Entrevista publicada en La Nación el 5 de abril de 2017
El juez brasileño Sergio Moro se muestra optimista en una entrevista con LA NACION. Cree que todo país que investigue y castigue la corrupción sistémica terminará, a la larga, mejor de lo que estaba. Toma tiempo y conlleva superar tormentas de todo tipo, añade, pero advierte que el verdadero desafío pasa por cambiar la forma de pensar de muchísimas personas que, tras padecer décadas de impunidad, desconfían de la justicia. «No existe un destino manifiesto, sea de Brasil o de la Argentina, que imponga convivir con la corrupción en esos niveles», dice.
-¿La sociedad es tolerante con la corrupción?
-No diría tolerante. Sí hay una cierta frustración cuando los casos criminales relevantes de corrupción surgen y no encuentran una respuesta. Con el tiempo la gente pierde la fe en el sistema y pasan hasta la creencia de que ésa es la regla, que es un comportamiento normal. Pero es posible cambiar la naturalización de la corrupción. No existe un destino manifiesto, sea de Brasil o de la Argentina, que imponga convivir con la corrupción en esos niveles. Hay mucho que puede hacerse. No diría que hay tolerancia, pero muchas personas han perdido la esperanza.
Moro llegó anteayer a Buenos Aires para revitalizar esa esperanza. Por eso remarcó una y otra vez que, cuando todo lo demás está perdido, resulta decisivo el rol que asume la sociedad. «La opinión pública termina funcionando como una especie de escudo protector de la investigación y el juicio», afirma, al tiempo que remarca otros dos factores: instituciones sólidas y cooperación internacional.
«La opinión pública es importante en estos procesos que involucran a personas política y económicamente poderosas para prevenir las obstrucciones de la justicia».
Conocedor de los molinos que encara, Moro da cátedra sobre cómo comunicar de manera sencilla. Convocado por Teodoro Kreckler y el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, se reunió con jueces, fiscales, funcionarios del Gobierno, brindó conferencias y aceptó dialogar con LA NACION. «La corrupción descubierta es una vergüenza para Brasil -plantea-. Pero, por otro lado, también hay que enfatizar que Brasil está dando pasos serios y necesarios para combatirla.»
Juez federal en Curitiba y estudioso del Mani Pulite -la gran investigación sobre la corrupción sistémica italiana-, Moro dio los primeros pasos del Lava Jato en marzo de 2014. Colocó contra las cuerdas a toda una forma ilegal de hacer política y negocios, al más alto nivel. Si hasta un ícono del establishment brasileño, el empresario Marcelo Odebrecht, terminó tras las rejas y se acogió a la delación premiada.
-¿Por qué aceptó viajar a la Argentina? ¿Cuál era su objetivo y qué expectativas tenía?
-Tengo la preocupación natural de que el caso Lava Jato no haya sido considerado desde la perspectiva correcta. Por un lado, la corrupción descubierta es una vergüenza para Brasil, pero también hay que enfatizar que Brasil está dando pasos serios y necesarios para combatir esa corrupción. Y con tiempo, a partir de esa lucha, tenemos la expectativa y la esperanza de que Brasil salga fortalecido de ese proceso, con una economía más fuerte, con mayor productividad y con una democracia de mayor calidad. Ése es uno de los propósitos de mi viaje. Otra razón es que la investigación tiene algunas ramificaciones internacionales, y es siempre oportuno tener contactos con las autoridades de otros países, para fortalecer lazos que después serán importantes para la cooperación jurídica internacional.
-¿Por qué fue posible impulsar una investigación así en Brasil?
-Es difícil definir por qué ocurrió en aquel preciso momento, cuáles fueron los factores… Pienso que hubo una construcción paulatina de instituciones cada vez más fuertes en Brasil, y este caso no sale de la nada, sino que se suma a una línea de casos precedentes en los que las instituciones brasileñas enfrentaron ese problema. Así que, en cierta manera, la operación Lava Jato viene a fortalecer la esperanza.
-¿Cree que esa esperanza puede extenderse a América latina?
-Seguramente, porque los países de América latina tenemos una historia en común, son democracias relativamente jóvenes, que en el pasado atravesaron situaciones de inestabilidad política y algunas pasaron por problemas similares, como gobiernos militares. Y aunque las instituciones no respondan de manera homogénea en América latina, se muestran cada vez más fuertes, y creo que ése es el caso también en la Argentina.
-Usted estudió el Mani Pulite y ahora protagoniza el Lava Jato. ¿Cuáles son las enseñanzas que le dejaron ambas investigaciones y que usted aplicaría si tuviese que iniciar ahora otra investigación?
