Domingo 5, 6:40 a. m. Hacienda La Florida, Tarma, región Junín. Por encima de los árboles monumentales se atisba el Santuario del Señor de Muruhuay. Será otro día soleado.
La Ruta del BICIntenario se aventura en la Historia por una ventanita celeste de buen clima, en plena temporada de lluvias en la sierra. Romina Medrano sonríe. La chiquilla huancaína acondiciona su bicicleta para la dura jornada. Cambia el sistema de engranaje, sustituye la catalina y el piñón por otros, administra las herramientas con destreza. Royner Navarro la ayuda a ajustar las piezas, tanto, que hasta rechinan. Toca pedalear 117 km de distancia hasta Huancayo. Los primeros 34 km son de subida pura y dura.
“Señor de Muruhuay guía mi ruta”.
El eje Tarma-Jauja-Huancayo fue uno de los caminos más trajinados por los ejércitos beligerantes durante los largos años de guerra de la independencia. Por ahí marchó la primera campaña del general Juan Antonio Álvarez de Arenales a la sierra central en 1820, y por ese mismo camino se replegó desconcertado el ejército realista al mando del general José de Canterac tras la derrota en Junín, cuatro años después. En la fuga sacrificaron a un millar de carneros cuyos restos quedaron tendidos a lo largo de la vía. Se trataba de un corredor estratégico en el lindero entre la esperanza y la desolación.
El Cementerio General de Tarma está en el camino de salida. Ahí descansan Petronila Abeleyra y Sotelo y Francisco de Paula Otero. Él murió en 1854 a los 68 años; Petronila tres años después.
– De pena, medita el historiador Gustavo Montoya.
Medrano y Navarro, Caroline Lindsay y Erik Baumann ruedan respetuosamente al costado del camposanto, las cruces blancas iluminadas por el sol matinal. Tarma es una ciudad cuya identidad se debate sin rubor entre la gesta emancipadora por la libertad y el dictador Manuel A. Odría.
El camino se empina.
La carretera serpentea en ascenso por la campiña de Tarma hasta los 4148 msnm. Medrano ataca la pendiente con una catalina 39 –por el número de dientes que tiene– y un piñón 15. La baja numeración le permite pedalear con menos fuerza. Baumann usa una relación 42/19. “Idealmente hubiera empleado una 36”, afirma en retrospectiva.
“Tarma es una ciudad cuya identidad se debate sin rubor entre la gesta emancipadora por la libertad y el dictador Manuel A. Odría”.
Los ciclistas conquistan el vértice de la cordillera en dos horas. El frío entumece los rostros y las manos. Aguarda al otro lado de la montaña una gran bajada. La carretera está en buen estado. El tránsito es ligero. Los cuatro se descuelgan de la cumbre decididamente, se inclinan sobre el manubrio para ganar la máxima postura aerodinámica y sortean las curvas, divirtiéndose como niños con un juguete nuevo. En determinados momentos zumban a 70 km de velocidad. Un rebaño de vicuñas a la vera de la carretera corre espantado ante la proximidad de las cuatro siluetas negras y embaladas. Al cabo de media hora, el fértil valle del Mantaro –con su más de medio millón de habitantes– se abre en abanico ante sus ojos. “La sensación es similar a la que debe sentir un cóndor planeando en la altura”, describió Baumann.
El mineral de Cerro de Pasco –fuente de dinero–, el cañón que conduce a Tarma –sede de la intendencia y, por tanto, del poder político–, y el valle del Mantaro –fuente de alimentos, forraje y vestimenta– fueron arduamente disputados por las fuerzas enemigas en el curso de la guerra de la independencia.
“El Mantaro, territorio de buen clima, nodo logístico y punto de convergencia de varias rutas de acceso a la capital, era la garganta de Lima. Los realistas mantuvieron su garra sobre la garganta hasta 1824, aunque los montoneros le hicieron la vida imposible”, explica la historiadora Natalia Sobrevilla Perea.
El ejército de línea realista se atrincheró en Huancayo y Jauja; las partidas de guerrillas y montoneros –tanto realistas como patriotas–, en las alturas. El virreinato entero era un hervidero de espías, intrigas y emboscadas. La guerra consistía en gran medida en operaciones de embuste, marchas forzadas y ataques sorpresa. En exacciones, contribuciones, saqueos. Y en feroces y sangrientas represalias contra pueblos enteros.
La sola mención a Carratalá discurre como una gota de hiel por el espinazo. El militar español ordenó fusilar en la plaza de Armas de Huamanga a María Parado de Bellido, en mayo de 1822. Sobrevilla acera la mirada: es tataranieta de la heroína.
