A poca distancia del puerto, junto al pueblo del mismo nombre está la base antidrogas de Santa Lucía. Notoria para muchos, legendaria para otros, la base, construida en la década de los ochenta con fondos de Estados Unidos y mantenida desde entonces en gran medida por ellos también, fue hostigada y atacada varias veces por Sendero, pero nunca estuvo en peligro de caer. Un eficiente diseño defensivo, una guarnición fuerte, junto con un buen parque de aeronaves, especialmente helicópteros, y una adecuada y bien protegida pista de aterrizaje, le dieron una capacidad de defensa y contraataque que siempre fue superior al poder ofensivo de Sendero; incluso cuando éste tuvo la fuerza como para tomar Uchiza en marzo de 1989 y derrotar a la guarnición de tropas especiales de la Policía acantonadas ahí.
En esa ocasión, la base de Santa Lucía no pudo auxiliar a los policías atacados en la cercana Uchiza, pero Sendero tampoco intentó tomar la base.
Santa Lucía fue en los hechos y por mucho tiempo una base norteamericana con policías peruanos. Era el punto de llegada para la prensa extranjera que deseaba fechar un despacho desde un lugar que sugiriera los riesgos de una base avanzada en la jungla hostil, en medio del batir de hélices de helicópteros y los campos cubiertos de cocales.
No solo eso: Santa Lucía brindaba la experiencia completa sin tener que salir de ahí. Era una suerte de jungla con repelente incorporado. Dentro estaba “Cocalandia”, el Disneyworld de la ‘guerra’ contra las drogas. Era un lugar que remedaba un ‘laboratorio’ para elaborar el PBC en medio de la selva. Supuestos ‘cocineros’ preparaban la pasta básica, protegidos por los pistoleros de esa banda, mientras se acercaban sigilosamente los policías antidrogas para el ataque sorpresa, que se producía exitosamente y con la misma regularidad que las acrobacias de delfines en un acuario marino. “Cocalandia” era, en la jerga gringa del oficio, el “dog and pony show” (“el show del perro y el caballo”), la versión plástica de la “guerra” contra las drogas. ¿Quién no se burló de ella?
Nunca pensamos que la íbamos a extrañar.
Cuando llegamos a Santa Lucía el 16 de junio por la noche, la base lucía extraña. Signos de descuido donde antes no se los veía y mucha menos gente.
Solo un rato después, cuando hablamos con el ansioso jefe de la base, el comandante PNP Gonzalo Cueva, la realidad se hizo evidente: todo el personal de erradicadores del Corah, anteriormente acantonados en la base, se ha mudado a Tingo María. Junto con ellos se han ido los policías de la Dirandro que los escoltan. Y los pilotos de helicópteros, con sus máquinas. Tras ellos, los funcionarios estadounidenses que controlan los helicópteros, el personal, las acciones y las metas. Con los estadounidenses, nos dicen, se fueron también los fondos para operar la base y, sobre todo, para mantenerla. Hasta la ‘división informática’ se fue a Tingo María.
La base luce semivacía. Es más percepción que realidad, porque la Escuela de Policías sigue abierta y queda una guarnición policial. Pero cuando se van 200 erradicadores, 150 policías, pilotos, helicópteros, funcionarios gringos y plata, se escucha correr el viento y no se cambian los focos quemados.
Sujeta ahora a las rutinas de mantenimiento de la PNP, la base de Santa Lucía ya sufre los resultados. No hay agua en la base desde hace una semana, nos dicen, porque se malogró la bomba y hay que esperar que llegue el dinero para comprar los repuestos. “Cocalandia”, nos informan, ya no funciona porque no hay ni coca ni insumos para la demostración. Tampoco hay uniformes nuevos este año.
Limitados a esporádicas salidas de “interdicción” a bordo de camionetas, algunos veteranos de la Policía sí conservan informantes e inteligencia.
Lo que algunos de ellos nos cuentan confirma que la realidad tiene dinámicas a la vez previsibles y sorprendentes.
Al haberse transferido todo el centro de gravedad de la erradicación hacia Tingo María, (posiblemente para llegar con mayor tranquilidad a la meta anual de diez mil hectáreas de coca desarraigada), los policías nos dicen que han surgido muchos “nuevos cocales, una nueva problemática”.
También nos informan que:
• “Se ha reportado que hay una nueva columna senderista vinculada con el VRAE”.
• “El área de influencia de esta columna llega hasta Santa Rosa de Mishollo”.
• “‘Artemio’ está todavía fuerte. Vemos cómo se desplaza y el caso que le hace la gente”.
• “Desde Bambamarca hasta Juanjuí no hay Policía”.
En los días siguientes, nosotros pudimos confirmar en el terreno que, si no totalmente exactas, la mayoría de estas afirmaciones tenían bases reales (ver: Sendero en el Huallaga) y que describían una realidad mucho más compleja que lo que presentan y sugieren los guiones de historieta oficiales. (GG)