Publicado en conjunto con la revista Caretas.
Hace pocas semanas, en Caretas 2419, en el artículo “Cutra de alto octanaje”, describí parte de la trayectoria de uno de los principales dirigentes del movimiento que lidera César Acuña. Se trataba de Edwin Donayre, el pintoresco ex-comandante general del Ejército que transita desde ahora hasta abril por dos vías divergentes.
Una, la judicial, puede llevarlo a la cárcel por los robos cometidos en el caso de los generales gasolineros, en el que él es uno de los inculpados. La otra, puede conducirlo a la impunidad (a través de la inmunidad) si resulta elegido al Congreso y, más aún si Acuña llegara a ganar la presidencia.
El artículo describió tanto la responsabilidad de Donayre, exhaustivamente investigada en su momento por la entonces fiscal anti-corrupción Marlene Berrú; por la Contraloría General –bajo la dirección de Genaro Matute–; y aún por la inspectoría general del Ejército, durante el corto tiempo en que el general Francisco Vargas Vaca estuvo a su mando.
También describió, de otro lado, la contraofensiva de los investigados por mega-corrupción militar, que –con la evidente colaboración de Alan García– consiguieron separar a la fiscal Berrú del caso, defenestrar a Vargas Vaca y lograr que durante varios años el caso quedara en latencia hasta su reactivación actual en la Segunda Sala Penal Liquidadora Transitoria de Lima. Como escribí, ahora los días de Donayre se dividen entre la “campaña por un lado y [el] banquillo por el otro”.
Lo interesante del caso fue que pese al interés que, se supone, deberían tener algunos miembros de APP en la lucha contra la corrupción (Anel Towsend, o el reverendo Lay, por ejemplo), a ninguno de ellos, según parece, se le ocurrió revisar las calificaciones morales del general Donayre para postular a posiciones de gobierno en el país, habida cuenta de lo que se le acusa –con harta evidencia– de haber perpetrado cuando tuvo comando militar.
Claro que luego saltó a la luz el escándalo del presunto plagio de Acuña y los problemas de corrupción en APP, al pasar de los galones a las comillas, tomaron ribetes doctorales.
Pero, en el caso de Donayre, el mal uso de los galones no se restringe a los de gasolina.
«Ramos Chávez Valdivia declaró que Donayre, además de arreglar la reunión con Hidalgo, le había indicado que el objetivo era “apoyar a la familia Sánchez Paredes”».
Cuando los Wikileaks saltaron a la luz pública se reveló –junto con muchos otros– un cable secreto fechado en marzo de 2009, redactado por el entonces embajador gringo Michael McKinley, en el que se relataba -como un presunto caso de corrupción militar– la visita que hizo en 2007 un empresario pesquero al entonces general en actividad Paul da Silva. El empresario fue arrestado poco después acusado de intentar la exportación de alrededor de 800 kilos de cocaína.
En el momento de la publicación de los Wikileaks, da Silva era comandante general del Ejército. Roncó y rugió promesas punitivas antes de contar que había hablado con ese empresario a petición del entonces comandante general del Ejército Edwin Donayre.
Este, luego de las vacías amenazas de rigor (le dio un ‘ultimatum’ de 24 horas al embajador McKinley para que se rectifique públicamente. Cuando las 24 horas se convirtieron en 24 días, y el ultimatum había pasado de penultimatum a antepenultimatum y después al simple olvido), Donayre sostuvo que había propiciado la reunión para hablar sobre las propiedades nutricionales de la pota. Claro que, como puntualizó una fuente en el cable, la reunión ocurrió fuera de estación. Pero, como se sabe, los intereses académicos se desarrollan al margen del tiempo y la oportunidad.
Donayre, además, organizó otra interesante reunión sin pota de por medio.
El 21 de octubre de 2009, en una “visita protocolar”, Donayre le pidió al entonces jefe de la Policía, general PNP (hoy retirado) Miguel Hidalgo, que recibiera al muy notorio (por su relación previa con Montesinos) comandante EP Eduardo Ramos Chávez Valdivia.
La visita de este se realizó el día siguiente. A poco de iniciada, Ramos Chávez Valdivia le dijo a Hidalgo que venía “en representación de la familia Sánchez Paredes para conversar con él sobre un tema reservado”. Hidalgo, de acuerdo con la nota que él mismo redactó ese día le respondió que no “tenía nada que hablar sobre ese tema” y lo conminó “a retirarse de su oficina”.
Al oficializar Hidalgo lo ocurrido, el Ejército se sintió obligado a llevar a cabo una investigación. Ramos Chávez Valdivia fue interrogado cuatro veces el 2009 y el 2010 en la Inspectoría General del Ejército. Sus declaraciones fueron variadas y reveladoras.
La más importante fue hecha el 10 de diciembre de 2010. Ahí, Ramos Chávez Valdivia declaró que Donayre, a la par de arreglar la reunión con Hidalgo, le había indicado que el objetivo era “apoyar a la familia Sánchez Paredes, ya que de ello él obtendría beneficio económico, que le serviría para su eventual campaña política”. (El relato completo de ese encuentro, junto con documentos facsimilares, se puede leer en: https://www.idl-reporteros.pe/el-general-que-arma-reuniones/).
Como es natural, IDL-Reporteros entrevistó al general (r) Donayre por teléfono, el 20 de diciembre de 2010, poco antes de publicar el reportaje. Donayre negó haber enviado a Ramos Chávez Valdivia para abogar por los Sánchez Paredes y sostuvo haberse enterado después que aquel comandante “… había ido con una situación inmoral y había abusado de mi confianza … yo llamé [a Inspectoría del Ejército] y les dije que lo llamen a este comandante porque podría estar involucrado con esta familia Sánchez Paredes”.
Pero parece que por lo menos otra persona “podría estar involucrada” con dicha familia.
El propio Donayre.
El 17 de agosto de 2007, en la notaría Schiaffino, el entonces comandante del Ejército, Edwin Donayre recibió en transferencia, con todo el registro genealógico correspondiente, la propiedad del caballo de paso peruano Antares, un alazán capón hijo de Sol de Ica y de Preciosa. El anterior propietario había sido Ventolini hermanos; y el criador fue Manuel Sánchez Paredes.
Así que hubo una transacción entre el criador y el general cuya afición por los caballos de paso marcó toda su gestión militar y colorea ahora su campaña política.
Ese mismo año, el 2007, ordenó a Paul da Silva, jefe militar entonces en el norte, que se reuniera con el empresario pesquero Rolando Velasco, que sería arrestado poco después acusado de participar en el intento de exportar 800 kilos de cocaína.
Dos años después, el 2009, gestionó una reunión con el jefe de la PNP para que Ramos Sánchez Valdivia intente abogar por los Sánchez Paredes. Poco después, el comandante confesó que Donayre le había pedido gestionar en favor de esa familia para contar con su financiación en las campañas políticas en las que desde entonces, ha participado.
Tanto en la etapa de “la plata llega sola” como en la actual de “plata como cancha”, Donayre ha transitado fluida y profícuamente, a excepción del juicio por la cutra gasolinera. Pero ya está claro que la elección llegará antes que la sentencia y la inmunidad puede ser el camino a la impunidad.
Está claro también que con ese tipo de candidatos a cuestas, ni Acuña ni nadie en APP debe quejarse de que los reflectores alumbren con particular intensidad a su agrupación. Detrás de las sombras saltarán las sorpresas con sus historias y, también, sus prontuarios.