Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2445 de la revista ‘Caretas’.
En la Segunda Sala Penal Liquidadora de la Corte Superior de Justicia de Lima, el tiempo transcurre como suele pasar en los juicios largos, lentamente. Las verdades y las mentiras se suceden como las resignadas cuotas de un pandero inacabable.
Hace poco, sin embargo, un interrogatorio galvanizó la atención de la sala. El fiscal interrogaba al general retirado del Ejército, Luis Torrejón, y las respuestas eran una confesión en camino a la denuncia.
“… al escuchar al General Reinoso que dice ya está listo su combustible (…) correlacioné, entonces es cierto lo que me dijo el mayor, que me están asignando combustible que no había pedido”. “¿Usted no había pedido esa cantidad?”, pregunta el fiscal. “No había pedido nunca”, responde Torrejón.(…) “Esas cantidades” prosigue el fiscal, “que usted habla de cinco mil, seis mil, ¿les fueron entregadas?” “No he recibido una gota”, dice y sigue contando cómo operó, diez años atrás, el gigantesco fraude de combustibles en el que se robó por orden del comando, con disciplina militar.
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Hace 10 años, en noviembre de 2006, publiqué en esta revista (CARETAS 1953) una investigación sobre la corrupción militar cuyo título sugería lo revelado: “Cuestión de galones”.
En apretado resumen: El entonces jefe (comandante general) del Ejército, general EP César Reinoso, ordenó la asignación extraordinaria de miles de galones de combustible a diversas unidades militares del país con propósitos presuntamente operativos. En realidad, el combustible no se entregaba, aunque la cadena de jefes y oficiales lo firmaba como recibido y empleado; y el valor de la gasolina y el petróleo fantasmas terminaban enriqueciendo a los corruptos con uniforme y poder.
«Firmaron suponiendo que no iba a pasar nada y ahora están involucrados por eso, ellos que no tienen nada que ver acá y están involucrados por esa situación».
La nota empezó describiendo un caso concreto: las estratagemas y trucos que se realizaron en la Brigada de Fuerzas Especiales (cuyo jefe era entonces el general Torrejón) para engañar a un grupo de auditores de la Contraloría General de la República, que había llegado para investigar acusaciones de corrupción.
Descubierta la corrupción, el caso trajo consecuencias inmediatas. Reinoso fue cesado, algunos generales gasolineros fueron removidos, y una fiscalía anticorrupción inició una investigación que comprometió a varios otros generales. Con el tiempo, sin embargo, el caso se empantanó mientras varios notorios inculpados construían laboriosas coartadas.
Eventualmente, el proceso llegó a la etapa de juicio oral en la Segunda Sala Penal Liquidadora de la Corte Superior de Justicia de Lima, donde sigue ahora. La sala es presidida por el vocal Aldo Figueroa, e integrada por los vocales Liliana Placencia y Segismundo León. Placencia actúa como directora de debates.
Con algo más de 40 acusados y un número parecido de abogados, la sala sugiere por ratos una asamblea. Entre sesión y sesión van pasando los meses y el alargamiento del juicio no les cae nada mal a los principales responsables, pero afecta obviamente a los que tuvieron una participación menor y que ahora, luego de diez años, no pueden desprenderse de él.
Y entonces, inesperadamente, en la sesión del 12 de mayo de este año, el general (r) Torrejón habló, confesó y le dio un giro dramático y quizá definitivo al caso.
El 2006, Torrejón comandaba por segundo año la Primera Brigada de Fuerzas Especiales en Las Palmas cuando se enteró que, por orden del entonces jefe del Ejército, el general EP César Reinoso, iba a recibir una asignación extraordinaria de combustible, mucho más de lo que se le hubiera ocurrido pedir. El único problema es que él nunca iba a ver o recibir el combustible. Solo lo iba a firmar.
“Nuevamente pedí una audiencia” dice Torrejón “(…) y cuando estoy ingresando por la puerta lo saludé militarmente, “permiso mi general para ingresar” (…) tú eres el único General que faltaba conversar” le dijo Reinoso (…) “yo le dije ya mi General, si todos están apoyando yo también apoyo esta situación”.
“Como le digo” continuó Torrejón, “no he recibido nada de ese combustible porque se supone que lo estaba manejando el Comandante General del Ejército ni los delegados firmaban vales mensuales nada, sino que fue en octubre ya cuando nos hicieron firmar documentos, ante esa situación ya me he enterado más y es ahí donde me he dado cuenta que me estaban asignando una fuerte cantidad que nunca ingresó … no recibí nada de combustible”.
En octubre de ese año, cuando los auditores de la Contraloría ingresan a la Brigada de Fuerzas Especiales, se les engaña respecto del número de vehículos que tienen trayendo otros de la División Blindada y pintándoles placas falsas, de la Brigada. Además, llenan una gran cantidad de documentos falsos.
“… me dice que de parte del General Vértiz, está yendo un emisario, el Capitán Acosta Arias, llevando una relación de datos que debíamos nosotros hacer los oficios, entonces esa relación vino, nosotros los oficios que teníamos ya hechos los rompimos y cambiamos eso porque esa es la disposición que había…”.
La necesidad de crear una ficción documentaria se fue haciendo cada vez más complicada. Los galones fantasmas crearon vehículos, placas y operativos fantasmas. Pero Torrejón y sus oficiales tenían que visar con sus firmas la documentación de esa superchería. Como había descontento, Torrejón habló con los oficiales.
“Yo hablé con cada Comandante, les dije de la situación que estaba sucediendo, que por orden del Comandante General debemos justificar esto, son documentos, son combustible que nunca han llegado, pero él está haciendo acción de comando eso y me ha ordenado que debemos justificar esto, los Comandantes me aceptaron y me acuerdo que varios me dijeron mi General no lo hacemos por el Comandante General, no se merece, lo hacemos por usted (…) esas son las palabras que me dijeron y firmaron suponiendo que no iba a pasar nada y ahora están involucrados por eso, ellos que no tienen nada que ver acá y están involucrados por esa situación, yo como digo, todo hasta ese entonces para mí era legal, después cuando ya me enteré más me asusté y por eso digo la verdad ahora”.
Tardó algo en decirla, pero su testimonio puede llevar al desenlace judicial de este caso, descubierto primero y encubierto después a lo largo de 10 años.