Conozco a Fernando Rospigliosi hace más de veinte años que resumo de la siguiente manera: si en la última década del siglo XX crecieron nuestras coincidencias, en los primeros 13 años del siglo XXI se acumularon nuestras discrepancias.
No lo digo con ánimo peyorativo. Todos cambiamos y tanto el tiempo como la experiencia afectan en forma diferente a cada cual.
En los años 90 nos unió el enfrentamiento al régimen mafioso de Montesinos y Fujimori. Eran los tiempos en que la mayoría de quienes escriben, opinan y publican preferían hacerse los tontos, mirar al otro lado o entregarse en diversos grados de profundidad a la dictadura.
Luego, en los años de crecimiento económico y precariedad política que marcaron desde el 2001 a la democracia peruana, los destinos y los pensamientos divergieron. El parteaguas se alcanzó, me parece, en la segunda vuelta del 2011, cuando Rospigliosi sostuvo polémicamente que el mal menor en la elección entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala, era Fujimori. Afirmó que había que votar por Fujimori para, nada menos que, no poner en peligro la democracia.
Por fortuna, la candidata de Rospigliosi perdió. Y ahora, dos años después, Ollanta Humala sigue siendo un presidente democrático que ha cumplido con su juramento de defender el sistema.
Por eso, la mayor parte de quienes promovimos el acercamiento de las fuerzas democráticas con Humala, sabiendo que era preciso escoger entre el riesgo y el desastre, vemos que los dos años transcurridos demuestran hasta ahora que tomamos la decisión correcta.
Rospigliosi sigue creyendo que no se equivocó con Humala y que si la realidad demuestra otra cosa hoy, le dará la razón mañana, o quizá pasado mañana.
En blanco o negro, sin escala de grises, Rospigliosi busca demostrar, en artículos e intervenciones erizados con adjetivos terminantes y fulminantes descalificaciones, que las fuerzas oscuras y siniestras ya operan en este gobierno. Desde Palacio, según su versión, Humala dirige a los reales operadores del poder, que trabajan desde las sombras mientras que los estamentos del poder formal están integrados por figuras de carácter complaciente, dispuestos a aceptar el relumbrón de un poder sin sustancia.
Así, según sostiene, en el área de seguridad, Villafuerte, Iván Vega, Gómez y algún otro, son los que en realidad mandan y efectúan la voluntad de Humala; mientras que el ministro del Interior, Pedraza; el de Defensa, Cateriano; y el primer ministro, Jiménez, son figurones sin poder real.
Pero en ese contexto, el presidente Humala denegó el indulto a Fujimori, con argumentos neta y nítidamente democráticos. Eso le quitó piso a la rígida argumentación de Rospigliosi.
Entonces reventó el caso de los superagentes del Parque del Amor, y ello no solo galvanizó de nuevo su argumentación sino pareció ser por unas horas el tipo de prueba que finalmente le iba a dar la razón.
Aunque quizá no lo parezca, yo tomo en serio lo que escribe Rospigliosi. Lo hago porque recuerdo lo que escribió en los años 90 sobre Montesinos, Hermoza y Fujimori. Fue no solo valiente sino, con mucha frecuencia, certero.
Analice entonces con cuidado el ‘reglaje’ perpetrado supuestamente contra él, Carlos Basombrío y Gino Costa durante la semana anterior. La entidad autora de ese operativo, fue la Dirección de Inteligencia de la PNP, cuyo director, el general PNP José Céspedes, dio una explicación más bien penosa en “Cuarto Poder”.
“Rospigliosi afirmó que había que votar por Fujimori para, nada menos, no poner en peligro la democracia”.
Pero el que Céspedes no tenga futuro como orador, no demuestra necesariamente que sea culpable.
Luego de un examen preliminar de esa operación de inteligencia, creo que Rospigliosi está equivocado y que ni él ni Basombrío o Gino Costa, fueron los objetivos; y que, aunque chambón y mal ejecutado, lo que abortó en el Parque del Amor fue un operativo contra grupos colombianos de crimen organizado, que se encontraba todavía en una fase inicial.
