Viernes 3 de diciembre, 5:30 a. m. Pueblo de Oyón, región Lima, 3600 msnm. Zafarrancho de combate. El tráfago de maletines, voces entusiastas, café cargado y un taconeo acompasado y metálico rompe la tranquilidad del amanecer en el hotel El Minero. ¿El paso de caballos? No, son los cuatro ciclistas calzando zapatos especiales, el clip de metal para enganchar el pedal, fuente del claqueteo. Los ciclistas tienen la misión de asaltar hoy la cordillera de La Viuda, entre las regiones Lima y Junín, sobre los 4700 msnm; el nuestro es un pelotón de soñadores.
El ayacuchano Royner Navarro –el hombre de 28 años que representó al ciclismo peruano en las Olimpiadas de Tokio 2020– baña su cereal con miel; carbohidratos, como demanda el organismo. Romina Medrano, 21, de Huancayo –plenamente recuperada de la jornada del día previo (136 km/ 3721 metros de elevación/ 6:32 horas de recorrido)–, ya se encuentra como pez en el agua; lo suyo son las alturas. El limeño Erik Baumann, 37, se muestra proactivo, a pesar de la altitud. Caroline Lindsay, 42, en cambio, se halla afectada por el soroche; pasó la noche insomne.
Doscientos años atrás, en ese mismo poblado, según las Memorias del general Juan Antonio Álvarez de Arenales –escritas por su hijo–, se dispuso la marcha del ejército patriota a la sierra central, en busca de su encuentro con los realistas, y que “quedara en Oyón todo lo que no era necesario en un combate […] el hospital, comisaría, grueso parque y familias emigrados” (1). El poderoso contingente militar concentrado en Oyón –unos 3000 soldados– confiaba en el factor sorpresa. Lo animaba también el deseo de venganza. El ejército realista comandado por el general Mariano Ricafort había marchado desde Arequipa y, tras la batalla de Azapampa, masacrado a la población en Huancayo, incendiado el pueblo de Reyes, ejecutado a la heroína María Valdizán en la Villa de Cerro.
– ¡Vamos!, comanda Royner Navarro gentil, pero firmemente.
Aguarda a los ciclistas una jornada durísima. El sol emerge por encima de los negros farallones de La Viuda y un vórtice de nubes iluminadas envuelve en misterio el camino a la cumbre. Los deportistas se internan en la cordillera. El nombre de las montañas da cuenta de un extraño aquelarre de apus: Siete Caballeros, Cóndor Matanga, Gonapirhua, Don Juan. El cónclave de colosos se refleja en la superficie turquesa de las lagunas. La carretera se acaracola con el abrupto relieve. Obras de pavimentación a cargo del Consorcio Ambo obligan al pelotón a detenerse en varias oportunidades. Los obreros lo alientan. El tráfico vehicular es mínimo. El paisaje es tan imponente que el campamento minero de Uchucchacua (4500 msnm), de Minera Buenaventura, a orillas de una laguna, parece un complejo turístico en la penumbra del amanecer.
Con la luz del día la realidad se impone: la empresa ha clausurado temporalmente la operación en octubre. Un árbol de Navidad desolado dramatiza la abrupta decisión. “Esta suspensión se encuentra relacionada con la paralización de la Comunidad Campesina de Oyón el 13 de septiembre […] Se han evaluado diferentes escenarios y hemos optado por la alternativa que nos permitirá lograr la mayor preservación de caja”, informó secamente la minera a la Superintendencia del Mercado de Valores, tal cual lo indica la agencia de noticias Tiempo Minero.
Los ciclistas marchan en busca del pasado para descubrir el presente. Cada bicicleta está acondicionada con un ciclocomputador Wahoo que registra los kilómetros recorridos, la inclinación de las pendientes, la altura máxima, las velocidades alcanzadas, la condición de la carretera. A su vez, los propios deportistas llevan en el pecho un monitor que mide su frecuencia cardíaca, la potencia en voltios de cada pedaleada, la energía consumida en calorías. Los datos aparecen en la pantalla de la aplicación prendida al manubrio. Los ciclistas administran su energía en esta prueba de fondo a través de cinco zonas cardíacas y seis zonas vatios. Toda esta data pende de un delgado hilo: la voluntad humana.
