Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2343 de la revista ‘Caretas’.
La última mala noticia de Venezuela llegó en estos días y fue otra vez sobre un periódico. “El Universal” fue vendido a una sociedad española de nombre ambiguo, Epalisticia, que pudiera pronto abrirse camino hacia la sinonimia de testaferro.“El Universal” era uno de los dos periódicos venezolanos de alcance nacional que mantenían una línea de fiscalización opositora del régimen.
Es la tercera venta de una empresa noticiosa importante después de la muerte de Hugo Chávez. Primero fue Globovisión TV y luego la cadena Capriles de periódicos, cuyo principal diario, Últimas Noticias, publicó, al borde de lo póstumo, una extraordinaria investigación, justo antes de cambiar de manos y desbandar el grupo de investigación periodística.
Acoso económico primero y compra de la empresa después. Ese modelo de sofocamiento de la libertad de expresión es uno de los pocos que parecen funcionar hasta ahora al excepcionalmente inepto régimen de Nicolás Maduro.
En términos de libertad de prensa, ahora viene una lucha de muchos contra pocos, como sucedió aquí en tiempos de la prensa chicha. Será una confrontación en la que la calidad investigativa, la eficacia polémica y la fibra moral de la prensa libre jugarán un papel decisivo.
Habrá reporteros y editores jóvenes (y no tan jóvenes) que lograrán hazañas periodísticas por su brillo, su audacia, su valor.
Pero el nombre que para mí, y para muchos, simboliza la resistencia valerosa e inteligente de la prensa libre y la democracia, es el de un periodista de 82 años, de trayectoria legendaria y ánimo parejo: Teodoro Petkoff.
Desde hace catorce años Petkoff dirige el periódico Tal Cual. Antes fue director de El Mundo, hasta que Chávez presionó para que lo sacaran (por eso, la primera portada de Tal Cual tuvo un burlón “Hola Hugo” como título principal).
Petkoff ha estado presente en la vida política de Venezuela y Latinoamérica desde inicios de la década de 1960. Fue dirigente comunista, guerrillero en la montaña, prisiones y fugas, pionero de los acuerdos de paz y amnistía que lo reincorporaron a la democracia, fundador del MAS, ministro en el segundo gobierno de Rafael Caldera, candidato presidencial en dos ocasiones, temprano y firme defensor hasta hoy de una izquierda democrática.
En la polarizada Venezuela, donde el régimen autoritario de Maduro trata de caricaturizar a la oposición como expresión exclusiva de la derecha, pocas cosas le son tan incómodas al gobierno como las críticas de Tal Cual y Petkoff, hechas desde una posición de izquierda y con la punta, filo y contrafilo de una lucidez aumentada por el conocimiento y la experiencia.
Conversé con Petkoff en su departamento en Caracas. Terminaba de reponerse de una enfermedad y se lo veía convalesciente pero reciamente alerta.
¿Tuviste alguna vez una esperanza con el gobierno de Chávez?
Petkoff.- No. Yo soy de la poca gente de izquierda que no respaldó a Chávez… […] Yo era miembro del MAS. Me retiré cuando el movimiento decidió apoyar a Chávez.
¿Por qué razón te distanciaste de Chávez desde el comienzo?
Vamos a decir que por intuición. Yo conocí a Chávez cuando todavía no era presidente, conversé varias veces con él y me molestaba cierto tono retaliativo que le notaba… yo lo sentía muy autoritario.
En su libro, “Las dos izquierdas”, publicado en 2005, Petkoff llama “izquierda borbónica” que describe, en las palabras del escritor Ibsen Martínez, prologuista del libro, a la izquierda “ciegamente conservadora de valores ya sin contenido y sin futuro”.
De la insurrección a la democracia
Uno de los aspectos críticos en la discusión revolucionaria [en la década de] 1960 fue sobre la entonces despreciada democracia ‘burguesa”, más bien la democracia liberal. La visión de izquierda reformista que tienes ahora ¿cómo considera los derechos propios de la democracia liberal: libertad de expresión, derechos de minorías?
Bueno, para lo que nos sirvió la lucha armada a nosotros en Venezuela fue para descubrir la democracia liberal. Para descubrir los grandes valores de la democracia liberal. De la democracia a secas. Para eso nos sirvió la lucha armada. Para descubrir cuán equivocados estábamos al plantear la lucha armada como lucha contra la democracia burguesa. Y descubrir que la democracia puede haber tenido su origen en el ascenso de la burguesía al poder en los países europeos. Pero que la democracia en sí misma no es ni burguesa ni proletaria. La democracia es un conjunto de valores, de ideas y de instituciones que la hacen funcionar y que la hacen funcionar para la mayoría.
Y cuando dices “descubrimos”, ¿comprendes a toda una generación o básicamente a ti y a unos cuantos más?
No. Yo creo que a todos los que participamos en la lucha armada en Venezuela. Éramos comunistas básicamente y los miristas que iban a la cola de nosotros. Cuando fuimos a la lucha armada, los miristas siguieron. Y cuando descubrimos la democracia, los miristas también la descubrieron.
La insurrección guerrillera en Venezuela, a principios de la década de 1960, fue una de las primeras, y la más importante en esa etapa, de las que siguieron a la revolución cubana. Pero, a diferencia de otras, el levantamiento fue contra una joven democracia que se defendió, en términos generales, con inteligencia y las armas propias de una democracia. Terminó, como relata Petkoff, en una amnistía que los incorporó leal y definitivamente a la democracia.
Ustedes fueron los primeros en América Latina en dar ese paso [dejar las armas, negociar la paz].
Sí. En toda América Latina nos tildaron de traidores a nosotros. De toda la izquierda latinoamericana.
¿Hubo desde el comienzo la decisión de renunciar a la salida armada?
Sí, claro. Cuando suspendimos la lucha armada, la suspendimos de verdad. No fue un truco como algunos pensaron, para ganar tiempo, … nosotros dimos los pasos necesarios para que fuera evidente que estábamos en otra política. Lo hicimos incluso con el partido comunista todavía ilegal; formamos un grupo político ad-hoc, digámoslo así, para que participara en las elecciones de 1968, que sacó unos diputados, de paso. […] Pero nosotros dábamos un pasito para adelante y el gobierno [de Leoni] daba otro. Eso fue un minuet.
¿Qué tipo de gobierno quisieras ver extendido en América Latina?
Yo creo que la izquierda debe asumirse como una izquierda reformadora. Como una izquierda reformista, para decirlo con la palabra maldita. Una izquierda reformista sin complejos. Lo suyo es saber que en ninguno de los países de América Latina existen condiciones para un cambio de naturaleza revolucionaria desde el poder y con la correlación de fuerzas que cada uno de esos gobiernos contempla.
Debe ser una buena izquierda reformista. Plantearse las reformas posibles que puedan producir el consenso o por lo menos la neutralidad de los actores afectados.
Dado que la corrupción es un fenómeno tan acentuado en nuestro continente, que sean gobiernos limpios. Pero no solo que sean limpios, sino que persigan a los corruptos. Porque una cosa es ser limpio uno mismo y otra cosa es dejar a los corruptos campantes por ahí, disfrutando de sus fortunas. Ahora, yo sé que esto es muy difícil, porque se presta para poder representar a la izquierda como persecutora, represiva. Y la renuencia a actuar contra los corruptos ayuda a estos.