El jueves 21 ‘La Pestilencia’ atacó de nuevo, con acrecentada agresividad, en el límite entre el ataque verbal y el físico. No fue la única acción contra IDL-Reporteros. Semanas atrás, dos sujetos movilizados en autos de lujo, rompieron cerraduras y violentaron puertas para intentar robar información en IDL-R.
Ese operativo siguió la misma línea de lo que ocurrió en por lo menos otro lugar, donde robaron en la casa de una fiscal del Equipo Especial Lava Jato que investiga la gran corrupción. La irrupción fue, igual que en nuestro caso, con fractura de cerradura y daño en la puerta. Los ladrones solo se llevaron la computadora de trabajo de la fiscal, que contenía los documentos de sus investigaciones.
Aprovechando la anarquía de un gobierno sin cabeza, las mafias y sus representantes políticos se han lanzado a una ofensiva total contra los actores de las más importantes investigaciones anticorrupción en el Perú. Sus objetivos son los periodistas de investigación que las realizaron, y los fiscales especiales que las desarrollaron en el ámbito penal.
¿Las armas? La mentira y la desinformación, superlativas y sin interrupción; repetidas a gritos por grupos como ‘La Pestilencia’ (la banda que se autodenomina ‘La Resistencia’) y por políticos y comunicadores vinculados con esa corrupción. Todos ellos, enemigos medulares de la democracia.
Cada uno de estos actos es realizado con la altanera patanería que caracteriza al fascismo y a los cleptócratas acostumbrados a dominar mientras roban; y con el seguimiento cretino de alguna gente asustada por un gobierno incompetente, que a cada paso se tropieza con sus propios pies.

Es un tiempo de peligro no solo para la democracia sino, sobre todo, para los avances sin precedentes en la lucha anticorrupción logrados en los años anteriores. Si quieren saber lo que significa tal peligro, observen lo que sucedió en Guatemala, donde los inmensos avances contra la corrupción que logró la CICIG (Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, creada por las Naciones Unidas), fueron erradicados en una contraofensiva brutal que terminó con ese organismo y forzó al exilio a los mejores jueces y fiscales que acompañaron ese proceso, amenazados y hostigados por los funcionarios y magistrados cómplices de las oligarquías mafiosas que, por ahora, han logrado prevalecer.
En Perú, este es un momento de peligro real para el periodismo de investigación y para los periodistas que lo ejercen con total entrega y convicción. Toda la experiencia internacional enseña que las campañas de encarnizado descrédito y difamación contra periodistas investigadores suelen desembocar en ataques físicos, algunos de ellos letales.
Los ataques contra IDL-Reporteros, sus periodistas y su director, son una embestida contra el periodismo y la libertad de prensa. Estas agresiones están repletas de impúdicas mentiras, impregnadas con la mayor violencia verbal y hostigamiento físico en camino directo al atentado.
IDL-Reporteros no solo no se arredra ante las amenazas, sino que intensificará su trabajo investigativo, con especial énfasis en la identificación de los organizadores, financistas y ejecutores de las acciones de encubrimiento e impunidad.
Al mismo tiempo, en vista de la plácida, cobarde –y en algunos casos cómplice– inacción de quienes tienen como deber defender las libertades democráticas, IDL-Reporteros denunciará estos ataques a las organizaciones internacionales de defensa de la libertad de prensa y de los derechos humanos.
Esperamos que en el Perú, mientras todavía tengan tiempo de hacerlo, las fuerzas democráticas reaccionen y enfrenten con coraje la defensa de la libertad.
En medio del desmadre y la confusión cognitiva que vive la nación, IDL-Reporteros tiene perfecta conciencia del peligro al que se enfrenta. Para eso existe el periodismo de verdad, templado por sus duelos y tragedias, pero también por sus triunfos cada vez más contundentes y numerosos.
Dicho esto, pasamos al relato del operativo nocturno y las pestilencias diurnas.
Los ladrones se mueven en Audi y en Honda
Sucedió en la noche del viernes 4 de febrero. El local del Instituto de Defensa Legal (IDL), donde funciona IDL-Reporteros, está en la segunda cuadra de la avenida Pardo y Aliaga, en San Isidro. Luego de terminado el trabajo de la semana, los periodistas de IDL-R, y miembros de IDL, se marcharon dejando cerrado el local.
Según todo parece indicar, habían sido observados y vigilados por gente todavía no identificada, que transmitió la información a un grupo operativo que se encaminó entonces a su objetivo.
A las 7:33 de la noche, un auto Honda Accord, color plata, con sunroof y una abolladura en el lado de la llanta trasera derecha, bajó por Santa Cruz y tuvo que detenerse por la luz roja del semáforo en el cruce de esa avenida con Pardo y Aliaga. Con luz verde, dobló por Pardo y Aliaga, enfiló hacia la av. Conquistadores, pero una cuadra antes dio la vuelta en U y se aparcó en la acera contigua al colegio María Reina Marianistas.
El conductor hizo lo que se enseña a quienes quieren caletear su estacionamiento: bajó, revisó las llantas, abrió la maletera… Entonces llegó otro auto por la misma vía. Era un Audi A4, color negro, que dio también la vuelta en U y se cuadró cerca del Honda Accord. El conductor del Accord conversó con las personas que se encontraban dentro del Audi y, poco después, bajó de este un individuo (el que se ve en la foto) que salió caminando hacia el cruce con Santa Cruz, cruzó a la vereda de enfrente y bajó por Pardo y Aliaga hacia IDL.