Reitero que esta es todavía una conclusión preliminar. Pero hay algunas cosas que ya son evidentes. Entre ellas:
• Nada indica que haya habido un “reglaje” (vigilancia para facilitar la ejecución de un ataque, atentado o secuestro), sino una operación de vigilancia y seguimiento (Ovise, en jerga policial);
• Por incompetente que sea una unidad policial, nadie establece una vigilancia subrepticia de un objetivo fijo con agentes parados en la vereda de enfrente.
• Lo que hubo se llama, de nuevo en jerga policial, una “parada”, que es poner agentes en un lugar donde van a llegar, como transeúntes, posibles objetivos, para encontrarse, hacer contacto, entregar o recibir algo. En ese operativo, todavía en su fase incipiente, había datos de que se iba a realizar un contacto en ese parque, sin precisión de hora. Las informaciones anteriores, que habían llevado a ubicar varios colombianos en un restaurante en Los Olivos, resultaron ciertas.
• Es falso que luego del aborto de la operación en el Parque del Amor y del papelón subsecuente, se hayan reunido el domingo en el despacho ministerial el ministro Pedraza, el viceministro Iván Vega, el jefe de la Policía, general Jorge Flores Goicochea, con los generales PNP Carlos Morán y José Céspedes, como sostuvo con vehemencia Rospigliosi, para, según dijo, elaborar una “coartada”. Ni Iván Vega ni Carlos Morán estuvieron en esa reunión. El domingo Pedraza pidió información y convocó a Céspedes y luego lo autorizó a llamar a ‘Cuarto Poder’, decisión de la que probablemente se arrepintió después. Sin embargo, la información detallada y puntual que dio luego Céspedes, acompañado por el coronel PNP Arsenio Domínguez, jefe de la división de búsqueda de la Dirin, resultó convincente para Pedraza.
• De acuerdo con información que juzgo fidedigna, el general Céspedes se ha ofrecido a someterse a una prueba independiente de polígrafo, para refrendar la verdad de su versión.
Por lo que he podido averiguar, creo que Céspedes lo pasará sin problemas.
Concluyo, en forma provisional, que el escándalo armado en estos días por el supuesto ‘reglaje’, no tiene sustento en los hechos y que el grupo de ineptos agentes intervenidos no tenía, ni mucho menos, como objetivo, la vigilancia de Rospigliosi, Costa o Basombrío.
Afirmar e informar erróneamente no solo provoca escándalos artificiales y arruina investigaciones necesarias, sino socava las muy necesarias investigaciones al poder.
Yo sí creo que hay un problema de definición de jerarquías, tareas y canales apropiados en el área de seguridad en este gobierno. En una reciente investigación sobre el CAEN, publicada en IDL-Reporteros, demostramos la fuerza e influencia que tiene Adrián Villafuerte dentro del área militar y el sentimiento de impunidad que disfrutan sus protegidos.
Ese es un problema y un peligro reales, que el presidente Humala deberá solucionar cuanto antes. Hay, por supuesto, información sobre muchos otros casos similares, pero la única actitud válida es publicar o denunciar lo probado. Soltar lo primero que se escuche es dañino e irresponsable.
Lo cierto, en medio de crisis y problemas, es que el presidente Humala dio un paso muy importante de afirmación de la gobernabilidad democrática al negar el indulto a Fujimori. Fue un caso de decisión de principios en contra de la conveniencia política inmediata. Ello tiene, a mi juicio, un mérito notable.
El fujimorismo reaccionó en forma inmediata con una ofensiva. Keiko Fujimori, que acababa de proclamar a su padre como el mejor presidente del Perú en el siglo XX, tuvo el martes 11 una entrevista con Beto Ortiz, en la que este dijo que le parecía que era la primera vez en la historia que el fujimorismo coincidía con Fernando Rospigliosi.
“Esperamos coincidir en el futuro en muchas otras cosas” dijo sonriendo Fujimori. No quiero arruinar nuevas amistades, pero, en bien de la figura y el recuerdo de Rospigliosi, espero que eso no suceda♦
(*) Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2287 de la revista ‘Caretas’.