Para justificarlo, se compone el guión oficial de que, al fin, todo es parte de un solo fenómeno. Que cada arbusto de coca desarraigado debilita a ‘Artemio’, a los Quispe Palomino y a los ‘duros’ del narcotráfico. Las acciones que emanan de esa estrategia producen el tipo de resultados previsibles cuando se ordena que la cola mueva al perro.
La masiva mudanza de cientos de erradicadores y policías desde Santa Lucía a Tingo María provocó también varios problemas y sinceramientos en la realidad de mando en Tingo María.
Para empezar, el general Marlon Savitzky y los oficiales del Frente Huallaga fueron desalojados del cuartel que habían ocupado desde que se instaló el Frente. Era el edificio de la ex-Umopar, Unidad Móvil de Patrullaje Rural, amplio y muy defendible. Tuvieron que vaciar su cuartel para darle espacio al grupo de la Dirandro y pasar a alquilar un edificio mucho más estrecho e incómodo en la calle Tito Jaime.
En este viaje fui una vez al cuartel de la ex-Umopar, hoy Dirandro, para entrevistar al general Savitzky, que estaba de visita. Tuvimos que ir de ahí a la nueva oficina del Frente Policial. Llegué, a ver, sin embargo, más de una ventana rota en los alojamientos del segundo piso, y me pregunté qué hubiera pensado William Bratton, el ex comisionado de la Policía de Nueva York y consultor en seguridad ciudadana, para quien la ventana rota, precisamente, señala el deterioro de la seguridad pública en ese lugar.
Si el jefe del Frente Policial debe desocupar su cuartel para que se instale ahí parte del grupo de erradicación, queda claro que en el Alto Huallaga, los programas y grupos de erradicación tienen absoluta prioridad. Y para todo propósito práctico, la máxima autoridad en la zona descansa en quienes administran el dinero que paga esos programas: los funcionarios de la Narcotics Affairs Section (NAS), de la embajada de Estados Unidos.
Un alto oficial del Frente Policial me dijo que eso crea muchas situaciones incómodas para él. Por ejemplo, refirió que en el aeropuerto de Tingo María, donde está basado buena parte del contingente de la Policía Aérea, del Corah y personal de Dinoes, hay una serie de áreas a las que los Dinoes no tienen acceso, excepto poco antes de un operativo. “Un guachimán los para y no los deja entrar”, se quejó.
Cuando hubo el encuentro armado en el que cayó ‘Rubén’, el 20 de mayo pasado, en los primeros minutos de confuso tiroteo, el entonces comandante PNP Ángel Granados llamó desde su celular (la PNP no tiene radios) pidiendo angustiadamente ayuda, luego de percatarse que los senderistas que había sorprendido lo superaban largamente en número.
Un grupo de refuerzo se congregó en el aeropuerto de Tingo María para acudir en su ayuda. Los pilotos policiales tienen capacidad de vuelo nocturno. Sin embargo, la autorización de la embajada de Estados Unidos para que despegaran los helicópteros llegó cuando, para todo propósito práctico, el encuentro había terminado. En este caso, los refuerzos de la Dinoes y del Ejército, de Aucayacu, que llegaron por tierra, fueron suficientes. Pero pudo no haber sido así.
La autoridad compartida (o, más bien, entregada) puede crear confusiones dentro de la propia Policía.
El 16 de marzo pasado, a las ocho de la noche, un contingente de la Policía antidrogas, bajo el mando del comandante PNP Jaime Montes, acompañado por dos fiscales: Daniel Jara y Jeremías Rojas (anti-drogas y penal, respectivamente), intervino –es decir, tomó– la base policial de Tulumayo y la registró a fondo.
Actuaron por una denuncia fiscal, de acuerdo con la cual los policías de Tulumayo tenían secuestrado dentro de la base a un acusado por narcotráfico a quien, según la denuncia, le pedían dos mil dólares para dejarlo libre.
No hubo violencia en la intervención, pero lo más importante es que se realizó sin conocimiento ni autorización del general Savitzky. Éste, según fuentes bien enteradas, llamó a Montes y tuvo con él luego una conversación de memorable intensidad.
Sin embargo, cuando conversé con el general Savitzky sobre el tema de las autoridades paralelas con los funcionarios de la NAS, su incomodidad fue evidente.
Y todo indica que si no se empieza a pensar y actuar con claridad, la incomodidad será solo uno de los problemas menores en el Alto Huallaga, y que buena parte de los logros obtenidos podrán perderse. (GG)