El miedo puede ser usado como arma. A lo largo de la campaña electoral que ya ha terminado, los aliados de la candidata Keiko Fujimori lanzaron una serie de acusaciones falsas y medias verdades para convertirse en una alternativa electoral frente a todos los supuestos puntos oscuros de su rival. La cosa llegó a tal nivel, que ayer por la noche decenas de limeños recibieron mensajes telefónicos en los que un supuesto Ollanta Humala llamaba a la guerra con Chile y daba vivas a la Venezuela de Hugo Chávez. Era, desde luego, la última arremetida de la estrategia del pánico.
Pero esta táctica no es nueva ni original. De hecho es parte de la herencia fujimorista. En su libro ‘Violencia y autoritarismo en el Perú: bajo la sombra de Sendero y la dictadura de Fujimori’ -cuya segunda edición fue publicada el mes pasado- la catedrática Jo-Marie Burt, doctora en ciencia políticas de la Universidad de Columbia, concluye que el régimen de Alberto Fujimori usó la ‘política del miedo’ para desacreditar a sus opositores y desmovilizar a la población que cuestionaba a sus métodos.
En el capítulo 9 de su estudio, titulado ‘Quien habla es terrorista’, la autora pone en evidencia como el propio Fujimori utilizaba sus discursos contra Sendero Luminoso, para poner a las fuerzas políticas y sindicatos al mismo nivel de los terroristas.
Como prueba, el libro consigna una declaración de Fujimori, realizada poco después de la Conferencia Anual de Ejecutivos de 1992 (CADE), con la que el sentenciado ex presidente respondía a las críticas del entonces secretario general de la CGTP, Pedro Huilca.
Esta es la cita: “Fujimori dijo leyendo de sus notas: hemos estado construyendo un consenso nacional desde 1990. Poco a poco están emergiendo las grandes estructuras sociales del Perú profundo. Luego Fujimori dirigió su mirada al auditorio y dejó de leer para decir: Éste ya no es un país gobernado por las cúpulas de la CGTP o del SUTEP, o por las huestes de Sendero Luminoso y el MRTA, o las cúpulas de los partidos tradicionales. Huilca estaba presente en el auditorio”.
Fujimori contra los subterráneos
Vincular a las voces críticas del régimen con Sendero Luminoso era moneda común durante el fujimorato. Y la cosa llegaba a veces a niveles ridículos.
Otro episodio consignado en el libro de Burt cuenta que algunos grupos de rock alternativo terminaron acusados de estar vinculados al terrorismo, solo por participar en el concierto Olvidarte Nunca, organizado en 1995 por organizaciones defensoras de los derechos humanos.
“La noche siguiente (al concierto), el noticiero de Canal 4 (que estaba en la planilla de pagos del régimen) difundió un informe alegando que los grupos de rock alternativo estaban infiltrados por Sendero Luminoso”, cuenta la autora.
“El argumento de que el eje del gobierno fujimorista fue el respaldo popular no toma en cuenta el grado de represión y la utilización del miedo, de parte del fujimorismo, para mantener a la sociedad civil debilitada e incapaz -hasta ya muy avanzados los 90- de articular una oposición clara”, dice la catedrática. Su conclusión bien puede aplicarse a estos tiempos.