IDL-Reporteros reproduce el editorial de Javier Lafuente, publicado originalmente en inglés en Nieman News, el viernes 3 de mayo. La versión en español fue traducida por el propio Lafuente, actual Nieman Fellow de la Universidad de Harvard y subdirector de América del diario El País.
“Las fake news no son nada nuevo. Lo que es más bien excepcional es el buen periodismo”. Se van a cumplir seis años de estas líneas que escribió el gran periodista peruano Gustavo Gorriti en su espacio ‘Las palabras’, una columna que durante un tiempo tuvo en la edición América de El País. Gorriti mantenía en el texto ‘Noticias falsas con pasado’ que un gobernante como Trump era alguien nuevo, pero que las noticias sistemáticamente falsas no lo eran: los eventos decisivos del siglo XX se habían librado bajo la sombra de la propaganda y la desinformación.
Seis años después, un gobernante como Trump ya no es alguien nuevo, sino una realidad que amenaza con regresar y las noticias falsas son una lacra cada vez mayor para nuestras sociedades. Lo único que no es excepcional es que el buen periodismo en América Latina es una realidad. Nunca como ahora se ha hecho más y mejor periodismo investigativo. Gracias, en buena medida, al trabajo de gente como Gustavo Gorriti y la impronta que dejaron en decenas de periodistas. Nieman Fellow 86’, durante su carrera ha sido mentor de cientos de periodistas y otros tantos aprendimos de periodismo y de Perú leyendo cómo desenmascaraba las corruptelas de los poderosos. Ahora, Gorriti, de 75 años, no solo batalla contra un cáncer agresivo. También lo hace contra aquellos a los que investigó y que hoy le quieren encarcelar y silenciar. Y así también lanzar un mensaje: Si pueden ir contra él qué no harán con aquellos que no tengan su percusión.
IDL-Reporteros, con Gustavo Gorriti al frente, comenzó hace una década a investigar el caso Lava Jato, considerado el mayor escándalo de corrupción de la historia de Brasil –y probablemente de toda América Latina–. De ahí derivó el caso Odebrecht, que seguía el rastro de la constructora que sobornó de forma masiva a políticos, empresarios y funcionarios de todo el continente. En Perú, el asunto fue especialmente grave. La empresa financió a cuatro presidentes y a la principal líder de la oposición, Keiko Fujimori. Todos ellos han sido procesados y han pasado tiempo en prisión o en libertad vigilada. Ahora, la Fiscalía investiga a Gorriti por supuestamente promover la imagen de los dos fiscales especiales del caso Lava Jato en Perú a cambio de información. Es por ello que la Fiscalía pide a Gorriti que revele sus fuentes y que entregue los teléfonos que usó entre 2016 y 2011.
La persecución a Gorriti ha desatado una ola de solidaridad entre periodistas, como esta carta impulsada, entre otros, por Rosental Alves, Nieman Fellow 88. Una solidaridad que no es nueva, porque la persecución a periodistas en América Latina no se detiene. El caso de Gustavo Gorriti es el penúltimo de una infame lista. En Guatemala, otro referente de periodistas, José Rubén Zamora, fundador de elPeriódico, permanece en prisión desde julio de 2022. Zamora fue arrestado después de que el diario publicase un caso de corrupción que implicaba al entonces presidente, Alejandro Giammattei. Zamora fue condenado a seis años, aunque una corte ordenó el pasado octubre a repetir el juicio. elPeriodico, una institución en Guatemala, fue forzado a cerrar en Mayo de 2023.
La lista es inacabable. Carlos Fernando Chamorro, legendario periodista nicaragüense es la cara más visible de los cientos de periodistas del país centroamericanos que trabajan en el exilio tras la persecución del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Como también son perseguidos en El Salvador Carlos Dada y los reporteros de El Faro, que tuvieron que mover sus operaciones a Costa Rica ante los continuos ataques de Nayib Bukele. Hoy hablamos de Perú, Guatemala, Nicaragua, El Salvador. Hace no tanto era de Colombia o de los periodistas de Venezuela que aún no tienen garantías de poder regresar a su país. Siempre habrá que tener presentes a los valientes reporteros de México, el país más violento para ejercer el periodismo que no sea una zona de guerra.
Hablar en América Latina de periodismo es hacerlo de amenazas, exilio, asesinatos. Pero también de una violencia no letal que se propaga desde un poder que no quiere checks and balances. Una violencia no letal que quiere sembrar más y más dudas sobre el trabajo y la honorabilidad de los periodistas, como está ocurriendo estos días con Gustavo Gorriti.
“Lo positivo de Trump es que es lo suficientemente estridente como para preocuparnos por ello”, escribía Gorriti en su texto en El País América hace seis años. Todos nos preocupamos por un posible regreso de Trump, y deberíamos hacerlo también por las persecuciones no tan estridentes que se replican cada vez a mayor velocidad por todo el mundo.
Hace unas semanas tuve la suerte de participar en los Tuesday Seminar que organiza Steven Levitsky en el Rockefeller Center de Harvard. Titulé mi plática ‘Journalism in Latin America: reporting in minefields’, porque pienso que tiene que ver con la idea de que en la región el periodismo no se detiene pese a las constantes amenazas que sufre. Y nunca sabes cuándo esa mina puede explotar debajo de ti. Esa mina es la metáfora de una industria golpeada, de los ataques de la élite política, económica, del crimen organizado. No hay forma de hacer periodismo serio en América Latina sin avanzar por un camino minado.
La idea de la mina tiene también un componente metafórico que no solo está relacionado con las antipersonas, sino con las cuevas. Los mineros, cuando entraban en ellas, usaban pájaros que detectaban los gases tóxicos antes que ellos. Si el pájaro dejaba de silbar, los mineros salían corriendo. Creo que los periodistas podemos ser esos pájaros, el periodismo en sí mismo. Los mineros serían la sociedad, las democracias. El día que el periodismo deje de cantar, las democracias estarán en peligro. Estoy de acuerdo con que América Latina, en general y según los datos, vive su momento más democrático de la historia reciente. Pero también pienso que la persecución que sufre el periodismo es uno de los mayores avisos de un posible retroceso democrático. Los pájaros que alertan a los mineros.