El caso de la manipulación de las tasas interbancarias en el Reino Unido (índice Libor) revitalizó en el primer mundo el ya intenso debate sobre la actuación de los bancos, las autoridades estatales y la necesidad de una activa regulación.
En el Perú, lamentablemente, ese tipo de debate brilla por su ausencia.
Tratamos de ser la excepción. IDL-R publicó el 28 de abril un primer reportaje, extenso y detallado, sobre el spread bancario, uno de los diez peores del mundo. Analizamos el concentrado mercado financiero, y la segmentación de las tasas de crédito, que no solo perjudican a los consumidores, los pequeños y medianos empresarios, sino a la sociedad en su conjunto, en tanto frenan y socavan la competitividad de una economía en crecimiento.
Luego de la publicación hubo un espeso silencio, de esos que indican cuáles son los poderes reales y cuáles los formales.
Algo así como un mes después apareció súbitamente un editorial del diario El Comercio, que intentó criticar al informe de IDL-R ¡sin nombrarlo ni mencionarlo! Su redactor trató de parecer inteligente, sin serlo, todo un problema. Este lunes, un reverencial reportaje en el mismo medio ensalzó el esfuerzo de los bancos por “tratar bien al cliente” y mencionó fugazmente el antipático asunto del spread como quien pisa huevos mientras corre al baño.
Pero la experiencia enseña que cuando un problema que afecta a muchos es revelado con claridad, la información llega y la sociedad reacciona, en el camino de comprender sus derechos y elevar su voz de reclamo.
En medio de ello, resulta interesante ver las grandes contradicciones en las que caen, sin quererlo, por supuesto, los defensores mediáticos del oligopolio bancario.
Son, por ejemplo, los mismos que reclaman una mayor flexibilización laboral.
Aseguran que coartando los derechos laborales y reduciendo las cargas sociales, mejorará la competitividad de nuestra economía; pero rechazan toda medida que facilite el acceso al crédito y lo abarate. ¿Las tasas actuales a las microempresas acaso no son una tremenda barrera para la competitividad?
Su argumento, excusa más bien, suele ser que en un país informal, como el nuestro, el riesgo es elevado. Los bancos entonces suben las tasas como un reflejo a la posibilidad de que muchos clientes no paguen sus deudas. Eso también, dicen, explica porqué el spread es tan alto.
Ahora preguntamos, ¿Haití es un país más formal económicamente que el Perú? Habría que pensar que sí, porque ellos tienen un spread inferior al nuestro.
«Pasó una década, la de mayor crecimiento de la economía, los bancos multiplicaron sus utilidades, ¡por 13!, pero el spread no se modificó ni una centésima».
Y si hay tanto riesgo, ¿por qué, para repartir tarjetas de crédito a diestra y siniestra no hay temores?
Tampoco muestra temores la Asociación de Bancos del Perú (Asbanc), según la cual la morosidad en mayo fue del 1.75%, síntoma de que “la banca continúa mostrando índices de morosidad mínimos”. Es decir, ¡los mismos que señalan al riesgo como factor para subir las tasas se felicitan porque la morosidad es baja!
Los sofistas del oligopolio, al perder argumentos, repiten que el diferencial (spread) está en una pendiente de baja gracias al aumento de la oferta. Pero una observación rápida por la evolución del índice refuta esa justificación.
El Observatorio Económico de América Latina (Obela) publicó datos históricos del spread en la región. En el Perú, la estadística comenzó en 1988, cuando ascendía a 12.49. Tan sólo dos años después, saltó a 2,334.96, cortesía de la hiperinflación.
En los 90 giró alrededor de los 20 puntos, hasta 2001, cuando llegó a 17.43. La última medición data de 2010, con un spread idéntico: 17.43.
En 2001 el país recién comenzaba a salir de la década fujimorista y los bancos cerraban sus balances con utilidades netas de poco más de 272 millones de soles. Nueve años después, las ganancias trepaban hasta los 3,763 millones de soles. Pasó una década, la de mayor crecimiento de la economía, los bancos multiplicaron sus utilidades, ¡por 13!, pero el spread no se modificó ni una centésima.
Revelador, ¿no?
Pero hay otro dato que asombra: en 2001 la SBS supervisó a 15 bancos. En 2010, también. Cambiaron los nombres propios, pero no aumentó la competencia. Mucho menos la concentración: antes tres bancos se dividían una torta pequeña, y ahora cuatro se reparten una de bodas. ¿Nadie se pregunta por qué en un mercado tan seductor como el peruano no hay bancos haciendo fila para entrar?
¡Shhh!
¿Por qué tanto silencio?
Quizá las causas del silencio deban buscarse en las empresas dominantes. Porque si alguien piensa que los bancos son sólo eso, bancos, está equivocado.
Son gigantes económicos que han ramificado sus intereses. Controlan las AFP, los seguros de salud, las agencias bursátiles y hasta poseen intereses en empresas que nada tienen que ver con el sector financiero.
Ese control alcanza también el poder político. Llama la atención, por ejemplo, cómo, pese a la acción de un pequeño pero activo grupo de representantes vinculados con la protección del consumidor, han naufragado en el Congreso numerosos proyectos para regular el mercado bancario, y cómo el gobierno ignora el problema.
Llama más la atención cómo algunos empleados de la SBS, el ente supuestamente regulador, justifican las distorsiones, el abusivo spread y adoptan con entusiasmo el discurso de defensa del oligopolio, como si su mayor deseo fuera pertenecer a él. Lo cual probablemente es cierto.