“El paso por la cordillera de La Viuda es engañoso: dos cuestas largas y pronunciadas –de más de 30 kilómetros la primera y de 13 la segunda–, con varios terrenos en pendiente más cortos en el camino. Tiempo de ascenso de la primera cuesta: 3 horas, 23 minutos. Los últimos 7 kilómetros son un vía crucis donde se premia la constancia, con una cuesta que promedia un 6% pero llega hasta un 15% de inclinación. Respirar ahí ya no es un acto involuntario, es un milagro”, anotará Baumann al final de la jornada.
Lindsay –costeña y asorochada– brega en la cuesta infernal. Baumann la acompaña, la asiste, la alienta con un sonsonete, el flaco es músico terapeuta. Exhausta, la cabeza hundida, Lindsay sigue pedaleando. Esto parece no tener cuándo acabar. El carro escolta sigue el drama desde una distancia neutra a 5 km/h. El soundtrack de la radio se ajusta al último tramo de la subida.
– “Todo tiene su final/ Nada dura para siempre/ Te lo juro que todo tiene su final/ Echa palante mamá”.
Lindsay corona finalmente la cumbre, se detiene, se arquea sobre el manubrio, solloza de frío y de dolor. El monitor marca la altura: 4378 msnm. Ha pedaleado más de cinco horas, 45 km de las cuales de subida y sobre los 4000 msnm. Merece un descanso.
A esa altura, la meseta de Bombón se extiende plana e infinita hacia la vertiente oriental de la cordillera. La trocha carrozable ahora es una línea recta trazada con regla, con una imperceptible inclinación que conduce a la ciudad de Cerro de Pasco, a 4380 msnm, ubicada más allá del horizonte, a 34 km de distancia. Nuestra fuente bicentenaria, Álvarez de Arenales, no oculta su asombro. “Es difícil explicar la extraña y aterrante sensación que se experimenta al atravesar aquellas solitarias eminencias, en contacto con la región de las nubes”, escribe.
La segunda campaña a la sierra central de Álvarez de Arenales, entre abril y julio de 1821, pudo definir la guerra tres años antes que Ayacucho y ahorrado miles de muertos. En sus Memorias, el propio general da cuenta de las marchas y contramarchas de José de San Martín, en Lima, que impidieron a los patriotas liquidar al ejército realista en esas semanas. “Es más complicado de lo que suena”, contextualiza Natalia Sobrevilla Perea, autora de Independencia. 200 años de lucha por la libertad (2021), mientras escruta la vasta llanura altiplánica. La guerra de la independencia se definirá en gran medida sobre este enorme tablero de ajedrez –la batalla de Junín, entre otras–, en los años subsiguientes. Increíblemente, el destino del Perú depende hoy en gran medida de las ingentes reservas minerales, hídricas y energéticas de este amplio territorio.
Royner Navarro hace una señal con el brazo. El carro escolta acelera y se acerca al ciclista vestido de negro con ropa térmica. Nuestro campeón olímpico levanta la mano enguantada y estira el dedo índice.
– ¡Un alfajor!, comanda gentil, pero firmemente.
Hay vida, y plena, sobre los 4000 metros de altura. Es territorio quechua, alpaquero y minero.
Cerro de Pasco
Los tres ciclistas sobrevivientes –Medrano, Royner, Baumann– ruedan por un camino tortuoso y sin afirmar. En medio de la puna, un hombre solicita un aventón. El carro escolta se detiene.
– ¿A dónde va?
– A Cerro.
– Suba.
Hace un frío de los demonios. El pasajero es Carlos Castillo, 40, enfermero del sistema público de salud, homónimo del arzobispo de Lima, presente en estos lares para atender a un campesino enfermo de tuberculosis, que vive a una hora de camino a pie desde la carretera. El enfermero acaba de entregarle al paciente los medicamentos que necesita. La visita se repetirá cada 20 días en los próximos ocho meses.
