No solo fueron sobornos. Odebrecht dispuso hasta el equilibrio político de América latina; el propio Marcelo Odebrecht –el llamado príncipe de Brasil– se encargó personalmente de que Venezuela entrara en el Mercosur. En realidad, el empeño de Hugo Chávez no solo llegó por cuenta de la integración bolivariana ni por el discurso de una América unida, fue más bien una decisión ejecutiva de un holding capitalista que negoció el ingreso del Comandante a la liga del Mercado Común del Sur.
Fue un proceso que llevó ocho meses con reuniones de lobby que iban y venían desde las altas esferas del ya célebre gigante de la construcción brasileña. El mismísimo Marcelo Odebrecht, CEO de la empresa, convocó en marzo de 2009 a su plana mayor para garantizar la anexión de Venezuela a la cancha natural de la economía brasileña. Para eso coaptaron a tres fichas clave del Parlamento: los senadores del Partido de los Trabajadores, Aloizio Mercadante, Antonio Palocci y Tião Viana. Los tres sirvieron como Caballo de Troya para que la constructora metiera su lobby en el Parlamento brasilero.
El gobierno de Chávez era entonces, en Mercosur, lo que en el argot popular venezolano llaman un “mirón de palo”. Un actor con voz pero sin voto, que tres años antes había renunciado a un rol protagónico de 40 años en la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y, sobre todo, a una estrecha relación comercial con su vecina Colombia.
Lo de Chávez era pasar al club del Mercosur, lo tuvo entre ceja y ceja desde el principio. El 20 de abril de 2006 formalizó el retiro de la CAN a raíz de los tratados de libre comercio que Perú y Colombia estrenaban con Estados Unidos. “Desde hace años vengo diciendo que la Comunidad Andina de Naciones está herida de muerte y hoy puedo decir que está muerta”, declaró desde Asunción –guapo y apoyado– con sus pares de Bolivia, Uruguay y Paraguay, los presidentes Evo Morales, Tabaré Vásquez y el anfitrión Nicanor Duarte. Pero aun con verbo encendido y los precios del petróleo a favor, el Comandante nunca calculó que tendría que esperar seis años para que Venezuela se constituyera como miembro pleno del Mercosur.
Chávez dijo que se trataba de un hecho «histórico» y que el «camino para la liberación de Venezuela» se encontraba en el bloque comercial. Pero al cabo de tres años, el estatus del país se encontraba en un limbo. Si bien todos los presidentes ya habían dado el sí, faltaba la aprobación de los parlamentos de Paraguay y Brasil.
Aún con mayoría en el Senado, ni siquiera la maquinaria de Lula consiguió sacar los apoyos suficientes para que la Comisión de Relaciones Exteriores y Defensa Nacional accediera a elevar el caso a la plenaria general. Solo Odebrecht fue capaz de consumar semejante misión: el lobby de la constructora logró sentar hasta al presidente de la comisión, Eduardo Azeredo, quien públicamente se había erigido como uno de los más tenaces adversarios de Chávez en Brasilia, tras liderar una moción de censura contra el gobierno bolivariano por excluir la señal de Radio Caracas Televisión de la pantalla venezolana.
Vehemente, rudo y políticamente incorrecto, el líder de la llamada revolución bolivariana había respondido con epítetos no solo contra Azeredo sino contra el Poder Legislativo de Brasil. Al Parlamento lo tildó de loro que repite todo lo que dice Estados Unidos; a los senadores les dijo peones del imperio, y en general, a las élites latinoamericanas las tachó de oligarcas. Difícil que así el bolivariano consiguiera algo en Brasilia, pero los directivos del gigante de la construcción brasilera se tomaron el caso muy en serio. Anexar a Venezuela era un lineamiento estratégico y por eso consiguieron reunirse con los opositores del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB).
A Azeredo le pidieron comprensión. Venezuela entonces no solo constituía 20% del mercado total de la más importante constructora de Brasil, sino un jugoso comprador compulsivo obligado a buscar afuera lo que en casa no producía. A puerta cerrada, el mismo senador que enfrentó públicamente a Chávez dijo a los de Odebrecht que si bien públicamente sostendría la negativa de su partido contra el mandatario venezolano, durante el debate no sabotearía ni opondría especial resistencia contra el ingreso de Venezuela al bloque regional.
