En la ficción y en la vida, toda historia alcanza un desenlace. En la vida, sin embargo, hasta el más acabado final se hace prólogo de historias nuevas.
A diferencia de los novelistas, que encierran el tiempo imaginario de su narrativa, los periodistas relatamos los fragmentos de una historia que no acabará; el presente que fluye y el pasado inmediato que no termina de cuajar.
El periodismo de investigación es más complejo y debe, como sucede con la mejor literatura de misterio, ir y venir entre los tiempos y las disciplinas, pero acaba casi siempre en el presente. Para servirlo, ilustrarlo y resolverlo.
Sugiero entonces que veamos el caso Lava Jato como una larga y compleja narrativa. Una investigación épica en la que actúan y discurren los más variados personajes. Algunos bufonescos sin querer, otros torvos y malignos, muchos inciertos y confusos, también intrépidos y resueltos, virtuosos con temor, oportunistas expectantes, corruptos indignados, cobardes culturosos, tinterillos intrigantes, héroes imperfectos, luchadores denodados, traidores sin fatiga, tontos con fortuna, impostores lubricados, hampones digitales, mediocres rencorosos, perplejos con poder…
Una muestra apenas.
En el Perú, acabamos de entrar al desenlace de la gran primera temporada de Lava Jato: el caso Odebrecht. Todavía faltan algunos episodios, en los que podrán ocurrir eventos imprevistos; pero el camino a las respuestas principales —objetivo, al fin, de todos estos esfuerzos— ya está desbrozado y en buena medida abierto.
«El pantano resultó ser más grande, profundo y tóxico de lo que pensé. Drenarlo va a ser un trabajo mayor, largo y muy difícil».
Al cabo de su ruta accidentada, el caso terminará, sobre todo, en una gran confesión. Con muchos solistas en la revelación coral más importante de nuestra historia.
Sobre Toledo, ya confesaron Barata y Maiman desde versiones diferentes aunque complementarias. Falta coincidencia respecto del destino de algunos millones, sobre los que Maiman tendrá que responder, pero el testimonio en conjunto es demoledor. Desde su refugio en Palo Alto, Alejandro Toledo suelta de vez en cuando alguna nueva mentira en su penosa realidad de cutrero fugitivo. Cuando el proceso de extradición avance y la piel de zapa californiana termine de hacerse más angosta que sus pies, Toledo terminará aquí, en el Perú, frente a los jueces, escuchando a los fiscales. En la acusación no figurará, porque no hay ley que la nombre o la castigue, la que para mí es la más grave de todas: haber traicionado la esperanza de millones de peruanos que lo pusieron a la cabeza de la lucha por conquistar la democracia y sus valores el año dos mil. Pudo haber sido el Benito Juárez que el Perú tanto necesitó y nunca tuvo. Pero escogió ser un cutrero sin siquiera la entereza residual de afrontar sus culpas descubiertas.
El caso de Alan García fue el más difícil de investigar, pero ya está aclarado en lo más importante: uno de sus principales testaferros, Miguel Atala, ya confesó que el dinero de su cuenta offshore fue, en realidad, de García. En paralelo, la confesión de José Antonio Nava deja ante una disyuntiva a su padre, Luis Nava: confesar o cargar con una pena que, a sus años, es más que grave. Junto con él hay otros, como Jorge Cuba que antes andaron y desandaron los primeros pasos de una colaboración eficaz, pero que ahora quizá no encuentren razón para persistir en el silencio que agravará su sentencia.
Estimo que, si no ocurre un accidente grave, habrá varias confesiones en el futuro próximo. La de Nava será, sin duda, la más importante, porque no se agota en el caso Lava Jato. Habrá muchas otra preguntas por hacer; y dejo ahora una como ejemplo: ¿Para quién era el dinero que se cobraba a los coroneles que querían ascender a generales, previa visita a Nava?
En resumen: ya se ha confesado pagos corruptos a Alan García provenientes de Odebrecht. Ahora queda ampliar las revelaciones de otros testaferros para aproximarse a los montos y el destino final de esos dineros.
El caso de Ollanta Humala y Nadine Heredia ya llegó a la etapa de acusación fiscal. Esta se centra, hasta ahora, en los millonarios aportes clandestinos que recibieron los Humala de Venezuela (2006) y Brasil (2011) para las campañas presidenciales en ambas elecciones. Lo más grave, en ambos casos, es la acusación por lavado de activos en el proceso de ocultamiento y apropiación luego de una parte importante de esas donaciones.
No hay, hasta ahora, acusaciones por sobornos recibidos durante el ejercicio de la presidencia de Humala. Pero las investigaciones prosiguen, las revelaciones de Odebrecht no han terminado (y menos en este caso) y las del Club de la Construcción comprometen gravemente a un ministro (Carlos Paredes) de gran importancia en ese gobierno. Y hay otros casos que pueden saltar a la luz en un plazo relativamente corto.
El caso de Pedro Pablo Kuczynski tiene dos partes importantes: la contribución a su campaña electoral en 2011, que fue negada por PPK y sus asesores —igual que todos los demás que recibieron dinero para terminar confesando—; y el conflicto de intereses, con probable corrupción, en el que incurrió cuando su compañía Westfield firmó contratos con Odebrecht en 2005 y 2006, mientras PPK era ministro de Economía y presidente de Proinversión en el primer caso; y primer ministro en el segundo.
