Si Willax Televisión y su cadena de subordinados en los principales desagües de la desinformación nacional, que van desde Expreso hasta ‘La Pestilencia’, siguieran un método, este, sin duda, sería el de reforzar una falsedad con diez falsedades más. Y taquearlas con otras cien si hace falta.
Cualquier cosa, menos la verdad.
Luego de que les reventara en la cara el intento de involucrar a Gustavo Gorriti, director de IDL-Reporteros, en las investigaciones sobre la presunta organización criminal, dirigida por la exfiscal de la nación, Patricia Benavides, la campaña de desinformación e intento de descrédito se lanzó a otros campos sin relación alguna con la primera campaña.
Una desinformación cubre los años que Gorriti trabajó en Panamá como director asociado del diario La Prensa. Y la otra, unos supuestos vínculos con el Movadef.
Es una cascada de mentiras enfangadas. IDL-R las responde a continuación, pero antes es necesario remachar lo concerniente a la burda desinformación inicial.
Según el lumpenperiodismo de Willax, Gorriti debería ser investigado a fondo por el Equipo Especial de Fiscales contra la Corrupción del Poder por una supuesta frase que habría soltado en un chat Jaime Villanueva, alias ‘filósofo’, según la cual Gorriti habría coaccionado, amenazado en buena cuenta, al entonces fiscal supremo Juan Carlos Villena si este no apoyaba a Zoraida Ávalos en la pugna que terminó con su destitución e inhabilitación.
Como escribió IDL-R, ¿alguien le preguntó a Villena si conocía a Gorriti, si había hablado con él, si había recibido, por vía directa o indirecta, alguna amenaza o alguna presión?
Nadie lo había hecho, por supuesto. Pero poco después de la publicación de IDL-R, el ahora fiscal de la nación lo dijo, claro, explícito, inequívoco: nadie lo había amenazado, presionado, coaccionado. De paso, él era ahora fiscal de la nación, ¿verdad? y nadie le había puesto trabas.
Ni existió amenaza alguna ni menos el tipo de acciones que pertenecen más bien al sistema de Willax y sus subordinados.
Esa es la razón que probablemente llevó a Willax a lanzarse en la operación de enlodamiento que perpetraron desde el domingo 17 y que fue continuada luego por el pasquín Expreso y por ‘La Pestilencia’.
Podemos ver algunas de las evidencias que señalan la participación de Willax en los esquemas delictivos promovidos por Patricia Benavides.
Cuando arreció la campaña, dirigida por Benavides, para suspender punitivamente al fiscal Rafael Vela, con citaciones perentorias para defenderse en plazos sumarísimos de absurdas sentencias inminentes, (como, en efecto, sucedió), Vela presentó, el 9 de noviembre, un certificado médico que, en los hechos, aplazaba por unos días la sentencia preanunciada.
Eso enfureció a la fiscal Benavides, quien, de acuerdo con la confesión de Villanueva, filtró “el descanso médico de Rafael Vela Barba a los medios de comunicación, es así que al día siguiente el 10 de noviembre del 2023, el citado descanso médico fue difundido en el programa COMBUTTERS del periodista Phillip Butters”.
¿Recuerdan la agresividad con la que se difundió ese certificado médico? Fue una campaña para intimidar al médico que dio el certificado y al propio Vela. ¿Quién lo dispuso? La fiscal de la nación Patricia Benavides. ¿A quién se lo encargó? A Butters. ¿Quién trabajó operativamente para quién en esa acción delictiva?
Y ahora vamos a las últimas campañas de desinformación y difamación de Willax y sus cómplices.
Este fin de semana, intentaron difamar a Gustavo Gorriti con dos temas diferentes.
El primero es sobre la gestión que tuvo Gorriti como director asociado del diario La Prensa, en Panamá, a partir de 1996.
Una parte importante de la difamación sostiene que Gorriti tuvo un paso marcado por “nefastas prácticas periodísticas”, que fueron enfrentadas por periodistas de la integridad de, digamos, el “sindicalista” Garrit Geneteau, cuya acción, en conjunto con la del gobierno de Pérez Balladares, logró expulsar a Gorriti del país.
Esa es no solo una mentira completa sino fácilmente comprobable como tal.
Gorriti llegó a Panamá en 1996, para impulsar el periodismo de investigación en La Prensa, y eso es lo que hizo.
En el primer año de su gestión, la investigación del megaescándalo del caso Banaico remeció al país con la revelación de casos de narcotráfico y corrupción vinculados con el banco. Una de las personas mencionadas en esa investigación fue el yerno del entonces presidente Ernesto Pérez Balladares.
La investigación continuó y continuó. Nada parecido se había hecho hasta entonces en Panamá. Esa investigación, el caso Banaico, ganó unos meses después el premio Rey de España. Fue la primera vez que un premio de esa categoría había sido obtenido en Panamá.