Así escribió Rubio Fernal, uno de los directivos de Odebrecht, en un correo dirigido a su jefe, Marcelo Odebrecht, y otros cuatro miembros de la junta directiva avocados a esta misión.
Lobby con infiltrados
Agazapados entre tantas denuncias, transferencias ilegales y testimonios que recogieron los fiscales del caso, nadie ha advertido hasta ahora que en la computadora del presidente de la empresa también quedó una retahíla de correos que muestran la conspiración de Odebrecht para que su buen amigo, el comandante Hugo Chávez, pudiera sentarse de tú a tú en la mesa del Mercosur.
“Estuve hoy largamente con el senador Eduardo Azeredo (PSDB MG), recién establecido en la Presidencia de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado donde el proyecto está llegando”, apuntó el ejecutivo de la empresa, Rubio Fernal e Sousa, en un correo electrónico enviado a las 3:12 de la tarde del miércoles 11 de marzo de 2009. “Intentará ser muy equilibrado sin permitir ninguna exageración y evitar las protecciones y está segura de que el ingreso será aprobado si así el Gobierno lo desea (en la comisión hay 19 votos siendo sólo 7 de la oposición liderada por el PSDB)”.
Azeredo, sin embargo, pone en tela de juicio esos acuerdos. Si bien no desconoció la reunión con la empresa –ni siquiera se refirió a ella–, ya lejos del Congreso y apartado de la política en general, esta semana respondió vía correo electrónico que nada afectó su posición. “Mi voto fue contrario como consta en los anales del Senado”, dijo. “En cuanto a las conversaciones con representantes de Odebrecht no hubo ninguna interferencia. La aprobación acabó ocurriendo por la mayoría de los senadores partidarios del Gobierno de entonces”.
La Comisión de Relaciones Exteriores sea como sea elevó el 29 de octubre de 2009 la discusión del protocolo de adhesión con 12 votos a favor y 5 en contra, y no pasaron dos meses más para que la plenaria del Senado terminara de darle la bienvenida a Venezuela al bloque regional. Pero lejos de ser una decisión política, tras bastidores quedó una bitácora de negociaciones que se leen en el intercambio de correos de la gerencia de Odebrecht.
Como si se tratara del diario de debates del Senado de Brasil, allí quedó un informe que dos semanas antes vaticinaba los votos de cada senador, incluidos los suplentes: “20 votos a favor, 14 en contra más el presidente Eduardo Azeredo que solo vota en desempate y 3 indecisos”.
El juego había salido bien para Marcelo Odebrecht. El empresario cumplió la bitácora que siete meses antes había trazado con los suyos para contactar a figuras célebres de la oposición brasileña –como el exembajador de Brasil en Estados Unidos, Rubens Barbosa–con el objetivo de que se manifestaran a favor del ingreso de Venezuela al momento de que fueran consultados en audiencia pública.
“Acompañen este asunto apoyando a EA (Euzenando Azevedo, el director de Odebrecht en Venezuela). Si precisan alguna acción mía me hablan. Tenemos varios a quienes podemos influenciar. No sé si es por esto pero el embajador Rubens Barbosa me está buscando”, apuntó en un mensaje a las 5:13 pm del 11 de marzo de 2009 y dos días después sugirió contactar al expresidente Fernando Henrique Cardoso. “Rubio: converse directo conmigo para conectar con FHC”.
No en vano, a la hora de rendir cuentas Marcelo Odebrecht terminó por reconocer su papel en todo este tinglado. “Con respecto a Venezuela, me involucré, junto con Claudio Melo Filho y João Carlos Nogueira, con el tema de la admisión del país en el Mercosur”. Eso dijo frente a los dos fiscales que el 14 de diciembre de 2016 tomaron su declaración en la ciudad de Curitiba, cuando finalmente había entendido que no quedaba otra que aceptar un acuerdo de colaboración premiada a cambio de reducir su inevitable condena. “Buscamos, en la época, varios políticos para apoyar en esta aprobación, que terminó ocurriendo”.
El papel de Ledezma
En el ajedrez político fueron clave –según un reporte que en Odebrecht presentó su ejecutivo, João Carlos Mariz Nogueira– los senadores del Partido de los Trabajadores Aloizio Mercadante, Tião Viana y Antonio Palocci, cuyos nombres posteriormente salieron implicados en la trama de Lava Jato como piezas de la constructora que recibieron dinero a cambio de favores políticos.