-Un punto en común es que se trata de una investigación que adquirió proporciones gigantescas, y también quedó expuesto que había un «sistema de corrupción», que significa que no era un fenómeno aislado en el tiempo y en el espacio. Eso, la corrupción como regla, como sistema, no es algo tan común, y tiene un impacto muy severo en la calidad de la economía y de la democracia de cada país. Lamentablemente, en Italia tenían la expectativa de que a partir de allí el país empezara a ser mucho menos corrupto, pero ahora existe cierto escepticismo de que sea así. Fue una falla de la magistratura a cargo de la investigación que generó una reacción política muy fuerte en Italia en los años 1994 y 1995. El caso italiano ilustra que es necesario que haya un proceso judicial eficiente, pero que ese proceso por sí sólo no alcanza para superar la corrupción sistémica. Son necesarios otros debates, en el seno de las organizaciones de la sociedad civil, en el sector privado, en la población en general. Todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad para superar este problema.
-Anoche (por anteanoche) usted mencionó la importancia de la cooperación internacional, de cierta legislación -delación premiada y «leniencia», entre otras-, pero apuntó a «la opinión pública» como factor decisivo para las investigaciones. ¿Qué significa eso?
-La opinión pública es importante en estos procesos que involucran a personas política y económicamente poderosas para prevenir las obstrucciones de la justicia, porque esas personas conocen el sistema, tienen la posibilidad de explorar las fallas del sistema judicial, sean fallas jurídicas o eventuales interferencias indebidas e ilegítimas en el sistema, y la opinión pública termina funcionando como una especie de escudo protector de la investigación y el juicio. A mi entender, ése fue uno de los factores importantes, tanto en Brasil para la operación Lava Jato como en el caso italiano. Y en cierto sentido, la caída del apoyo de la opinión pública italiana propició que el sistema político contraatacase aprobando leyes que dificultaron la atribución de responsabilidades.
-¿Cómo considera que debería avanzar la investigación sobre la operación Lava Jato en la Argentina?
-No podría hacer recomendaciones explícitas. Ahora bien, existe un recetario universal de lo que funciona y no funciona en estos casos. Normalmente, como los delitos de corrupción son delitos que se cometen en secreto, es necesario recurrir a métodos especiales de investigación para así romper ese cono de sombra que encubre ese tipo de actividades. Para lograrlo hay varios mecanismos, y uno de los mecanismos que fue importante en nuestro proceso fue la cooperación judicial internacional. Varios de nuestros casos se construyeron en base a pruebas muy sólidas de cuentas de agentes públicos con saldos de millones de dólares y euros en países extranjeros. Y, por otro lado, tenemos ese otro mecanismo que llamamos «delación premiada», que implica utilizar a un delincuente en contra de otro, ya que en la corrupción existe un pacto secreto: que el corruptor no va a dar testimonio contra un corrupto, y que el corrupto no va a dar testimonio contra el corruptor. Ambos callan. Entonces una de las formas para romper ese pacto y lograr un testimonio es darle beneficios a una de las partes en contrapartida por su colaboración.
-¿Cómo es la articulación práctica entre el juzgado y el Ministerio Público Fiscal? ¿Cómo funciona?
-En Brasil no hay juzgados que investiguen, no tienen esas atribuciones. La investigación la realiza principalmente la Policía Federal y el Ministerio Público Federal, con alguna ayuda de otros organismos, por ejemplo la Receita Federal [por la AFIP brasileña] nos dio un apoyo muy significativo. Ahora bien, la presencia del juez también es importante para sopesar la relevancia del caso, la dimensión de los hechos implicados, y por ejemplo si uno tiene la acusación de que un alto funcionario público recibió millones de dólares en coimas, la sociedad tiene derecho a ver el resultado de ese proceso, sea un resultado absolutorio o condenatorio. Pero la sociedad tiene que recibir una respuesta. Lo que no puede pasar -y es algo que ha pasado mucho en Brasil y sigue pasando- es que haya casos que se eternizan y de los que no se tiene respuesta.
-En la Argentina, las investigaciones de criminalidad económica complejas duran en promedio 14 años y terminan en la prescripción. No en una absolución ni en una condena, sino archivadas por el paso del tiempo.
-No tengo manera de evaluar esos procesos acá en la Argentina, me falta información. Pero es necesario dar respuesta a esos casos de criminalidad, y muchas veces lo que es importante es enfocarse. Cuando percibimos la dimensión extraordinaria que tenían los hechos, la Policía Federal creó un equipo especializado y con la cantidad suficiente de efectivos para realizar cada investigación, que se enfocó exclusivamente en investigar esos delitos. Del mismo modo, en el Ministerio Público. Un poco como el caso italiano, uno no puede ocuparse de la mafia si al mismo tiempo se ocupa de los carteristas. En lo judicial es un poco más complejo, pero el tribunal al que estoy vinculado también tuvo la sensatez de afectarme exclusivamente a los casos vinculados al Lava Jato, para que recibieran la atención que merecían. Cuando no se tiene una respuesta, el problema es que se va perdiendo la confianza de las personas en la justicia, en cierta medida también en la ley, y en definitiva en la democracia, ya que la gran idea de la democracia es que todas las personas son iguales ante la ley, y es importante que haya una aplicación visible de la ley.