El caso de Keiko Fujimori, haber recibido contribuciones ilegales de la Caja 2 de Odebrecht para sus campañas presidenciales, ha sido uno de los más intensamente resistidos y a la vez investigados. La posición de poder que tuvo el fujimorismo durante buena parte de la investigación llevó a que perpetrara la más intensa y amenazante obstrucción en todos los niveles.
Lo que hizo posible vencerla hasta hoy fue un conjunto de factores: el caso Lava Juez, la denodada actuación del Equipo Especial de la Fiscalía, las decisiones del juez Richard Concepción Carhuancho, el masivo apoyo popular, el periodismo de investigación. El avance dramático de la investigación produjo una serie de confesiones de colaboradores eficaces de Fuerza Popular y llevó a la prisión preventiva de varios altos dirigentes de ese partido, sobre todo Keiko Fujimori y Jaime Yoshiyama.
A propósito de la prisión preventiva, creo que sus plazos son exageradamente largos (debiera bastar un año, ampliable en circunstancias excepcionales); pero el mayor argumento en contra fue el tremendo esfuerzo que hizo el fujimorismo para obstaculizar, sabotear y destruir la investigación fiscal. Aunque, pese a las confesiones de colaboradores eficaces, la dirigencia fujimorista no reconozca todavía culpa y apele, según parece, a la coartada del muerto (la presunta donación anónima de un empresario peruano ya fallecido), las pruebas y datos que dispone la fiscalía son contundentes.
En el ámbito municipal y regional hay varios otros casos, pero el que se define en estos días, los aportes clandestinos de Odebrecht y OAS a la campañas por el No en favor de Susana Villarán y la de reelección de la misma, ya han sido confesados en gran parte. Habrá algunas colaboraciones eficaces y un juicio cuyo resultado no requiere clarividencia alguna.
En resumen, el desenlace del caso Odebrecht en el Perú llevará a:
- La extradición, juicio y virtualmente segura condena de Alejandro Toledo, por corrupción;
- La confesión, juicio y sentencia a los colaboradores eficaces y a quienes no confiesen, en los casos de corrupción del gobierno de Alan García. La búsqueda e incautación del dinero ilícito identificado. En paralelo, empezará la investigación de otros casos importantes de corrupción, de acuerdo con la calidad de las confesiones que se obtenga;
- El juicio y probable condena por la recepción clandestina, ocultamiento y lavado de fondos, por lo menos en parte ilegales, de Ollanta Humala y Nadine Heredia;
- El juicio a PPK y otros por los fondos ilegales recibidos para la campaña de 2011 y por corrupción, con probable condena, en el caso Westfield;
- El juicio a Keiko Fujimori, Jaime Yoshiyama y otros, por los fondos ilegales recibidos de Odebrecht, el ocultamiento de los mismos y la decidida obstrucción de justicia perpetrada en el proceso.
No hay precedente en nuestra historia a un proceso anticorrupción tan profundo y abarcador.
Como escribí al inicio de esta nota, el epílogo del caso Odebrecht se convertirá en el prólogo de las siguientes campañas de la lucha anticorrupción.
- El caso Lava Jato se expandirá para incluir a todas las compañías brasileñas involucradas. Ya OAS empezó a colaborar y es casi seguro que las otras buscarán entrar en acuerdos corporativos de delación premiada similares a los Odebrecht y OAS.
- El caso del Club de la Construcción y las consorciadas peruanas de las empresas brasileñas tomará velocidad y cuerpo.
- Las confesiones de agentes importantes, versátiles y polivalentes de la corrupción, abarcarán nuevas áreas aparte de la construcción. Algunas de parecida importancia.
¿Tendrá éxito esta campaña o perderá energía y se agotará en el camino? ¿Podrán los grupos casi intactos de poder afectados por ella reorganizarse lo suficiente como para contraatacarla y hacerla fracasar?
¿Llevará la victoria contra círculos corruptos a las reformas en leyes, costumbres y comportamientos que mejoren la sociedad; o darán lugar a un masivo cinismo y descreimiento que abone el triunfo de un radical que no esté dispuesto a rendirle cuentas ni a su contador?
Trataré de responder a esas y otra preguntas en una nota próxima.
Cierro esta con el pensamiento que tuve al apreciar el escenario descrito en estas líneas: en mis años de periodista, que no son pocos, investigué muchos casos de corrupción, y cada uno significó añadir aprendizajes y conocimientos.
Pero la investigación de este caso me hizo ver el escenario desde una nueva perspectiva. El pantano resultó ser más grande, profundo y tóxico de lo que pensé. Drenarlo va a ser un trabajo mayor, largo y muy difícil. El combate, si prefieren verlo de otra manera, también. Por inteligente que sea la estrategia, hay una parte inevitable de avance lento, de atascamientos y de lidia con las alimañas que pululan en ese medio. No lo digo con resignación ni pesimismo sino con la certeza de saber que la mayor complejidad del desafío exigirá mayor lucidez, fuerza de voluntad y persistencia para convertir en una victoria duradera la gran oportunidad para nuestra República que lo logrado hasta hoy abre ante nosotros.