– ¿Cómo apellida el paciente?
– Ermitaño.
El Estado peruano no es tan insensible, después de todo. Un viernes en la tarde, ahí está Castillo al servicio de la comunidad, sobre los 4300 msnm. La región Pasco administra un total de 120 establecimientos médicos, comenta Castillo, pero apenas cuenta con una planilla de 60 enfermeras y enfermeros. El salario de un especialista es a duras penas superior al sueldo mínimo. El déficit de personal de salud y el sueldo son inexplicables. Cerro de Pasco es la capital minera del Perú. La producción se mide en millones de toneladas; la renta, en millones de dólares. El distrito minero se extiende hasta la cumbre de la cordillera de La Viuda recién remontada. Explotan esta fuente aparentemente inagotable de plata, zinc, plomo y cobre poderosos consorcios peruanos y extranjeros; el propio Estado tiene una tajada de la torta.
Cerro de Pasco –San Esteban de Yauricocha o la Villa de Cerro inicialmente– ya era el principal productor de plata cuando estalló la guerra de la independencia. El tajo abierto es hoy de tal magnitud que salta a la vista desde el espacio sideral / Google Earth. Afirmó el ministro de Hacienda, Hipólito Unanue, en 1823: “La plata es el nervio de la guerra”. La ocupación de Cerro de Pasco fue por tanto un objetivo estratégico del Ejército Unido de los Andes que desembarcó en Paracas en septiembre de 1820. El virrey Joaquín de la Pezuela envió 600 hombres de refuerzo para defender la plaza, pero el 6 de diciembre de ese año, en el primer enfrentamiento armado con el Ejército Libertador, las armas españolas fueron derrotadas.
Navarro, Medrano, Baumann aprietan el paso.
El tajo abierto en medio de la ciudad tiene un kilómetro de profundidad, dos de largo y uno de ancho. La histórica plaza de Chaupimarca, donde 24 horas después de la victoria Álvarez de Arenales proclamó la independencia del Perú y ordenó la libertad de los indios enterrados literalmente en vida en los socavones, en represalia por su participación en la rebelión de Huánuco de 1812, se encuentra en el vértice del abismo. “El triunfo patriota terminó por desencadenar una intensa movilización entre la mayoría de los grupos sociales y, lo más importante, la emergencia de cuerpos de milicias que en realidad fueron los brazos armados de todas estas localidades”, explica el historiador Gustavo Montoya, autor de La Independencia en Tarma. Primer gobierno patriota (2021). Cerro de Pasco sería conquistada y reconquistada alternativamente por las tropas beligerantes otras 12 veces hasta la batalla decisiva de Ayacucho, en 1824, anota Pío Mendoza, miembro del magisterio y profesor de historia, autor de Batalla por Pasco (2020).
Nuestros nobles, idealistas, necios, soñadores pedaleros están exhaustos. Descarga Baumann la data de la dura jornada de su ciclocomputador Wahoo. Recorrido total: 138 km; elevación acumulada: 2176 metros; horas en movimiento: 7:41:14; calorías gastadas: 5018 (o el equivalente a 21 trozos de pizza).
Los ciclistas consumen hidratantes especiales, barras energizantes, en una carrera contra el tiempo para recuperar las calorías quemadas en la jornada. Mañana será otro histórico día. El destino: Tarma, a 138 kilómetros de distancia, pasando por el Santuario de Chacamarca, escenario de la batalla de Junín.
(1) Memoria histórica sobre las operaciones e incidencias de la División Libertadora a las órdenes del general D. Juan Antonio Alvarez de Arenales, en su segunda campaña a la Sierra del Perú, en 1821.
«Duermes o respiras»
Impacto de la altura en el organismo humano. Ciclistas del BICIntenario fueron sujetos para la investigación pionera del Instituto de Investigaciones de la Altura de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.