Son hijas de la misma madre latina, pero miseria y misery no crecieron igual en español y en inglés. La española acentuó su significado de pobreza extrema, penuria deprimente, mezquindad extraordinaria.
Misery se asocia menos a la privación que a la abundancia pero de ansiedad, sufrimiento, tristeza, aflicción inapelable. Uno saca a alguien de la miseria (o sale de ella, como en el cuento X del Conde Lucanor), con alimentos, ropa, jabón, agua y techo; otro saca a alguien de su misery mediante la eutanasia.
Cuando leí el World Misery Index de 2014 quedó claro que no se trataba de un ranking de la pobreza por países sino de una suerte de Índice de Aflicciones: cuáles son los países que provocan más, o menos, sufrimiento cotidiano a sus ciudadanos.
Hay todo tipo de índices comparativos entre naciones, desde los serios e importantes hasta los dudosos y triviales. Índices de corrupción, de desarrollo humano, de competitividad, de libertades generales y específicas, de naciones que cooperan o no en la lucha contra el narcotráfico, de los lugares donde se mata más y donde se mata menos…
Los índices tienen el elemento seductor de su pretensión de orden y precisan jerarquía. Quién es más y quién es menos corrupto, por ejemplo, desde el uno hasta el 178. Eso es debatible, trabajoso pero no imposible.
Sin embargo, ¿cómo se mide y compara la capacidad de un Estado de joderle la vida a sus ciudadanos? Esa es, por supuesto, la principal ocupación de muchos gobiernos en este mundo, pero de observarlo a calibrarlo y ordenarlo hay una cierta distancia.
Resulta que el Índice de Aflicción Humana no es el trabajo de un filósofo tentado por el nihilismo sino el de un economista especializado en el comportamiento de divisas monetarias, sobre todo en sus patologías; una suerte de detective económico a la caza de hiperinflaciones ocultas, que no es un académico extravagante o marginal sino un full professor de la universidad Johns Hopkins, donde enseña economía aplicada, entre muchas otras cosas. Steve H. Hanke fue asesor económico de Ronald Reagan y ha colaborado con un exasesor de Margaret Thatcher. Se le acredita haber puesto en práctica el concepto de privatización durante el Gobierno de Reagan. Es además un trader en fondos financieros y materias primas.
¿Qué puede saber un economista que muchos considerarían no solo situado a la derecha de Gengis Khan sino uno de los presumibles causantes de las miserias de hoy, sobre cómo medir lo que quizá ayudó a ocasionar? Lo cierto es que, a juzgar por su versatilidad en el trabajo y la producción intelectual, Hanke tiene una inteligencia original y audaz que, en este caso, se expresa en su método para medir, país a país, la aflicción de sus ciudadanos.
El sistema es simple: Hanke suma las tasas de desempleo, inflación y costo del crédito; y resta el crecimiento del PBI per capita de un año respecto del anterior. Esa es, sostiene Hanke, la llave diagnóstica para ordenar el ranking de sufrimiento de 108 países. Donde, como es natural, el peor encabeza y el mejor cierra la lista.
Los seis peores países en ese Índice de Aflicción son, de peor a menos malo, Venezuela, Argentina, Siria, Ucrania, Irán y Brasil. Los seis mejores resultan ser (siendo el último el mejor): Corea del Sur, Japón, Taiwán, China, Suiza y Brunei.
Leí el índice con la esperanza residual que guardamos todos desde la niñez en el método simple que resuelva problemas complejos: desde los 15 minutos diarios de la tensión dinámica de Charles Atlas para dejar de ser un alfeñique, hasta, bueno, las sumas de Hanke para medir la infelicidad. No es tan simple.
En la fórmula de Hanke, por ejemplo, Uruguay ocupa el puesto 25 en el ranking deprimente (es decir, una de las peores 25 naciones en el mundo), con un Misery Index de 28.37; y Costa Rica está muy cerca, en el puesto 30, con un Misery Index de 26.87. Mucho peor calificadas que, digamos, Ecuador, que está en el puesto 73, con un M.I. de 13.73; o El Salvador, en el puesto 77, con 12.56 de M.I. es decir, más de dos veces mejor, por lo supuestamente menos opresivo, que Uruguay y Costa Rica. Difícil andar más despistado.
Fallido y todo, recomiendo leer el Índice de Aflicción de Hanke. Tiene, junto con errores notables, aciertos interesantes. Espero que el Professor trabaje la fórmula y de repente, liberando dogmas y experimentando categorías, encuentre la expresión simple que abra una ventana esta vez transparente, así sea a través de un ranking, a la condición humana.
(*) Publicado originalmente el 10 de febrero en El País, de España.