Mercadante pasó del Senado a ministro de Educación del gobierno de Dilma Rousseff, para cuya campaña electoral se le ha señalado de haber recibido un millón de reales –unos 300.000 dólares– en el año 2010. Viana recibió el doble: 2 millones de reales, es decir unos 600.000 dólares, de los cuales solo reportó oficialmente una cuarta parte para su campaña como candidato a gobernador del estado de Acre, mientras que el ex senador y ex ministro de Hacienda, Antonio Palocci, hombre fuerte de los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, se encuentra en la cárcel tras ser condenado a poco más de 12 años por participar en el pago ilegal y posterior lavado de más de 10 millones de dólares también para campañas políticas.
Intercambio de correos en Odebrecht para el ingreso de Venezuela a Mercosur por ArmandoInfo
En Venezuela, al otro lado de la frontera, el opositor Antonio Ledezma –preso político y hoy exiliado del chavismo– también empujó la barca en la misma dirección de Odebrecht. Para tomar la decisión definitiva y votar sobre el espinoso asunto, los parlamentarios de la Comisión de Relaciones Exteriores de Brasil llevaron al alcalde, que bien de forma pasiva o por convicción, terminó inclinando la balanza en favor de un sí.
Si bien Ledezma envió en mayo de 2009 una carta al Senado brasileño en la que advertía que «sería un precedente muy grave admitir en el Mercosur a un presidente cuyas acciones demuestran una escalada autoritaria y que no cree en los principios del mercado y de los procesos de integración», cinco meses después cambió su discurso en el senado brasileño.
¿Por qué el alcalde de Caracas se tomó tan en serio este tema? No fue posible contactarlo. Aunque se intentó ubicarlo a través de cinco familiares y colaboradores, para este trabajo nadie pudo dar luces de la agenda de entonces.
Desconfiados de Ledezma, el gobierno venezolano rápido descalificó la visita de esos días y se refirió al invitado como “amigo del imperio”. Probablemente fueron los primeros en sorprenderse cuando pidiera abrir el camino para la integración regional. Fue muy crítico, claro, con Chávez y el camino que transitaba la revolución bolivariana, pero pidió a los brasileños aprobar el ingreso al Mercosur. “La votación final será hoy y, según senadores, los tropiezos puestos por Chávez los despejó su más grande crítico, Antonio Ledezma”, reseñó el diario El Espectador de Colombia en su edición del 28 de octubre de 2009.
Hoy exiliado en España y desde 2015 preso político, Antonio Ledezma también figura en la lista de políticos amarrados por Odebrecht; su nombre apareció el año pasado entre una docena de dirigentes políticos venezolanos, de oposición y de gobierno, que financiaron campañas electorales, en su caso la de 2008, un año antes de que pidiera en Brasilia abrir las cuentas del Mercosur.
«Una cosa es la integración y otra cosa es la política de expansión que lleva adelante el Gobierno del presidente Chávez y para las democracias de nuestro continente es necesario que Venezuela respete las reglas técnicas, se adhiera a los protocolos que son las columnas que sostienen a Mercosur», apuntó entonces.
No bastó igual con la declaración de Ledezma, tampoco los esfuerzos de Odebrecht ni de nadie… El congreso de Paraguay –un país de menos de 7 millones de habitantes, el más pequeño de los poderosos del sur– nunca terminó de dar el visto bueno a la Venezuela de Chávez. Caracas solo pudo entrar al club el 29 de junio de 2012, luego de que sus pares de Asunción fueran suspendidos por la destitución del presidente Fernando Lugo.
Como un profeta sin llegar a Tierra Santa, Chávez poco pudo ver a Venezuela en Mercosur. El corolario de esta historia incluso advierte que apenas cinco años después, su sucesor, Nicolás Maduro, fue echado del grupo. Pero entonces ya no estaba el llamado príncipe de Brasil para hacer lobby, mucho menos Odebrecht, el gigante de la construcción que dispuso hasta el equilibrio político de América latina.
(*) Esta es una publicación de la Red de Investigaciones Periodísticas Estructuradas liderada por IDL-Reporteros e integrada por periodistas de O Globo de Brasil, La Nación de Argentina, La Prensa de Panamá, Armando.Info de Venezuela, Sudestada de Uruguay y Quinto Elemento Lab de México.