NdR: Varios meses después de la invasión a Ucrania, el conflicto se ha convertido en una guerra de desgaste, en la que el horizonte inmediato de los soldados se confina en la proverbial “niebla de las batallas”, que en esta crónica resulta literal. Así, el testimonio de ‘Wiman’, el soldado peruano, veterano del VRAEM, que lucha bajo la bandera de Ucrania ilustra con gran autenticidad las realidades del frente de batalla vista desde los ojos de un soldado. Realidades en las que, en medio de la fatiga y el tedio, detona el peligro brusco e intenso mientras crece la familiaridad con la muerte.
La situación es compleja. Como ya es público, Mariupol cayó en manos de Rusia hace algunas semanas. No hay ningún soldado ucraniano o aliado en esa ciudad copada de rusos. No nos ha ido bien, es realista reconocerlo. A veces oía noticias de que podíamos a entrar de golpe, que venía un combate final, pero la orden fue perdiendo fuerza y ahora solo me mantengo en mi posición, con noticias escuetas que me salpican, en una región denominada Zaporiyia, a orillas del río Dniéper, que en tiempos normales tenía una población de 720 mil habitantes y que ahora se ha reducido al número de quienes han decidido no huir.
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El 14 de mayo fui enviado a cumplir una nueva misión en la guerra por mantener libre a Ucrania. Ahora soy parte del escuadrón “Spartan” de la Legión de Ucrania. Debíamos limpiar una ruta de decenas de minas enemigas, antes de un asalto programado para el día siguiente, con las luces del amanecer. El objetivo era garantizar una ruta segura para los vehículos de transporte blindados que iban a ser utilizados en ese asalto, así como establecer un puesto de observación avanzado en inmediaciones de la posición enemiga.

Otro escuadrón denominado “Wolverine”, con soldados de enlace ucranianos, se trasladó al lugar designado para entregarnos material de apoyo. Consiguió arribar a las 22:00 horas de la noche previa al ataque. Se ubicaron en posición de seguridad cerca de un punto preacordado y enviaron a unos pocos soldados para tomar contacto con mi escuadrón. Nos trajeron un generador de imágenes que debíamos utilizar en el desminado.
Cuando el elemento de la patrulla “Wolverine” retornó a su posición original, me informaron que los soldados Dom y Bodi vendrían con mi equipo de remoción para actuar como seguridad de retaguardia; uno a cada lado del camino. Delante de ellos dos, los integrantes de “Spartan” se desplegarían de la siguiente manera: los combatientes Steve y Gary como observadores avanzados. Otros dos, conocidos como JT y Nibbs, serían los “zapadores”, es decir, quienes irían despejando el camino; y Mitch, Kenny y George como seguridad de avanzada. Éramos diez en total.
Comenzamos a movernos bajo la luna llena, bajo la niebla espesa, para marcar las minas y desactivarlas. La cámara termográfica solo era buena para avistamientos de largo alcance, por lo que resultó inútil para las operaciones de desminado de esa noche. Es más, su uso nos terminó retrasando. Después de avanzar menos de un kilómetro por los filos de la carretera Kenny me dijo:
—Comando ‘Wiman’, no veo bien esto.
Me pidió que me mantuviera, mientras tanto, en una posición abandonada por los rusos para facilitar que Steve y Gary establecieran su puesto de observación, previsto sobre el enemigo.
Continuamos la operación. Alrededor de la una de la mañana, se escucharon ruidos. Después nos enteramos de que eran nuestros vehículos que estaban evacuando a los hombres de “Wolverine”. Se llevaron el equipo termográfico y pensé que era un error devolverlo. Podría ser una herramienta útil si se nos complicaban las cosas, pues todo indicaba que nos quedaríamos metidos en la zona.
No había tenido tiempo de descansar. Me encontraba despierto 26 horas seguidas. A las dos de la mañana terminamos de extraer las minas y comenzamos el repliegue hacia el lugar de extracción. Entonces todo se complicó.
Una cadena de explosiones
Como el clima se puso desfavorable, JT y George decidieron posponer el ataque para el día siguiente. Tomaron la decisión porque no podríamos recibir apoyo de drones, morteros o de los vehículos blindados que estaban planeados. Esto significaba que Gary y Steve tendrían que quedarse un día más, vigilando la zona. George y Nibbs decidieron llevarles agua y provisiones adicionales (baterías), mientras que el resto del grupo nos iríamos al punto de extracción.

