La contabilidad tiene muchos méritos, pero el sex appeal no es uno de ellos.
Claro que hay entradas y salidas, pero no las que uno pudiera pensar. Y la historia de la literatura no registra caso en el que un libro mayor se haya convertido en un best seller, y menos de suspenso.
Así y todo, la pericia contable es la clave para desentrañar y resolver algunos de los crímenes más complejos a través de sus resultados: el botín; o el crimen mismo, cuando se trata del lavado de dinero.
En contra de lo que el nombre sugiere, el lavado de dinero es un delito cuya sofisticación y complejidad se multiplicó en las últimas décadas hasta el punto de superar, por buen tiempo, los mejores esfuerzos por combatirlo.
Así como, en estos tiempos de periodismo de datos, un buen hacker es a veces el mejor amigo de un periodista de investigación; en el otro lado de la fuerza (o, más bien, de la ética), un buen lavador de dinero es el aliado indispensable de casi todo corrupto, especialmente de uno de alto nivel.
Por eso, el conocimiento de las técnicas y modalidades de lavado de dinero es indispensable en todos los casos grandes de corrupción. Y en el caso Lava Jato, la mayor investigación sobre corrupción en la historia de Brasil y, muy probablemente, de Latinoamérica, no resulta coincidencia que el juez del caso, Sergio Moro, sea un experto, autor de un libro de referencia sobre el tema.
A esta altura de la investigación, luego de formulada la denuncia fiscal contra Odebrecht, el 24 de julio pasado, una parte importante de la batalla procesal se libra en torno a lo que a primera vista pareciera un objetivo insignificante: una empresa panameña de gaveta con un nombre demasiado grande para su realidad: Constructora Internacional del Sur.
Como se recordará, varios delatores premiados en el caso afirmaron haber recibido coimas de Odebrecht a través de esa compañía. Odebrecht, por lo contrario, sostuvo enfáticamente que no tenía nada que ver con la Constructora Internacional del Sur y que nunca había hecho pago alguno de la corporación a través de ella.
La semana pasada [Caretas 2398 e IDL-Reporteros], vimos cómo la acusación fiscal había logrado establecer que Odebrecht realizó pagos a través de sus propias compañías y offshores, que pasaron a través de Constructora Internacional del Sur, para terminar en cuentas de algunos de los funcionarios corruptos de Petrobras que luego se convirtieron en delatores premiados.
Eso describió apenas una pequeña parte del papel inusitadamente revelador que jugó Constructora Internacional del Sur en el esquema de lavado de dinero y donde hay apariciones y revelaciones sorprendentes.
La historia de esta semana lleva a Panamá. La Fenicia de América Latina es siempre un destino interesante para cualquier investigador.
La Constructora Internacional del Sur fue creada mediante una escritura notarial el 11 de octubre de 2006, en Panamá, con un modesto capital de 10 mil dólares y la típica estructura de una offshore. Menos típica fue la elección de su Agente Residente, el PMC International Legal Services.
Uno de los miembros más notorios de esa firma que entre otras cosas presta servicios de due diligence, es Ernesto Chong Coronado, un corredor de autos vinculado con un colombiano bastante más notorio que él: David Murcia.
A Murcia se lo llamó en Colombia el capo de las pirámides financieras, una especie de faraón del esquema Ponzi, que, cuando el suelo colombiano se puso muy caliente, mudó operaciones a Panamá, donde eventualmente entró en relación con Chong Coronado. PMC fue una de las dos firmas que constituyeron, según reportó La Prensa de Panamá, más de 200 sociedades anónimas vinculadas con la arquitectura piramidal de Murcia.
Al final, Chong y Murcia terminaron peleados cuando este acusó a aquel de haberse quedado con algunos de sus bienes más apreciados, entre los cuales sus diamantes, un Ferrari y un Lamborghini (que increíblemente fue pintado con los colores de la Policía panameña, convirtiéndose así quizá en el patrullero más caro del mundo).
A pesar de las tribulaciones de su agente residente, Constructora Internacional del Sur se mantuvo en funciones. El 21 de julio de 2009, sin embargo, tuvo un cambio fundamental en su estructura.
