Los fiscales José Domingo Pérez y Germán Juárez interrogan en São Paulo a dos ex altos funcionarios de Odebrecht que tuvieron una participación central en el funcionamiento del sistema de coimas de la Corporación. Se trata de Luiz Mameri y Fernando Migliaccio, dos personajes muy diferentes entre sí –incluso en su condición actual de delatores premiados– cuya información podrá encajar si los interrogatorios resultan exitosos.
Los fiscales Pérez Gómez y Juárez Atoche fueron acompañados por el fiscal superior Rafael Vela, que coordina la diligencia de cooperación con las autoridades brasileñas y cuya contraparte, como director de debates en todos los interrogatorios será nuevamente el procurador anticorrupción brasileño Orlando Martello.
Hasta ahora el sistema de cooperación para la realización de interrogatorios de fiscales peruanos en Brasil, bajo las leyes brasileñas, ha sido de gran utilidad. En el curso de unas pocas sesiones se han producido las confesiones de Marcelo Odebrecht y de Jorge Barata que, aunque incompletas, han avanzado, con conocimiento nuevo, la investigación fiscal en forma considerablemente mayor a lo logrado hasta ahora. Gracias a eso se conoció sobre los aportes con dinero negro a las campañas electorales de Keiko Fujimori en 2011, de Alan García en 2006, de Alejandro Toledo en 2011, de Pedro Pablo Kuczynski. Y se confirmó la información sobre la contribución del PT brasileño, a través del sistema de contrabando de dinero de Odebrecht, a la campaña de Ollanta Humala en 2011.
Ese resultado no fue casual. Interrogar dentro de los términos de la ley brasileña obliga a los interrogados a contestar con la verdad y no omitir información importante, bajo pena de perder todos los considerables beneficios penales logrados en caso de no hacerlo. Perderlos sería ganar la cárcel por varios años, cosa que virtualmente ninguno de los procesados por corrupción en Brasil está dispuesto a enfrentar.
Además, la propia Odebrecht ha estimulado la confesión plena de sus ex ejecutivos. ¿La razón? Que la cooperación no solo evita el castigo sino ayuda a rehabilitar la Corporación, cuyos programas de reforma ética, bajo la observación de monitores externos, le han permitido volver a operar en Brasil y adjudicarse ya algunas obras de importancia.
El compromiso de inmunidad que suscriben los fiscales peruanos respecto de lo confesado por los delatores resulta un precio modesto al lado del beneficio de la información lograda.
Hasta ahora, sin embargo, solo los fiscales de lavado de activos, bajo la coordinación de Rafael Vela han hecho uso de ese poderoso recurso. Y los temas que ellos manejan son, contrariamente a la percepción pública, una parte pequeña de la investigación fiscal del caso Lava Jato en el Perú.
¿Y qué pasa con el resto? La manera absurda con la que la Fiscalía de la Nación ha segmentado y balcanizado la investigación garantiza un avance lento, parcial, defectuoso de los diversos casos, con la gran posibilidad de que muchos de ellos queden inconclusos o terminen archivados. Aparte de la ya bien conocida enemistad y desconfianza entre Rafael Vela y el fiscal anticorrupción Hamilton Castro – cuyas investigaciones avanzan a velocidad de catatonia cuando se trata de personajes con poder y capacidad de intimidación– los varios otros fiscales que llevan partes de un mismo caso no cooperan ni comparten información entre sí.
La ineficiencia es tan grande, la pérdida de tiempo tan notoria y la falta de coherencia y disciplina investigativas tan grave que los recientes elogios del secretario general de la OEA, Luis Almagro, al trabajo anticorrupción de los fiscales peruanos, hacen ver que si la mirada de este es aguda en, por ejemplo, el caso venezolano, aquí fue más corta que la de Mr. Magoo.
En medio de ello, sin embargo, los interrogatorios a Luiz Mameri y Fernando Migliaccio pueden avanzar el conocimiento investigativo si logran concatenarse, lo cual, siendo posible, no será fácil. Les digo porqué.