Poco después, en mayo-junio de 1997, el gobierno de Pérez Balladares decidió que había visto lo suficiente de periodismo de investigación. Prohibió renovar el permiso de trabajo de Gorriti y ordenó su salida o expulsión de Panamá.
Gorriti, con el pleno apoyo de La Prensa, decidió desobedecer la medida, confrontarla judicialmente y en el ámbito de la opinión pública nacional e internacional. Para evitar un arresto en la calle, se fue a vivir a la redacción de La Prensa.
Entre los pocos que apoyaron la medida de Pérez Balladares estuvo Geneteau y su “sindicato” de periodistas. El gobierno de Pérez Balladares era del PRD (el partido que apoyó al dictador Manuel Noriega). Tenía sindicatos y periodistas corruptos que vivían del y defendían al régimen, como el “sindicato” de Geneteau.
Pero la inmensa mayoría de panameños, incluyendo organizaciones de periodistas, apoyó a La Prensa y a Gorriti.
Lo hicieron virtualmente todos los partidos de oposición, el defensor del pueblo, la alcaldesa de Panamá, intelectuales y ciudadanos de a pie.
Escritores, como John Le Carré (que había publicado hace poco “El sastre de Panamá”) y Mario Vargas Llosa, unieron sus voces de protesta.
Casi todas las organizaciones internacionales de prensa, desde Reporteros sin Fronteras, hasta el Comité para la Protección de Periodistas y la Sociedad Interamericana de Prensa se hicieron escuchar, con fuerza y constancia en la campaña.
Casi todas las organizaciones periodísticas del Perú hicieron lo mismo. Organizaciones como Human Rights Watch, Cejil y otros, unieron sus voces.
Periódicos como el New York Times, el Wall Street Journal, el Washington Post, el Miami Herald, El País, de España, entre otros, dedicaron notas de portada a la confrontación.
La cobertura alimentó la movilización de la opinión pública y los esfuerzos diplomáticos.
En octubre de 1997, el abrumado gobierno de Pérez Balladares cedió, dio marcha atrás y renovó el permiso de Gorriti. Para salvar cara exigió que Gorriti no llevara más el cargo de director asociado.
Pocos días después, Gorriti fue nombrado director afiliado de La Prensa.
Esa lucha reverberó en todo el continente. Un año después, en noviembre de 1998 Gorriti recibió el Premio Internacional a la Libertad de Prensa del Comité para la Protección de Periodistas, en una ceremonia solemne, en New York.
Nada de eso provocó la buena voluntad de gente como Pérez Balladares, (o Geneteau, cuya importancia en Panamá era, en verdad, ínfima).
Gorriti permaneció en Panamá hasta febrero-marzo de 2001, sin contar los meses de licencia el año dos mil en los que retornó al Perú para contribuir con el esfuerzo de las fuerzas democráticas por terminar con la dictadura de Fujimori/Montesinos.
Los cinco años en Panamá fueron muy intensos, especialmente los últimos, en los que cada investigación importante era seguida por una demanda judicial, ¡contra los periodistas! por parte del equivalente panameño de fiscal de la nación.
Rolando Rodríguez, quien fuera por diez años director asociado de La Prensa y actual asesor de investigaciones periodísticas del diario, recuerda así aquel período turbulento.
La estadía de Gorriti fue “una especie de torbellino” dice Rodríguez, “que sacudió todas las esferas del gobierno, y también en la empresa privada, en especial la vinculada con el Gobierno, […] creó muchos enemigos, dentro y fuera del Gobierno. Al mismo tiempo, estableció muy buenas fuentes que nos permitían presentar al lector muchas notas exclusivas e impactantes. Sus relaciones con el personal periodístico eran mixtas… por un lado trabajábamos las investigaciones con periodistas que así lo querían y por el otro, habían periodistas que preferían, como ellos mismos decían, “no meterse en problemas”. Estos eran los que no lo querían en el periódico, pues el nivel periodístico exigido por él era alto, y preferían no trabajar con él. […] Algunos de ellos salieron del periódico de forma nada honorable, incluso recuerdo que uno de ellos llegó a amenazar una fuente que nos daba información sobre la forma en que entraban ilegalmente ciudadanos chinos a los que les cobraban pequeñas fortunas para obtener documentos legítimos para vivir en Panamá. […] En fin, Gustavo hizo buenos e importantes amigos, pero también hizo enemigos que, a su vez, eran amigos del poder…”.
