Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2433 de la revista ‘Caretas’.
Hay quienes definen las insurrecciones guerrilleras como “la guerra sin tiempo”, pero el tiempo siempre alcanza a las guerras, como alcanza a todo, aunque se den casos de una vejez tan larga que casi olvida sus inicios.
Hasta hace no tantos años, uno de los grupos insurgentes más longevos y extraños fue el “ejército perdido”: los remanentes de la fuerza armada del Kuomintang en la provincia de Yunán, en China, que, luego de la derrota ante el ejército comunista en 1949, se retiraron en orden hacia las zonas fronterizas con la entonces Birmania (hoy Myanmar), Tailandia y Laos. En el “triángulo dorado”, una de las principales zonas productoras de opio en el mundo, esa fuerza armada china se mantuvo entre los entresijos de la Guerra Fría como una entidad de combate por más de 30 años. Y ahora, habiendo depuesto las armas, mantienen su identidad cultural en el norte de Tailandia.
Hay otros casos: Laurent Kabila, que se levantó en armas en el Congo en la década de los 60 (el Che Guevara peleó a su lado en 1965) para reaparecer casi 30 años más tarde y derrocar a Mobutu en 1997. En Colombia, Manuel Marulanda, ‘Tiro Fijo’, murió de viejo en la jefatura de las FARC, después de haber pasado la vida levantado en armas desde “la Violencia” que asoló su país luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y el ‘Bogotazo’ subsecuente en 1948.
En el Perú, el único foco subsistente de violencia insurreccional se limita a un área dentro del VRAE, con cortas irradiaciones fuera de ella. Al no ser una amenaza existencial, o siquiera estratégica, como fue la insurrección senderista durante los 80 hasta su derrota en setiembre de 1992, hay la tendencia a encapsular conceptualmente al SL-VRAE hasta que ataca, sorprende y mata.
Entonces, en un país que no se esforzó por entender la guerra interna que sufrió y cuya supuesta clase dirigente es por lo general ignorante de los temas de seguridad que debieran conocer, se ventilan airadas opiniones, usualmente tonterías, hasta que el tema se olvida, se pierde entre los ríos y lluvias y montes escarpados de la selva, mientras se prepara la próxima emboscada.
En esta ocasión, la emboscada de Santo Domingo de Acobamba con su trágica cosecha, promovió una discusión prontamente secuestrada por el debate electoral.
Keiko Fujimori decidió reprender al presidente Humala por haber descuidado presuntamente sus deberes de velar por la seguridad del país. Con ella, lo dejó claro, las cosas serían severamente diferentes.
Humala está tan débil y acosado que le resulta difícil gobernar; y a sus adversarios políticos les es muy fácil y cómodo atacarlo.
Sin embargo, pese a su debilidad actual y a los varios y persistentes errores que lo han llevado a esta situación, creo que en cuanto a la lucha contra los grupos armados de Sendero Luminoso, Humala ha sido el presidente más exitoso desde que se conquistó la democracia el dos mil. No logró la victoria pero tuvo varios éxitos y recuperó la iniciativa del Estado. De una defensa continuamente erosionada, pasó a una contraofensiva que terminó con Sendero en el Huallaga y puso a la defensiva al Sendero del VRAE.
Su mérito personal fue el de haber tomado decisiones audaces e importantes, que mejoraron sustantivamente la inter-operatividad de las fuerzas de seguridad y permitieron arrebatar la iniciativa a los senderistas.
«Al no ser una amenaza existencial hay la tendencia a encapsular conceptualmente al SL-VRAE hasta que este ataca, sorprende y mata».
Para un militar como Humala, la decisión de poner a un civil a coordinar las acciones contra Sendero fue tanto inesperada como exitosa. Ese fue el entonces viceministro del Interior, Iván Vega, que asumió primero la coordinación de acciones contra Sendero en el Huallaga. Vega, un civil con interés y conocimiento de asuntos de seguridad, asimiló y adoptó los métodos, programas y personal que había estado poniendo en práctica sobre todo la Dirandro, bajo el mando del general PNP Carlos Morán, un veterano del GEIN que había adaptado sus conceptos a la lucha contra la criminalidad organizada y el narcotráfico en escenarios no solo urbanos sino rurales.
Morán trabajó en coordinación con la DEA, que proporcionó los medios (desde interceptación legal de celulares hasta el eficiente reclutamiento de agentes y la administración segura y honesta de recompensas), que permitieron avances importantes en el Huallaga. Fue purgado, junto con otros generales valiosos, por el gobierno, (y eso, a la par de otros pases arbitrarios al retiro de oficiales competentes pesa sin duda en el pasivo de Humala). Pero Iván Vega logró mantener a los oficiales operativos con sus estructuras y a través de ellos prosiguieron e intensificaron las acciones que terminaron con la captura de ‘Artemio’ y la desactivación de Sendero en el Huallaga.
Pese a considerables errores y desaciertos iniciales –como los de la malhadada operación de Kepashiato– que fueron aprovechados por SL-VRAE para avanzar en áreas estratégicas para esa organización, el gobierno de Humala puso en práctica un nuevo sistema cuyos resultados se vieron pronto. Nombrar a un coronel de la PNP –Arquímedes León– como jefe de inteligencia del CE VRAE, con mando sobre los militares, fue, por sencilla y hasta evidente que parezca la idea, una decisión hasta entonces inédita. Siendo León un experto en el tema, la decisión fue además buena.
Humala reforzó la autoridad de Iván Vega, quien –además de utilizar los métodos y las personas que había empleado el general Morán– se convirtió en el gran coordinador de medios y estrategias frente a Sendero. Vega organizó una suerte de estado mayor de fuerzas especiales con miembros de alto nivel de la Policía y de las Fuerzas Armadas, con grupos selectos de inteligencia operativa de la Policía (respaldados también por la DEA), que lograron reclutar agentes de calidad dentro de los colaboradores de Sendero, mientras buscaban convertir a ex senderistas en operadores contrainsurgentes.
Los resultados llegaron eventualmente. La emboscada que terminó con la vida del dirigente senderista ‘Guillermo’, uno de sus mejores líderes militares, fue seguida por el operativo que terminó con las muertes de “Alipio” y “Gabriel”. A la par, hubo varias otras acciones de menor entidad acompañadas por deserciones dentro de Sendero.
SL-VRAE, bajo el mando de los hermanos Jorge y Víctor Quispe Palomino, fue forzado a un rápido repliegue en su reducto histórico de Vizcatán y al silencio electrónico.
Territorialmente, el CE VRAE mejoró mucho en equipamiento y operatividad.
Pero mientras el SL-VRAE se recomponía de a pocos y observaba atentamente a militares y policías para captar debilidades que pudieran ser explotadas, la organización contrainsurgente empezó a descuadernarse en el último año del gobierno de Humala.
Iván Vega renunció, dejó el país y pasó a trabajar en Unasur. Los cambios anuales en las fuerzas de seguridad desbandaron a un grupo afiatado y en el VRAE algunos componentes fueron cambiados casi al 100% por nuevos. Disminuyó mucho el manejo y la experiencia.
Además, se separó prematuramente las funciones militares de las policiales en el VRAE, sin darle medios eficientes de trabajo a la Policía. La coordinación sufrió de inmediato.
Y el SL-VRAE aprovechó la oportunidad que le daban los trayectos obligados de las elecciones para intentar recuperar la iniciativa. Lo logró, con el saldo trágico de vidas segadas y su fortalecimiento con el armamento capturado.
Pero este contraste no debe llevar a ignorar el progreso real que hubo en la lucha contra SL-VRAE y las enseñanzas que ello dejó.