Al llegar a este local, ese individuo tocó el timbre, como buscando corroborar si la institución estaba completamente vacía. Nadie le contestó. Luego caminó de regreso a la esquina con Santa Cruz, pasó a la vereda del frente y le hizo señas a la gente del Accord.
Entonces empezó la acción. El individuo que había hecho una exploración táctica del escenario, desandó el camino, volvió hacia Santa Cruz y pasó al frente. Se quedó en la esquina, a unos 20 o 25 metros del ingreso a IDL.
El Honda Accord dejó su posición, avanzó varios metros, hacia la intersección con Santa Cruz y aparcó de nuevo. A la vez, otro individuo salió del Audi, caminó unos metros en dirección a Conquistadores, cargando un morral, cruzó la avenida y enrumbó hacia el local de IDL.
Al igual que la otra persona, el individuo con el morral tocó de nuevo la puerta y esperó un rato sin tener respuesta. Se apartó un poco, habló por celular y luego se acercó a la puerta de la verja de IDL. Se inclinó sobre la cerradura, metió, parece, una tarjeta que abrió en un segundo la puerta. El individuo la dejó junta, se apartó y aguardó observando la avenida.

Entonces, el Honda Accord se movilizó. Avanzó hacia el cruce e intentó dar la vuelta en U. No pudo hacerlo en una sola maniobra y mientras retrocedía, el primer individuo caminó con paso más rápido hacia la puerta de IDL.
Antes que llegara lo pasó el Honda Accord, que sobreparó cerca de la esquina, se montó en un lado de la vereda y prendió las luces de estacionamiento.
Entre tanto, el primer individuo llegó a la puerta de IDL. Recibió el morral del otro, empujó la puerta y caminó con paso rápido hacia la puerta auxiliar de IDL, mientras metía la mano en el morral.

De este sacó una pata de cabra delgada, la introdujo cerca de la cerradura y palanqueó con fuerza. La cerradura se dobló y saltó, la madera crujió y se fragmentó cerca del palanqueo de la pata de cabra.
La puerta estaba abierta y el individuo entró. El segundo se paró frente a la puerta, más como contención que como campana. Unos metros adelante, el Honda Accord esperaba con luces de estacionamiento y faros prendidos. Al frente, el Audi 4 cubría visualmente todo el ingreso.
El intruso ya estaba dentro del pasadizo auxiliar de ingreso a IDL, pero entonces empezaron los problemas. Escuchó los pitidos inconfundibles de una alarma que marca los segundos antes de que ululen sus sirenas, si no se la desactiva a tiempo.
El ladrón no llegó a ingresar a ningún área de importancia de IDL-Reporteros. Llegó pronto a la conclusión de que no tenía posibilidades de desactivar la alarma y decidió salir.
A los 45 segundos de haber ingresado, el ladrón salió a paso rápido de la casa, cruzó la puerta, habló con el campana/contención y ambos caminaron, con aparente calma, hacia el Honda Accord plata. Lo abordaron y el auto recorrió una cuadra hacia Conquistadores, dio la vuelta en U y paró junto al Audi A4. Ahí por lo menos uno de los ladrones pasó del Accord al Audi. Ambos autos salieron hacia el cruce con Santa Cruz. El Audi paró y se mantuvo en distancia táctica, listo para el escape con chirrido de ruedas. No fue necesario.