Los últimos tiempos de Gorriti en Panamá, recuerda Rodríguez, “… fueron igualmente movidos… había subido al poder Mireya Moscoso y hubo noticias sobre lo que parecía un gobierno que no se diferenciaría de los anteriores. Así que su breve paso investigando ese gobierno bastó para hacer nuevos enemigos, incluso dentro del periódico cuando algunos directivos del periódico con aspiraciones políticas también buscaban quitar obstáculos… Fueron buenos tiempos, de no pocas luchas, un entrenamiento para enfrentar a políticos corruptos, que con el tiempo, se han multiplicado en mi país”.
Así, en apretado resumen, transcurrieron los cinco intensos años que pasó Gorriti en Panamá. No tiene mucho sentido mostrar los numerosos documentos que recuerdan y reconstruyen esa época, pero están listos para la consulta, cuando sea necesario.
¿Dónde parece haber terminado un individuo como Geneteau? Compartiendo opiniones con la secta del Executive Intelligence Review, el grupo formado por Lyndon Larouche, que utilizó la fraseología de inteligencia para disfrazar su delirante paranoia. Larouche sostuvo que el narcotráfico es una conspiración mundial dirigida, sobre todo, por la que fue la reina de Inglaterra. Se dio tiempo, sin embargo, para defender a rajatabla al dictador Noriega.
Larouche estuvo en prisión en Estados Unidos por evasión fiscal y fraude postal. Le tocó compartir celda con el predicador Jim Bakker, quien lo caracterizó así: “Decir que Lyndon [Larouche] era un poco paranoico es como decir que el Titanic tenía una pequeña filtración”.
Esa gente es la que ha alimentado con sus notas a difamadores, como Luciano Revoredo y, ahora, al lumpen de Willax. Sus historias están tan lejanas de la verdad como ellos de la honestidad.
Terruqueos
Los otros infundios provienen de uno de los recursos favoritos de los socios de Willax en ‘La Pestilencia’: el terruqueo.
Willax mostró unas páginas de interceptaciones legales de conversaciones telefónicas de gente sospechosa de estar vinculada con el Movadef. Ahí mencionan dos llamadas de una persona llamada Ivonne Moreau con un “Gustavo”, que los analistas presumen se trata del periodista Gustavo Gorriti.
El siguiente paso fue el desarrollo de una cínica y fría histeria. ¡El secreto salió a la luz! ¿Cómo Gorriti no se limita a llamar solo terroristas a los senderistas y al describir determinado tipo de acciones, habla de ¡guerrilla! de ¡sabotaje! de ¡agitación y propaganda! de ¡asesinatos selectivos! ¡Y ahora aparece respondiendo el teléfono a una persona vinculada con el Movadef!
Hubert Lanssiers, el sacerdote y capellán de prisiones, fue una persona formidable. No solo valiente, culto, abnegado, sino dueño de una mente con un filo que cortaba como el acero de Damasco.
“A mí una cosa que me resulta muy cansadora”, le dijo a Gorriti en una entrevista, “es luchar contra la imbecilidad. Tú puedes luchar contra la maldad, que tiene una cierta lógica, pero contra la necedad es imposible. El tipo está cerrado, sin grietas, sin fallas”.
En pocos temas hay tanta imbecilidad rampante como la de aquellos que hacen del terruqueo una profesión.
A Gustavo Gorriti le tocó cubrir, para Caretas, las acciones del senderismo y la respuesta del Estado desde 1981. Durante años de reportaje en el campo, fue evidente que lo que más faltaba en el reportaje sobre los hechos de la violencia, era comprender los porqué de las acciones, las estrategias y las ideologías que estaban detrás de ellas, con frecuencia inexplicables o malamente explicadas.
En las circunstancias de precariedad con las que se desarrolló, sobre todo en los primeros años, la contrainsurgencia, hubo varios oficiales de seguridad –sobre todo, pero no exclusivamente, de la Dircote (o Dincote, o Dicote, según el año)– que comprendieron la necesidad de estudiar a fondo la estrategia de Sendero Luminoso, a través de sus publicaciones dogmáticas, que parecían muchas veces una mala traducción de la agencia Xinhua, pero que eran el andamiaje conceptual detrás de los ataques, las muertes, la paulatina destrucción.
Esos oficiales, a diferencia de aquellos centrados solo en la acción, fueron los que marcaron la diferencia y permitieron los pocos éxitos iniciales, que eventualmente llevaron, varios años y mucha muerte después, a la captura de Abimael Guzmán, que selló la derrota de Sendero.
En 1990, Gustavo Gorriti publicó el libro: “Sendero: historia de la guerra milenaria en el Perú”. Estaba lleno de información previamente desconocida, de hechos, personajes y documentos que daban sentido a lo ignorado o mal comprendido.
