NdR: Este artículo de Marco Carvajal, publicado en IDL-R el 13 de abril pasado, adquiere ahora una enorme relevancia. Si su lúcida visión terapéutica hubiera formado parte central de una estrategia nacional de salud, tendríamos ahora mucho menos que lamentar. Pero hoy, cuando sabemos que no podemos esperar pasivamente la llegada de la vacuna, debemos construir la inmunidad nosotros mismos, fortaleciendo las propias defensas como aconsejó y aconseja el doctor Carvajal.
“La mayoría de la gente gasta más tiempo dando vueltas alrededor de los problemas antes que en tratar de solucionarlos”. (Henry Ford)
Como para darle la razón a Henry Ford, en estas semanas hemos gastado más tiempo en hablar del impacto de este virus mortal que en buscar las maneras de afrontarlo.
La política de aislamiento social instaurada para mitigar el impacto del COVID-19 tiene como objetivo aplanar la curva de infecciones pero no reducirlas. Al final, en una curva más plana y más prolongada, el número de infectados será el mismo y posiblemente la misma mortalidad, a menos que encontremos una solución.
Actualmente el enfoque del problema se centra en el virus y todos los esfuerzos están dirigidos a buscarle una solución o mitigar sus efectos: encontrar una cura, tratamientos más adecuados, medidas de soporte como ventiladores mecánicos y/o aguardar la vacuna.
Todo esto toma tiempo y mucha inversión, que obviamente hay que hacer. Pero mientras tanto los invito a plantear una hipótesis relacionada pero diferente: el virus es parte de un problema más amplio, la enfermedad que provoca.
Una enfermedad infecciosa es la consecuencia de una relación de dos: el individuo que la sufre y el patógeno, en este caso el Virus del COVID-19.
En las relaciones humanas, cuando hay problemas en una relación es más fácil culpar al otro/a y sabemos que ello no es necesariamente así. Algo parecido sucede en la enfermedad: el problema no es solo el virus sino también la persona afectada por este, que eventualmente desencadena una enfermedad grave.
¿Por qué lo digo? Porque esas enfermedades graves tienen la disfunción inmune como el factor común más importante. Es en este factor donde podemos intervenir preventivamente, optimizar su función y donde debemos hacerlo lo más pronto posible.
No gastemos más tiempo y afrontemos el problema incorporando este nuevo punto de vista. No pretendo aquí discutir protocolos de tratamientos. Pero, mejorar nuestro sistema inmune o sistema de defensa es algo que está al alcance de nuestras manos.
Sus piezas claves e irreemplazables son: a) la buena nutrición; b) la actividad física; c) la salud emocional; y d) el descanso. Pero hay otras intervenciones complementarias que podemos aplicar.
Les voy a presentar a los 4 fantásticos de la inmunidad.
Vitamina D: En el artículo anterior les comenté sobre la vitamina D3; a la que realmente deberíamos cambiarle el nombre a Hormona INMUNOACTIVA. Quiero recalcar, de paso, que es totalmente falso que no exista evidencia científica de sus beneficios en la prevención de una serie de enfermedades incluyendo las infecciones respiratorias virales. Aquí, el hipervínculo a dos investigaciones importantes sobre el tema:
1.- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/28202713/
2.- https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30675873/
Antioxidantes: Todas las células del cuerpo tienen que generar energía para cumplir con su función, en el proceso se producen sustancias de desecho llamadas radicales libres. Estas sustancias son tóxicas y acumularlas causa disfunción y envejecimiento celular. Pero toda célula cuenta con un sistema de limpieza a través de los llamados antioxidantes: la vitamina C, Glutation, vitamina E y ácido alfalipoico son las más importantes.
La vida moderna nos hace acumular gran cantidad de radicales libres y nuestra dieta aporta cantidades inadecuadas de antioxidantes. A más edad, mayor déficit de antioxidantes, más radicales libres que se expresan en disfunción celular, enfermedades crónicas y envejecimiento.
No es casualidad que este grupo de personas de edad avanzada sean particularmente vulnerables y quienes tienen mayor riesgo de morir. Ello es porque sus sistemas celulares están en disfunción y al sufrir una infección viral no responden adecuadamente y pueden caer en un trágico proceso de inflamación descontrolada, disfunción multiorgánica y muerte.
El mensaje es: Fortalecer la capacidad autoinmune incrementando el aporte nutricional de antioxidantes para tratar de disminuir la producción de radicales libres. El método se basa, como apunté líneas arriba, en: la buena nutrición; la actividad física; la salud emocional; y el descanso. Pero a esto se debe agregar un robusto aporte de suplementos.
La vitamina C es el más reconocido de este grupo. Según las recomendaciones del Instituto de Medicina Funcional de la Cleveland Clinic, la suplementación con vitamina C parece ser capaz de prevenir infecciones respiratorias y sistémicas. Además se viene utilizando en megadosis para manejo de pacientes graves por COVID-19; e incluso está recomendada en el Consenso de Expertos sobre el tratamiento integral de la enfermedad por coronavirus 2019 (Asociación Médica de Shanghai, 3 de marzo del 2020).
La dosis recomendada debe ser individualizada para cada persona, pero en términos generales debe ser de 1000 a 2000mg al día. Debe incrementarse la ingesta de alimentos ricos en vitamina C, como pimiento rojo (180mg x cada 100gr); perejil (133gr); brócoli (110mgr); albahaca (71mgr); fresa (70mgr); guayaba (180mg); papaya (60mg); y la naranja (50gr), entre los más importantes.
Quisiera adelantar los otros elementos, sin mayor detalle por el momento, que espero explicar en la siguiente entrega: prebióticos y zinc que junto con las vitamina D y C completan a estos 4 fantásticos imunonutrientes.
Creo que con los mencionados tenemos lo suficiente para empezar a afrontar la pandemia desde adentro, desde uno mismo, desde casa y de esta manera estar mucho mejor preparados para enfrentarnos al fin del aislamiento social.
Otro estudio El mayor estudio randomizado realizado hasta la fecha sobre vitamina C intravenosa y SDRA, CITRIS-ALI 6 no describe diferencias significativas en los niveles plasmáticos de proteína C reactiva y trombomodulina, ni mejoras en la evaluación secuencial de falla orgánica (SOFA), pero demuestra una reducción de la mortalidad del 16.5% en los pacientes tratados con vitamina C, además de mejorar otras variables clave: El grupo tratado con vitamina C requirió en promedio 2.5 días menos de asistencia respiratoria mecánica, 3.2 días menos de terapia intensiva, y 6.7 días menos de internación hospitalaria que el grupo placebo. Effect of Vitamin C Infusion on Organ Failure and Biomarkers of Inflammation and Vascular Injury in Patients With Sepsis and Severe Acute Respiratory Failure: The CITRIS-ALI Randomized Clinical Trial. Fowler AA 3rd, Truwit JD, Hite RD, et al. [JAMA. 2020 Jan 28;323(4):379]. JAMA. 2019;322(13):1261–1270. doi:10.1001/jama.2019.11825
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(*) Marco Carvajal es un médico internista y emergencista, con larga experiencia en trabajo hospitalario. Fundador del Instituto de Medicina Funcional e Integral en el Perú, es diplomado en Inmunología Clínica y en Psiconeuroinmunoendocrinología; ha sido profesor invitado en varias universidades y certificado en Medicina Funcional. Es también un triatleta competitivo.