Si la estratagema es el conjunto de ardides, engaños ingeniosos y emboscadas mediante los cuales se aplica eficazmente una estrategia, el repertorio de trucos de Óscar López Meneses le sirvió igual de bien bajo un régimen democrático que cuando los aplicó por primera vez en los 90, bajo el patronazgo y protección de Vladimiro Montesinos.
La técnica de Montesinos para penetrar el Estado y controlarlo desde dentro le funcionó por lo menos tres veces. Consistía, en resumen, en convertirse en asesor de quien estuviera en un puesto de gran importancia, por encima de sus capacidades pero por debajo de sus ambiciones. Así, Montesinos logró acceso a las informaciones y el poder del general Mercado Jarrín, primero; del fiscal de la Nación Hugo Denegri después; y del candidato presidencial Alberto Fujimori, por último.
En cuanto al trabajo previo, que le permitiera fuentes de influencia y poder, Montesinos se concentró especialmente en dos ámbitos: los servicios de inteligencia y el Poder Judicial.
Su discípulo, López Meneses, utilizó buena parte de ese sistema en los 90, para más modestos objetivos. Pero luego en la trayectoria de la cárcel al pináculo de influencia en instituciones de importancia estratégica, le ganó, sin embargo, a Montesinos. A este le tomó 10 años volver al poder (como asesor de Denegri) luego de salir de la cárcel en los 70 del siglo pasado.
En cambio, como se ve en la nota “De la cárcel al Pentagonito”, apenas tres años después de salir en libertad, ya López Meneses se encontraba al lado del nuevo comandante general del Ejército, general EP Paul Da Silva. López Meneses había hecho un intenso lobby para conseguir dicho nombramiento, que fue coronado exitosamente por la disposición de García.
En cuanto Da Silva asumió la Comandancia General, López Meneses tuvo acceso irrestricto a todo nivel del Pentagonito, especialmente la Comandancia General.
Cambios y pases al retiro
Da Silva resultó cualquier cosa menos un comandante general activo. A López Meneses, en cambio, le sobró actividad. Como suele suceder en el Ejército con quien tiene llegada e influencia (y nadie en los niveles altos del Ejército ignoraba que la de López Meneses era decisiva), no le faltó generales obsecuentes, aunque, como veremos, hubo algunos que se resistieron a su influencia.
Uno que estuvo cerca de él fue el general EP Leonidas Dupont, cuya participación en el notorio caso del robo de madera en Lobitos, determinó una investigación exhaustiva por la Inspectoría General del Ejército, a través del general EP Jorge Chávez Cresta, que encontró una grave responsabilidad en Dupont.
Antes de concluir su gestión como comandante general del Ejército, a fines de 2010, el general Otto Guibovich pidió invitar al retiro a Dupont. Pero, cuando salió Guibovich y entró Da Silva con López Meneses al lado, se canceló el pase al retiro de Dupont. Quien sí fue retirado expeditivamente fue el general Chávez Cresta. El mensaje quedó claro.
Sauna gratis
Una de las iniciativas que tomó López Meneses para mantener contento a Da Silva, fue proponer la construcción de un sauna (un spa, en buena cuenta) para generales dentro del Pentagonito, junto al gimnasio de oficiales.
¿Cómo lo financió? A través del presidente del gobierno regional del Callao, Félix Moreno, según fuentes con conocimiento cercano de causa. De acuerdo con otras fuentes, López Meneses se relacionó con Moreno a través de un empresario que ha tenido varios negocios con ese gobierno regional.
IDL-R intentó repetidamente entrevistar a Moreno, pero solo consiguió hablar con un funcionario de la oficina de “imagen”, que prometió hablar con el presidente regional y devolver la llamada, cosa que no hizo.
El empresario, en cambio, se comprometió a hablar sobre el tema a su regreso de Florida la próxima semana. IDL-R actualizará esta nota con sus declaraciones.