El libro continúa siendo impreso y leído hoy, más de 30 años después de su publicación. Cuando salió, Gorriti fue invitado a exponer en el Comando Conjunto y con varios servicios especializados de las Fuerzas Armadas. Encontró a varios analistas talentosos, con quienes el diálogo fue enriquecedor y recibió, entonces y después, mucha información de gran utilidad. Hubo algunos interlocutores dogmáticos y refugiados en prejuicios, pero estuvo claro que esa gente no contaba. Solo importaban, como lo demostró la experiencia, aquellos que buscaban entender a fondo al enemigo, mediante un conocimiento sin prejuicios.
De esa escuela salió el GEIN, del que muchos policías tradicionales se burlaron al comienzo llamándolos “cazafantasmas”.
Ese principio de estrategia, de investigación, es el que aplica en todo esfuerzo azaroso del conocimiento humano.
Para los periodistas de investigación (y quizá para todos los investigadores), el conocimiento llega a través de la lectura, la entrevista, el contacto con fuentes primarias y secundarias.
IDL-Reporteros llevó a cabo una cobertura a fondo de los SL post-Guzmán. Hicimos varios reportajes en el VRAEM, publicamos entrevistas a los líderes senderistas de la facción Quispe Palomino.
A la vez, logramos entrevistar en el Huallaga a “Artemio”, meses antes de su captura. Durante dos días lo entrevistamos en su base con preguntas exigentes, que arrojaron respuestas en algunos casos interesantes.
¿Quiénes fueron los primeros en felicitar el logro periodístico de IDL-Reporteros? ¡Oficiales de la Dircote, por supuesto; y también algunos del equipo especial PNP-DEA!
Varios de ellos ofrecieron acceso a toda la documentación nueva conseguida entonces y después, para esparcir el conocimiento y comparar interpretaciones.
También, por supuesto, IDL-R recibió, en forma constante, documentos y declaraciones que tenían que ver con las profundas patologías institucionales internas, los odios y vendettas que marcaron confrontaciones a lo largo de los años y los grados.
A la vez, IDL-R continuó tratando de entrevistar al mayor número de fuentes dispuestas a contestar. Gustavo Gorriti entrevistó varias veces a Elena Iparraguirre y a otras figuras menores. El objetivo central, sin embargo, fue tratar de lograr una entrevista con Abimael Guzmán. Varios altos oficiales de las fuerzas de seguridad intentaron ayudar y recomendaron que se pudiera realizar esa entrevista. ¿Sus nombres? Baste decir, por ahora, que están entre los oficiales mejor preparados y calificados en su campo.
¿Y por qué intentaron ayudar? Porque el mayor conocimiento beneficia a todos y porque nada reemplaza a la claridad intelectual para un entendimiento en profundidad.
¿Es posible recibir información personal sin entrevistar? ¿Es posible animar a alguien a abrirse y revelar aspectos hasta entonces desconocidos, sin una entrevista de por medio?
¿Quién que no sea un idiota redomado, una caja de prejuicios impermeables, puede negarse al conocimiento? Eso lo entendieron bien, entre otros, los oficiales antiterroristas que dieron información y trataron de conseguir la entrevista que, al final, no se realizó. Lo entendieron también los oficiales de la Dircote que invitaron a Gorriti a acompañarlos a la universidad de San Marcos para discutir los temas relacionados con el senderismo y la mejor forma de defender una sociedad democrática de un proyecto de insurrección violenta.
Algunos policías son oportunistas consuetudinarios, y al ver ahora la aparente (y engañosa) prevalencia de la derecha bruta, dogmática, también intentan actuar aquello que piensan los llevará a conseguir ascensos decisivos, derrotar a los odiados rivales y terminar en la cúspide institucional. Así, un extraordinario comandante se convierte en un eficiente coronel y puede terminar como un general sobón y cortesano, que renuncia a todo lo que le enseñó la vida en el servicio previo para terminar con un mando conveniente pero estéril.
Hay otros, por fortuna, que se mantienen coherentes aunque les toque pagar un precio alto por los principios.
¿Qué quiere decir todo lo anterior? Que el investigador investiga, que el periodista (no es el único) entrevista y escribe dándole el valor preciso a las palabras y a los conceptos. Que el estúpido terruqueo lo tiene sin cuidado y no lo intimida en absoluto, porque el día que el periodista (el intelectual, el analista) se someta a los comisarios del dogma terruqueador (entre otros, porque nunca llegan solos), ese día habrá mutilado su cerebro y agredido a la sociedad que debe servir mediante el conocimiento.
IDL-Reporteros hará todos los reportajes y entrevistas con las personas que estime conveniente para cumplir su misión. Conocemos muy bien los mandatos éticos que gobiernan nuestra profesión y haremos frente en forma resuelta y decidida a quienes pretendan atacarlos. Especialmente si se trata de lumpenaje periodístico como el de Willax y Expreso.