Mientras la alarma del IDL aullaba, el Honda Accord siguió de frente y salió, por ahora, de la historia. El Audi A4 giró, en cambio, por Santa Cruz, llegó al Óvalo Gutiérrez, siguió por Conquistadores y dobló a la derecha por Pardo y Aliaga. Estacionó junto al María Reina, en donde hay una buena vista del IDL.
¿Por qué lo hizo? Lo más probable es que haya sido para medir el tiempo y la forma de reacción ante el evento. A los pocos minutos llegó, a bordo de una motocicleta, un empleado de la compañía de seguridad que administra la alarma. La gente del Audi lo estudió por un momento, luego arrancó el auto y salió también, por ahora, de la historia.

¿Cómo supimos todo lo que acabamos de relatar? Porque decidimos investigar el caso a fondo. Nuestros reporteros, al principio en colaboración con la Policía y después solos, recolectaron con paciencia y perseverancia los videos de muchas de las cámaras de seguridad de toda el área cercana al desarrollo de los hechos. La revisión supuso horas y horas de observación atenta, hasta que se pudo identificar a los malhechores, sincronizar sus trayectos, cámara a cámara, y reconstruir la historia.
¿Por qué no lo denunciamos por escrito desde el comienzo? Porque buscamos que nuestra investigación llamara lo menos posible la atención para avanzar con fluidez.
Como ven, faltan algunos detalles importantes, como los números de las placas. Hay razones para ello, que serán pronto evidentes.
¿Qué podemos ver hasta ahora? Lo obvio (que no siempre lo es): no se trató de un robo frustrado realizado por simples rateros. Fue un operativo de inteligencia para, probablemente, conseguir información como la que obtuvieron otros operativos, robando la computadora de la fiscal Paulina Roque, del Equipo Especial Lava Jato. Caben otras posibilidades, pero esa suena la más factible. Quienes participaron lo hicieron en dos autos con distribución táctica como para asegurar contención y/o escape. Son gente entrenada pero no experta.
Los pueden ver en las fotos. Están cumpliendo una misión organizada a través de un operativo. ¿Quién la encomendó y quién la paga? ¿Un grupo del Estado, uno de un empresario gangster o una combinación de ambos?
Véanlos con detenimiento, en especial a los sujetos. ¿Los reconocen? ¿A los autos? ¿El Honda Accord abollado? La información precisa puede apurar la resolución del caso.


Para que quede claro, hay que añadir lo siguiente: lo que hicieron esos individuos es perpetrar un caso de robo agravado, cuyo castigo es de una pena entre 12 y 20 años.
Así que lo que está en juego no es un juego. Los colaboradores eficaces, claro, suelen aminorar considerablemente esas consecuencias.
Este operativo, como los ataques que durante el día perpetra ‘La Pestilencia’, fueron parte de un objetivo estratégico: quebrar y hundir las grandes investigaciones anticorrupción de este siglo en el Perú, en especial los casos Lava Jato y Lava Juez.
Vean ahora, en el siguiente vídeo, la versión abreviada pero precisa de lo que sucedió, tal y como si lo hubieran observado mientras ocurría.
‘La Pestilencia’ ataca de nuevo
En las últimas semanas, hubo indicios de que los grupos de desinformación y de choque de los círculos de corrupción (sobre todo de la ultraderecha) preparaban una ofensiva.
Eso se pudo medir, entre otras cosas, por el calibre y la desvergüenza de las mentiras que lanzaron los desinformadores.
Por ejemplo esta, que salió hace algunos días.

Así como sucede con los mecanismos básicos de la desinformación, se intentó armar una cadena de reacciones para alejar todo lo posible el infundio de la mentira original, y que la distancia lo maquille como verdad.
Esto siguió de inmediato:

Y esto también, entre muchas otras cosas:

De repente apareció un tuit que en apariencia pertenecía a Guido Bellido, dando por cierta la desinformación:

Parece que en este caso la desinformación fue doble, pues el congresista Bellido le indicó a IDL-R que no administra la cuenta de arriba y que sus únicas cuentas sociales, que “deberán ser tomadas en cuenta bajo resposabilidad” [sic], son las siguientes:

Eso no impidió la difusión del tuit, aparentemente trucho, en varios medios de la sentina periodística, uno de los cuales fue ‘Expreso’.
En toda la rápida reproducción de la desinformación, no hubiera costado ningún esfuerzo percatarse de que toda ella, del comienzo hasta el final, era una mentira completa y total.
No es que un civil no pueda tener escolta policial en caso necesario. En Colombia, los periodistas en peligro no solo tienen escolta sino también se les da un auto blindado. En México, muchos periodistas amenazados han recibido escolta policial. No solo los periodistas. Salman Rushdie, por ejemplo, recibió una gran protección del Gobierno inglés ante la amenaza de asesinato del Gobierno iraní.
Pero en lo que concierne al director de IDL-R, ni tiene ni desea escolta policial alguna. Tampoco se le ha ofrecido. Así que el infundio no fue otra cosa que una mentira descarada de los traficantes de falsedades, presentada por ellos, alcahuetes de la mentira, para parecer un hecho real.
Lo que también estuvo claro fue que parte de la intención en esa mentira era ablandar a la Policía para que tomara distancia de cualquier ataque en preparación.
Y eso sucedió.
Poco después del mediodía del jueves 21, una micro turba de unos veinte miembros de ‘La Pestilencia’ y bandas asociadas, se instaló frente al local de Aprodeh para un activo hostigamiento. Los insultos aullados al máximo volumen de sus amplificadores y megáfonos, repetían sus temas usuales de ataque (defensa de terroristas, etc.).
Pero el motivo era otro; y fue claro que, aunque fuera solo por esa razón, iban a llegar también al IDL e IDL-Reporteros. Porque tanto Aprodeh como IDL han acusado ante la Fiscalía de Crimen Organizado a los cabecillas de ‘La Pestilencia’ y bandas asociadas por haber conformado una organización criminal. La investigación está en curso y debería tener un resultado pronto.
Así fue. Apenas terminaron los actos de hostigamiento en Aprodeh, llegaron al local de IDL para reventar dos horas de encarnizada violencia verbal contra IDL, IDL-Reporteros y en particular contra su director.
Al igual que con las escoltas policiales fantasmas, todas las consignas aulladas y chilladas tenían una cosa en común: eran cadenas de puras mentiras. La negación de toda racionalidad frente a una extraña combinación de deshonestidad y locura. Ver a adultos hiperventilando sus atormentadas laringes, sus devastados cerebros con puros embustes podría plantear dudas razonables sobre la perfectibilidad de la especie humana, si uno no fuera al final optimista.
Fue un hostigamiento mucho más hostil de los varios que ‘La Pestilencia’ y grupos vinculados han hecho en el pasado contra IDL-Reporteros e IDL. No por su concurrencia, puesto que la chusma nunca superó la treintena, sino por sus decibeles. Tenían muchos megáfonos y por lo menos dos amplificadores. Por supuesto que rompieron todos los límites permitidos de contaminación sonora, pero lo hicieron — como todo lo que perpetraron durante su hostigamiento — con total impunidad.
Nada tuvo ese ataque decibélico de libertad de expresión ni de manifestación. Fue, por lo contrario, un caso de puro acoso basado en la estridencia, la difamación y la calumnia más extremas para combatir la libertad de prensa y de expresión; para atacar el periodismo, especialmente el de investigación.
La Policía fue advertida de lo que iba a suceder. Se les informó, además, que buena parte de los supuestos manifestantes habían sido denunciados por el IDL por el delito de crimen organizado; que el líder de ‘La Pestilencia’, Juan Muñico, alias ‘Maelo’, había sido sentenciado por difamación agravada contra el IDL y que estaba violando las reglas decretadas por el juez.
Le recordamos también a la Policía que esa chusma era la que había agredido al expresidente Francisco Sagasti, golpeado a Yhony Lescano, acosado a la ex fiscal de la Nación, perseguido al presidente del JNE y al jefe de la ONPE., sin considerar los vomitivos insultos anteriormente proferidos contra, por ejemplo, Mario Vargas Llosa, en la feria del Libro.
Pese a ello, la Policía llegó tarde y actuó con pasividad y timidez lindante con la medrosidad. Cuando el periodista de IDL-R, Rudy Jordán, fue agredido por ellos, la única reacción de uno de los pocos policías presentes fue una suave reconvención para que no se llegara a la agresión. Se les permitió todos los alaridos, difamaciones e insultos que sus almas feculentas quisieron proferir en cuadrafónico, sin limitación alguna, hasta que se cansaron y se fueron.
La pasividad lindante con la connivencia que mostró la Policía será considerada por esa turba (y sobre todo por quienes las solventan y dirigen), como un tónico para su creciente sentimiento de impunidad.
Las lecciones de la historia son inequívocas. Frente al fascismo y sus manifestaciones más burdas, como las de ‘La Pestilencia’, no hay otro camino que la respuesta firme y enérgica.
Defenderemos, por supuesto, con toda energía al periodismo y en particular al de investigación. Y tomaremos toda la iniciativa necesaria para lograr que una democracia fuerte y decidida emerja de los deprimentes pantanos de mentira, mediocridad, incompetencia y corrupción en los que se ha sumido a la nación.