Asimismo, IDL-R ha pedido al ministro de Defensa, Pedro Cateriano, la información sobre el proceso de decisión, convenios, costos, equipamiento, funciones y fotografías del Spa. Al cierre de esta edición, se recibió una respuesta de la Comandancia General del Ejército, que, como es evidente, no responde nada y es, más bien, un insulto a la inteligencia.
Está claro que el propósito de López Meneses no fue entrar en el negocio de saunas y baños turcos. Su objetivo central fue lograr el control de la inteligencia militar.
Reclasificaciones
Como se ha escrito en la nota relacionada, el arma de inteligencia fue reactivada en 2008. Varios oficiales con larga experiencia previa fueron encargados de reconstruir el arma y reclasificar, previo examen y aprobación, a los oficiales de otras armas que buscaron pasar a inteligencia.
El antiguo Servicio de Inteligencia del Ejército se convirtió en el Batallón de Inteligencia. A los componentes tradicionales de este se le añadió una llamada Compañía de Informaciones. El objetivo inicial de esta Compañía fue el de encargarse de “operaciones psicológicas”, aunque terminó abocada a diversos quehaceres.
Los primeros oficiales reclasificados fueron seis, entre los cuales el coronel EP (r) Juan Carlos Liendo, el coronel EP (r) Fernando Angulo y el coronel EP (r) Víctor Pizarro. Entonces, los tres estaban en actividad.
Este grupo de oficiales se encargó de examinar la reasignación de los que venían. En la primera fase se captó unos 130 oficiales, luego a casi 50 más. Y el 2010, antes del ingreso de Da Silva hubo una tercera reclasificación –que no estaba prevista– en la que se presentaron los primos de López Meneses, el coronel EP Oswaldo Zapata y su hermano el comandante, hoy coronel, Luis Zapata. También se presentó el coronel EP Jaime Murguía.
La reclasificación fue rechazada por el panel de oficiales presentes. Sin embargo, el entonces jefe de la Dinte, (Dirección de Inteligencia del Ejército), general Cornejo Valdivia, les informó que, ‘por orden superior’, había que reclasificarlos. Y así se hizo, aunque con gran descontento.
Meses después, el coronel Liendo dejó la jefatura del batallón de inteligencia y fue al extranjero. El nuevo jefe, el coronel EP Jaime Murguía, que era amigo de López Meneses y, según algunas fuentes, su compadre, trató, sin embargo, de realizar una labor independiente.
Entonces, López Meneses logró que Da Silva ordene nombrar a Zapata como jefe del batallón de inteligencia y que Murguía pase a la jefatura de la compañía de informaciones.
El entonces jefe de la Dinte, general EP Carlos Rivera, un veterano especialista en inteligencia, amenazó con renunciar si se le obligaba a cumplir la orden. Da Silva retrocedió y se mantuvo la organización existente, pero la relación entre Murguía y López Meneses quedó dañada, mientras Rivera se convertía en un objetivo por destruir. El general, sin embargo, no era manco.
Da Silva hacía esfuerzos por permanecer en la comandancia general bajo el nuevo presidente, Ollanta Humala, y trató de lograr una influencia salvadora a través del coronel EP (r) Adrián Villafuerte.
El nuevo comandante general
Hay diversas interpretaciones sobre cómo se dio el proceso, pero lo cierto es que fracasó. Da Silva fue relevado, más bien destituido, el 8 de agosto de 2011. En su lugar, fue nombrado como nuevo comandante general el general EP Víctor Ripalda, un compañero de promoción de Villafuerte (y también de los generales Moncada y Cabrera).
La influencia de López Meneses dejó de ser tan evidente y abierta, pero siguió siendo muy fuerte.
Una de las primeras cosas que logró fue el relevo del general Rivera, de la Dinte. Se lo responsabilizó por la visita que hizo don Isaac Humala, el padre del Presidente, al batallón de inteligencia el 16 de agosto de 2011. Quien lo invitó, por petición de otro oficial, fue en realidad el coronel Murguía, pero se responsabilizó a Rivera.