Luiz Mameri fue el “Líder Empresarial” de Odebrecht sobre gran parte de Sudamérica durante los años de crecimiento explosivo de las coimas y sobornos por parte de esta corporación. Durante algunos años fue el jefe directo de Jorge Barata y respondía únicamente a Marcelo Odebrecht.
Tanto durante el período en el que Barata fue superintendente de Odebrecht en Perú como luego de que este fuera sucedido por Ricardo Boleira, Mameri tuvo que conocer y aprobar casi todos los acuerdos de sobornos, todos los pagos clandestinos (incluyendo los aportes a campañas electorales) acordados por Odebrecht en el Perú. La única excepción fueron aquellos ordenados directamente por Marcelo Odebrecht, que Mameri no autorizó pero sí supo.
Aunque su conocimiento de los personajes coimeados y los casos de sobornos no parece haber sido siquiera cercano al que, por razones obvias, tenía Barata, es virtualmente seguro que Mameri conoció bien la identidad de los personajes más importantes involucrados en tramas corruptas. Era él quien daba la orden de pagar, sin la cual el Sector de Operaciones Estructuradas no estaba autorizado a pagar ninguna coima.
La excepción eran los pagos ordenados directamente por Marcelo Odebrecht. Por lo general, todas las coimas debían provenir de sobrecostos o excedentes de obras contratadas fuera de Brasil. En el Sector de Operaciones Estructuradas, un funcionario de confianza de Marcelo Odebrecht, el veterano Isaías Ubiraci, se encargaba de chequearlo. Todas las coimas ordenadas por Mameri (y los otros pocos líderes empresariales de Odebrecht) debían cumplir con ese requisito. Pero Marcelo Odebrecht era el único que podía ordenar pagos ilegales no respaldados por proyectos específicos.
Entonces, cuando Mameri ordenaba los pagos, el Sector de Operaciones Estructuradas los efectuaba. Y Fernando Migliaccio era ahí el Tesorero. De acuerdo con los parámetros con los que se organizó el Sector de Operaciones Estructuradas, ninguno de sus funcionarios conocía la identidad de los sobornados. Solo los conocían a través de seudónimos. Ellos también los usaban. El de Migliaccio era “Waterloo”.
Sin embargo, con el tiempo las líneas se entremezclaron más de una vez y ahí Migliaccio llegó a conocer mucho más de lo que se suponía debería conocer “Waterloo”.
Migliaccio no era el jefe del Sector de Operaciones Estructuradas, sino subordinado de este: Hilberto Silva, quien debería estar en el interrogatorio pero no va a concurrir debido a problemas de salud tanto físicos como psíquicos, según fuentes cercanas a Odebrecht.
La ausencia de Silva hará más interesante el testimonio de Migliaccio por otra razón: a diferencia de casi todos los otros altos ejecutivos de Odebrecht que se han acogido a la delación premiada, cuyos abogados son pagados por la compañía [tanto Barata como Mameri tienen el mismo abogado: Carlos Kauffman] y que coordinan la línea de defensa de sus clientes con la de la Corporación, Migliaccio está notoriamente distanciado de Odebrecht y no coordina ni su defensa ni sus declaraciones con esta.
Así que si los interrogatorios son bien llevados, podrán aportar información inesperada. Durante los días siguientes, IDL-Reporteros, la publicación investigativa que dirijo, no solo reportará las diligencias en Brasil sino describirá en detalle cómo funcionó el Sector de Operaciones Estructuradas y también la acción de personajes, como Marcos Grillo, Olivio Rodrigues y otros, que tuvieron papeles importantes en la compleja y multimillonaria internacional de sobornos que creó y condujo Odebrecht. Otras partes de ese reportaje saldrán también en mi nota en Caretas la próxima semana.
Lo interesante es que casi todos los relatos serán contados por sus propios protagonistas: Migliaccio, Mameri, Silva, Grillo. El relato confesional de cómo Odebrecht pagó más de tres mil millones de dólares en sobornos y cuánto ganó por ello.
(*) Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2536 de la revista Caretas.