Es posible que cuando Gary y Steven se enteraron de que tendrían más tiempo de permanencia, trataran de encontrar una posición de observación más adecuada. En ese movimiento entre la espesura y la neblina, Steve activó un cable-trampa que detonó una mina. Murió en el acto e hirió gravemente a Gary.
Para el momento de la explosión, el comandante ucraniano Vitali, que estaba en las inmediaciones, ya nos había recogido a Dom, a Mitch y a mí. Se quedaron en el área JT, junto a Kenny, George y Nibbs. Al enterarse a través de la radio de la tragedia, Vitali optó por detenerse y regresar a ayudar y nos subió a otro vehículo, con un conductor ucraniano.
JT también trató, desde su ubicación, de regresar a la zona afectada en un vehículo, él solo. Cuando trató de cruzar las vías del tren, se atascó en los rieles. No podía moverse. Trató de forzarlo y lo consiguió, pero con tan mala suerte que golpeó otra mina y el vehículo explotó con él metido adentro.
Nuestro conductor ucraniano, que estaba en la radio, nos dio a entender que había un problema, pero no pude comprenderlo. Dio la vuelta, y nos regresó al punto donde vimos a Vitali.
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Como venía muy cansado, de no dormir casi 30 horas seguidas, caí rendido. Mitch me despertó y me dijo:
—Steve está muerto y Gary está jodido.
Se me quitó el sueño. Inmediatamente me levanté y salí del auto con mi arma. El conductor ucraniano siguió intentando llamar por radio a Vitali y George, pero no podía entender lo que comunicaba, así que le dije a Mitch:
—Mejor hay que ponernos en seguridad.
Fue allí donde oímos explotar el vehículo con JT adentro. No podía darme cuenta de lo que ocurría exactamente; solo oía explosiones y algunos disparos. Mitch y yo le dijimos al conductor ucraniano que deberíamos regresar a la base para traer refuerzos. Estaba amaneciendo. No quiso moverse. Después de una última comunicación, esta vez sí con Vitali, decidió avanzar por la vía despejada de minas. Me puse delante de él para darle seguridad caminando. Mitch se quedó atrás y le iba señalando la línea de árboles.
Sabíamos que los rusos estaban cerca. En eso, contemplamos el vehículo de JT ardiendo en las vías del tren. No había señales de ningún amigo, ni enemigo. Supuse que era inminente que elementos rusos fueran enviados a investigar el ruido y la columna de humo negro. Mis recomendaciones eran por gusto: el ucraniano no hablaba español y yo sé lo básico de ucraniano como para no morir de hambre.
Después de un buen rato de indecisiones y de andar escondidos, vimos aparecer a Vitali, George, Nibbs, Kenny y Dom a la distancia, llevando a Gary en una camilla improvisada. Fuimos en su ayuda. Pensé que con todo el laberinto podrían habernos masacrado con facilidad.
Estábamos muy cerca del vehículo en llamas justo al lado de una posición rusa. Si los rusos hubieran enviado un equipo de observación, habrían visto a nuestro grupo sin armas llevando una camilla y nos hubieran aniquilado.
Para nuestra sorpresa, hallamos vivo a JT en medio de las llamas. Se le prestaron primeros auxilios y el médico buscó reanimarlo. La mañana era insufrible: tratábamos de arrastrar a Gary con sus heridas en las piernas y finalmente nos vimos obligados a cargarlo. El agotamiento nos hizo trizas.
Todavía no puedo creer que no aparecieran rusos para atacarnos.

Finalmente, pudimos alcanzar el punto de extracción, donde los demás chicos de “Spartan” nos esperaban. Como Bodi es el médico de nuestro escuadrón, junto con Dom y el conductor ucraniano, se metieron en el carro para evacuar y tratar de salvar a JT y Gary. Nos quedamos mirando su partida. No iba a ser la última pérdida.
André Hack Bahi, un legionario brasileño que pertenecía a mi patrulla y había sido herido en una operación anterior, se recuperó y se incorporó a otra fuerza que iba hacia una nueva misión. Allí murió en un tiroteo. El gobierno de Brasil confirmó la caída de André.
En este lugar que estoy ahora, llamado Zaporiyia, quedamos solo cinco de los «Spartan”. No pensamos en rendirnos. Soy el comando Wiman. Serví en el VRAEM. Eso no es poca cosa.