Una semana antes, sin embargo, apenas salió Da Silva, Rivera conminó a Zapata a abandonar la oficina que tenía en el batallón de inteligencia. Para resarcirlo de ese contraste, López Meneses hizo refaccionar y decorar la nueva oficina de Zapata.
Lo hizo, de nuevo, con la asistencia de Félix Moreno, el presidente de Callao, según fuentes informadas.
A la inauguración de la refaccionada oficina asistió el nuevo comandante general Ripalda, junto con López Meneses. Fue Ripalda quien sacó al general Rivera de la Dinte.
Es seguro que López Meneses mantuvo una fuerte influencia con Ripalda a quien, según fuentes con conocimiento directo, visitaba unas tres veces por semana en la Comandancia General.
¿Pudo hacerlo sin que lo sepa Villafuerte? Es muy poco probable. Villafuerte tuvo un alto grado de control sobre Ripalda. Ello es algo que IDL-R pudo constatar inequívocamente en su momento.
La guerra entre Rivera y López Meneses pasó del baño maría a un punto de pre-ebullición. En una de sus últimas disposiciones, el general Rivera ordenó a Zapata y Murguía, que prohibieran el ingreso de cualquier extraño al batallón de Inteligencia.
Zapata le pidió aclarar la orden. Entonces, Rivera le dijo: “No se haga el cojudo, coronel, lo estoy diciendo por Óscar López Meneses”.
Poco después, Ripalda sacó a Rivera de la Dinte.
El veterano general se mantuvo en el Comando Conjunto un tiempo, bajo el mando del general Howell, pero en determinado momento, vio que la influencia de López Meneses había llegado ahí también. Se le ordenó recabar una información de la casa de López Meneses. Rivera no obedeció.
Poco después, fue sacado del Comando Conjunto y enviado a Iquitos, a la región selva, como segundo jefe, debajo del hoy fugitivo general EP Arturo Quintana.
En cuanto salió Rivera de la Dinte, López Meneses volvió a entrar y salir libremente de la zona del batallón de inteligencia.
La Dirección Nacional de Inteligencia, a cargo del capitán EP (r) Víctor Gómez, estaba informada de lo que sucedía. Si actuó y advirtió a tiempo, o no, al presidente Humala, es algo que por ahora, no queda claro.
De manera que queda claro que cuando el entonces jefe de la Policía, general PNP Raúl Salazar, llamó para ordenar (aunque se cuidó de hacerlo solo verbalmente y no dejar rastro escrito) que se le diera resguardo al condominio de Batallón Libres de Trujillo 209, en mayo de 2012, López Meneses era una persona que ejercía una fuerte y comprobada influencia en el Ejército y trataba de continuar extendiéndola en el Comando Conjunto.
La fuerza de Salazar, lo que le hizo permanecer en la jefatura policial, pese a sus notables deméritos, por tanto tiempo, fue su cercanía al coronel EP (r) Adrián Villafuerte.
¿Fue sorprendido Salazar, como los otros jefes policiales? Si lo hubiera sido, no habría insistido en mantener la orden como puramente verbal.
Así que, entre los policías, tanto Salazar como Praeli son quienes con mayor seguridad mantuvieron una relación con López Meneses, al que sin duda vieron como una persona que, detrás del escenario, mantenía una gran influencia, sobre todo en el Ejército y en asuntos de inteligencia.
Los otros jefes policiales son, muy probablemente, víctimas de la cadena de comando. Con carreras destruidas, como lo fue la del general Rivera.
Y con un servicio de inteligencia infiltrado, minado y manejado, a través de un guión que combina la picaresca con lo siniestro, por el discípulo de Montesinos, Óscar López Meneses, quien primero tomó el control de inteligencia y después lo extendió al cuartel general del Ejército♦