Ese día compareció ante el notario Cecilio Moreno Arosemena, el representante del nuevo Agente Residente de Constructora Internacional del Sur. Se trataba de Francisco Martinelli, primo dilecto del entonces flamante presidente de Panamá (había asumido el primero de julio), Ricardo Martinelli.
Francisco Martinelli era miembro del estudio de abogados Patton, Moreno & Asvat, que se convirtió en el nuevo Agente Residente de Constructora Internacional del Sur.
El cambio de Agente Residente energizó considerablemente a la compañía, pero no como constructora, pues hasta donde se sabe nunca puso un ladrillo sobre otro, sino como intermediaria de transacciones bancarias en busca del sigilo y anonimato.
En un período relativamente corto, sobre todo entre la segunda mitad del 2009 y el 2010, Constructora Internacional del Sur recibió en su cuenta panameña más de 47 millones de dólares de dos compañías offshore que, según la fiscalía brasileña, pertenecen a Odebrecht: Smith & Nash Engineering Company Inc.; y Golac Projects and Construction Corp.
A la vez, Constructora Internacional del Sur depositó más de tres millones de dólares en las cuentas europeas de offshores panameñas, cuyos beneficiarios eran los corruptos funcionarios de Petrobras: Paulo Roberto Costa, Pedro Barusco y Renato Duque. Tanto Costa como Barusco recibieron algo más de un millón de dólares cada uno; y Barusco 875 mil dólares.
¿Cómo podrá justificar ahora Odebrecht su enfática afirmación previa de no haber tenido ninguna vinculación con Constructora Internacional del Sur? ¿Reconociendo que quizá se realizaron las transferencias para el pago de sobornos, pero sin el conocimiento de los estamentos altos de la compañía? Eso parece problemático, no solo porque requerirá gente dispuesta a asumir toda la responsabilidad, como por el nivel de conocimiento preciso sobre transacciones y beneficiarios, como veremos la próxima semana.
En las sociedades offshore panameñas es usual que los directivo (o “dignatarios”) de la compañía sean empleados del estudio de abogados, o del beneficiario de la offshore, que reciben un pago generalmente modesto, por prestar su nombre.
Francisco, ‘Frankie’ Martinelli, el primo del ahora ex presidente panameño Ricardo Martinelli, que actuó en representación de los agentes residentes de Constructora del Sur, tuvo la suerte de ser el empleador de Rodny [sic] Soto Núñez, chofer de aquel, que cobró nada menos que 2.3 millones de dólares por una sigilosa consultoría para una empresa subcontratista del Metro de Panamá, que construye Odebrecht.
Rodny Soto recibió el dinero de la compañía Sofratesa, contratista del consorcio liderado por Odebrecht; y lo recibió a través de una sociedad anónima – Sarda Management S.A.– en la que desempeñaba funciones de “dignatario”. El contrato con Sofratesa por el que fue tan notablemente compensado, significaba “ofrecer servicios secretariales y conocimientos del mercado panameño y las relaciones comerciales que posee en el mismo”, de acuerdo con la investigación que hizo La Prensa al respecto. El hecho es que los 2.3 millones de dólares no parecen haber cambiado mucho la vida de Rodny Soto, pues cuando La Prensa, de Panamá, lo buscó para entrevistarlo, lo encontró en su nuevo trabajo, manejando un transporte pesado. “Ojalá tuviera yo ese dinero” le dijo al periodista.
Es que, como hubiera podido explicarlo ‘Frankie’ Martinelli y varios otros como él, parte del equívoco encanto de las offshore es que el que cobra no sea necesariamente el que recibe.
Luego de su febril actividad en la banca sigilosa, la Constructora Internacional del Sur fue disuelta el 15 de agosto de 2014, cuando la investigación del caso Lava Jato agarraba cuerpo y velocidad. Pocos días después Paulo Roberto Costa llegó al acuerdo de ‘delación premiada’.
El acta de disolución empezó con la declaración del ‘Presidente’ de la Constructora en el sentido de que el objeto de la reunión era disolver la sociedad, “en vista de que sus objetivos habían sido realizados”.
Sobre eso no hubo ninguna duda.