el testimonio de diversas fuentes que tuvieron participación en el evento.
(*) Publicado en la columna Las Palabras, en la edición 2403 de la revista Caretas.