Solidaridad a pulmón
En Jauja dan el encuentro a los cuatro pedaleros 70 ciclistas de todo el valle, entre los cuales están los padres de Romina Medrano: Maribel y Raúl, también deportistas. De raza le viene al galgo. El Mantaro es una tierra de fondistas, maratonistas y ciclistas.
El nutrido pelotón respondió a la convocatoria de una bicicleteada solidaria llamada Ruta de Impacto Positivo. Sirvió para financiar la compra de unas 50 bicicletas que se donaron a alumnos de escuelas rurales en cuatro comunidades de Puno –Anansaya Puna, Combo, Cangalli y Diego Tapara–, en la provincia de Melgar. Las bicicletas beneficiaron a niños y adolescentes que caminan horas para llegar a su colegio.
Los ciclistas exploran con la mente abierta el presente. Ruedan por campos de cultivo ubérrimos, chacras delimitadas por alamedas de eucaliptos robustos, un cielo azul de nubes blancas y copiosas. Atraviesan Sincos, Mito, Orcotuna, Sicaya, Chupaca. Cada una de estas comunidades ofreció su cuota de sangre en la independencia. La resistencia en el Mantaro a la opresión española fue tenaz y virulenta, como queda registrado en el quinto tomo de la Colección Documental de la Independencia del Perú.
– “[…] ante hayer 19 lo fusilaron al uno en Chupaca y al otro en Mito colocando sus cabezas en unas Picotas”, informó el montonero patriota Manuel Zespedes, en enero de 1823.
– “Con arto dolor de mi corazon le participo a Vuestra Señoría del fallecimiento del lisenciado Don Lorenzo Ribera que lo pasaron por las armas el 7 del corriente á las 3 de la tarde por averle denunciado un muchacho”, lamentó a su vez el líder guerrillero Antonio Aliaga el mismo mes y año.
Muchos de estos guerrilleros y montoneros murieron en la inclemente lucha, el Cholo Fuerte, ajusticiado en Moya, el capitán Orrantia, decapitado en Tarma.
“En esa larga odisea de las poblaciones patriotas –subrayó la historiadora Ella Dunbar Temple, la primera mujer que ocupó una cátedra universitaria en el Perú–, fueron los guerrilleros y montoneros sus defensores naturales. Cada uno de estos jefes planea, dentro de su centro de atracción, su propia estrategia defensiva, animando a los habitantes, exaltando su espíritu de libertad y alentándolos a reunir sus fuerzas».
La eminente historiadora fue la responsable de la selección de las más de dos mil partes de guerra, informes y notas anónimas escritos de puño y letra por las más diversas fuentes: jefes militares, patriotas y realistas, guerrilleros y montoneros, gobernadores de pueblos, espías y observadores, en la Colección Documental de la Independencia del Perú publicada entre 1971 y 1976, para conmemorar el Sesquicentenario de la Independencia.
El quinto tomo –La acción patriótica del pueblo en la emancipación. Guerrillas y montoneras–, accesible por Internet, reúne estos mensajes perentorios y secretos. Varias de estas comunicaciones iban dirigidas al comandante general de las guerrillas de la sierra: Francisco de Paula Otero.
Independencia conseguida
El huayco de testimonios de la resistencia, particularmente en la sierra central del país, contribuyó en gran medida a zanjar la polémica generada por la provocadora tesis de Heraclio Bonilla y Karen Spalding –en medio de la conmemoración de los 150 años de la independencia, en pleno régimen militar, en 1972– de que la independencia del Perú fue concedida por fuerzas extranjeras, en lugar de conseguida por la lucha del pueblo peruano.
“Conviene por ello apresurar la publicación de los documentos que puedan contribuir, por modo más exacto, al esclarecimiento de tan decisivo y no menos controvertido momento de la historia peruana”, anotó Dunbar Temple en el célebre prólogo del vademécum documentario.
Huancayo siempre estuvo en el ojo de la tormenta. José Faustino Sánchez Carrión viaja en el túnel del tiempo con los ciclistas desde Sayán. En la última etapa de la guerra es ministro –no en la sombra– de Simón Bolívar. Con el triunfo en Junín, en 1824, el Libertador decreta en Huancayo –la plaza fuerte realista capturada–, la expulsión de los franciscanos de Ocopa –recalcitrantes partidarios del rey– y funda el primer colegio nacional de ciencias en el local del convento. Ya entonces estaba claro que no se puede vivir en libertad sin matemáticas ni alfajores.
A medida que los ciclistas se aproximan a la ciudad de Huancayo, los campos de cultivo ceden terreno ante el zafarrancho urbano. Romina Medrano y Royner Navarro lideran el festivo pelotón por el tráfico huancaíno. Se conocen el camino de paporreta. El Ande es su escenario y en Huancayo está su centro de estudios.