-En Brasil, como ocurrió en varias manifestaciones, hay muchos que lo proponen como candidato político, candidato a presidente. ¿Evalúa esa posibilidad?
-Ya me manifesté públicamente varias veces al respecto, y supongo que esas propuestas responden a mi popularidad por las investigaciones, pero tengo mi carrera en la magistratura y no tengo aspiraciones políticas.
-¿Usted considera que el financiamiento electoral es como el «pecado original» de la política?
-No creo eso. En muchos casos hay situaciones que ya fueron identificadas en que el dinero no sirvió exclusivamente para financiamiento ilegal de elecciones, sino para el enriquecimiento ilícito de políticos. En el caso de financiamiento ilegal algunas personas afirmaron que no robaron para sí, sino para el partido. Y eso es terrible: usar dinero sucio para financiar una elección. O sea que está contaminando el proceso político y democrático. Ahora, las elecciones cuestan un dinero y hay necesidad de recursos para financiamiento, pero nada justifica el hecho de cometer crímenes con esa finalidad. En Brasil, en la época en que ocurrieron esos crímenes la ley era extremadamente liberal en relación a las donaciones electorales de empresas. Pero, aun así, fueron utilizadas en actividades criminales, para financiamiento ilícito de elecciones. Y eso fue constatado de una manera muy clara. No es una excusa la necesidad de recursos. Hay que construir un sistema para tener elecciones más baratas y prever fuentes de financiamiento adecuado para los comicios.
-¿Piensa que el costo político y económico de las investigaciones judiciales es menor al costo de mantener latente la corrupción sistémica?
-Le voy a contestar con una situación específica. Varias inversiones en Petrobras en ese período [2014-2015] fueron bastante cuestionadas. Tal vez algunas malas inversiones fueron hechas no porque el Ejecutivo estaba pensando en la mejor decisión desde el punto de vista económico, sino en la necesidad de generar recursos para coimas. Entonces, estos procesos [judiciales] que involucran a figuras políticas relevantes pueden generar inestabilidad política y traer algún perjuicio puntual a la economía, pero la estabilidad con corrupción sistémica es mucho más cara. Si esos problemas no son enfrentados nos vamos a asombrar dentro de unos años. No tengo dudas de que desde el punto de vista económico, el enfrentamiento a la corrupción sistémica sólo nos traerá beneficios de productividad y eficiencia económica. Tal vez uno de los factores que impactan a la economía de la región sea el problema de la corrupción.
-¿Cree que su investigación podrá cambiar de manera definitiva las relaciones entre las empresas privadas y el Estado en Brasil?
-Es una pregunta muy difícil, es difícil hacer un pronóstico. Creo que todavía está por verse si estos casos como el mensalão o el Lava Jato son excepciones dentro de una tradición de impunidad, o si representan un cambio de un sistema de impunidad hacia un sistema de responsabilidad. Ahora bien, creo que vamos construyendo esas excepciones día a día. Lo importante es que produzcamos un cambio cultural, que cambiemos nuestras prácticas.
-¿Tiene expectativas reales de una cooperación internacional con otros países de América latina? ¿Mostraron un interés real en obtener la información y avanzar?
-Es difícil evaluar las intenciones, pero hemos tenido mucha colaboración de países europeos, Estados Unidos o de cuentas en Suiza. Y en cuanto a los países de la región, hemos hecho algunos pedidos de cooperación, y en general son atendidos. Los países tienen que cooperar porque el delito tiene un carácter cada vez más internacional. Si los delincuentes pueden cruzar las fronteras, pero las autoridades no, entonces la investigación o el proceso penal quedan frustrados. Por eso es importante que los países cooperen. Nosotros hemos adoptado esa política de aceptar los pedidos de otros países cuando hay pruebas que pueden ser interesantes en los respectivos países. Pero evidentemente después depende de cada país lo que suceda con esos elementos probatorios.
Sergio Moro, Juez federal de Curitiba • «No diría que hay tolerancia [con la corrupción], pero muchas personas han perdido la esperanza». • «La corrupción descubierta es una vergüenza para Brasil, pero por otro lado también hay que enfatizar que el país está dando pasos serios y necesarios para combatirla». • «Aunque las instituciones no respondan de manera homogénea en América latina, se muestran cada vez más fuertes, y creo que ése es el caso también en la Argentina». • «La opinión pública termina funcionando como una especie de escudo protector de la investigación». • «No tengo dudas de que el enfrentamiento a la corrupción sistémica sólo nos traerá beneficios de productividad y eficiencia económica». |