Publicado conjuntamente con la revista ‘Caretas’ edición 2431.
Los Panama Papers no solo cuentan secretos, miles de ellos, sino que también han empezado a escribir la historia.
Por lo pronto, ya han provocado la caída de un jefe de gobierno: el primer ministro de Islandia Sigmundur Gunnlaugsson, por un patente conflicto de interés oculto en una offshore no declarada. Varios otros jefes de Estado, ministros y capitanes de empresa pasan ahora del malestar a la ansiedad, a las reuniones urgentes con sus encargados de relaciones públicas y a las todavía más premiosas con sus abogados.
En el Perú, las revelaciones de los Panama Papers apenas han empezado. De un lado, la colosal dimensión de los documentos ‘filtrados’ – con 11 millones y medio de documentos revelados, no se puede hablar ya de filtraciones sino más bien de una inundación o, por lo menos, de un desembalse: una – asegura que todavía aguardan sorpresas por descubrir. De otro lado, la mayor parte de los medios afiliados a la investigación (entre los que se encuentra IDL-Reporteros, que dirijo) llevan a cabo un proceso individual de verificación de datos y hechos, que suele ser largo y, por la naturaleza de la información, engorroso.
¿Por qué tiene un efecto tan explosivo sacar offshores a la luz pública?
Tener una offshore, o varias, no es en sí mismo un delito. Como escribió Richard Cassin, el director del blog ‘Foreign Corrupt Practices Act’ (o FCPA), “no es ilegal, para la mayor parte de la gente, tener compañías anónimas. Walt Disney las utilizó para comprar los terrenos cercanos a Orlando destinados al Disney World. Él [Disney] trató de evitar que los precios [de bienes raíces] enloquecieran con la noticia de que Mickey Mouse llegaba a instalarse en la zona”.
Si Mickey Mouse no tiene problema con utilizar offshores para que no lo esquilmen, ¿dónde radica el problema? El propio Cassin responde:
“Utilizar las compañías de gaveta para robar bienes o dinero público, ocultar dinero de acreedores o cónyuges, evadir el pago de impuestos y lavar dinero, es [en cada caso] un delito. [También] Puede significar un conflicto de interés y una quiebra de su juramento al asumir el cargo, cuando líderes nacionales o políticos usan compañías offshore anónimas para mantener negocios en secreto”.
También, como lo demuestra bien el caso Lava Jato, utilizar varias offshores para ocultar el pago de coimas y sobornos a funcionarios o políticos corruptos, es otro de los usos delincuenciales más comunes de las compañías anónimas en jurisdicciones extraterritoriales.
¿Cómo fue posible que un mero estudio de abogados panameño pudiera causar, con la apertura de sus archivos, un tsunami de revelaciones globales que hace temblar a gobernantes, gobiernos, corporaciones mientras parece ser la respuesta a los sueños más caros de fiscales anticorrupción, jueces íntegros y periodistas de investigación?
Déjenme contarles lo que conozco.
El novelista
Si ustedes buscan el nombre de Ramón Fonseca (uno de los dos dueños del estudio Mossack Fonseca) encontrarán que hay un escritor, autor de libros de cuentos y novelas que tiene ese nombre. ¿Hominimia? No. El novelista y el megaarmador de offshores son la misma persona.
Lo conocí cuando trabajé en Panamá como director asociado de La Prensa en la década de los 90. Panamá es la Fenicia de América Latina, con decenas de estudios de abogados de todo calibre especializados en crear u ofrecer compañías de gaveta. Aunque había gente cultivada, no vi ningún caso (de repente los hay, pero no lo vi) de un abogado con inclinaciones literarias, lo cual, después de todo, no era de sorprender.
En algún evento de La Prensa conocí a Fonseca, quien llevó la conversación a la literatura; y ahí me enteré que era un novelista que había publicado libros con editoriales como Alfaguara. Me dijo que no era un escritor profesional, dado que su trabajo principal era el de socio de Mossack Fonseca. El estudio era conocido y hasta destacado, pero nada hacía suponer su dimensión gigantesca.
Pero Fonseca no era solamente literato sino también político. En años recientes fue presidente del partido Panameñista al que pertenece el actual presidente de Panamá Juan Carlos Varela. De hecho, Fonseca era consejero de Varela, con el título de ministro consejero, y una de las personas más cercanas al Presidente, hasta que reventó un escándalo previo: la implicación de la oficina de Mossack Fonseca en Brasil en el escándalo Lava Jato. Las autoridades fiscales brasileñas tildaron a Mossack Fonseca de ‘gran lavadora de dinero’.
El estudio de abogados, como era de esperar, negó todos los cargos mientras Ramón Fonseca pedía licencia de su cargo de ministro consejero y de presidente del partido para defender, como sostuvo, “mi nombre, mi firma y mi país”.
A Jürgen Mossack, el otro socio lo vi hace años en un debate que, de alguna manera, se resuelve con esta investigación.
Hacia fines de los 90, en una conferencia sobre lavado de dinero en Panamá expuso un experto en el tema: Jack Blum. Ex-investigador adscrito al despacho del entonces senador John Kerry, Blum es un abogado que llevó a cabo investigaciones complejas y de gran trascendencia, como, por ejemplo, el caso del BCCI. En la charla, Blum expresó su posición de que las offshores deberían ser mucho más reguladas o, mejor, que no deberían existir.
Mossack tomó la palabra y se lanzó en una refutación apasionada de la posición de Blum. Pese a llevar la polémica al borde de la diatriba, sus argumentos eran pulidos, y contaron con el evidente favor de sus colegas asistentes. Blum, de paso, supo a qué atenerse y contestó con ironía aun sabiendo que quedaba desperdiciada.
¿Cómo se hizo la investigación?
Hace aproximadamente un año, la jefa de redacción (managing editor) del ICIJ, Marina Walker, me llamó, igual que a decenas de otros miembros del ICIJ, para indicar que había una nueva investigación sobre offshores con base en masivos datos filtrados, y si me interesaba participar.
Meses antes el ICIJ y sus miembros (junto con el periódico Le Monde) habíamos publicado la investigación ‘Swiss Leaks’, sobre los manejos de la oficina suiza del HSBC. Esa investigación perfeccionó un modelo ya ensayado en menor escala: la investigación simultánea, en varios países, de una gran cantidad de datos que se repartían entre los miembros del ICIJ según su país y/o su área de conocimiento. A la vez, la redacción central del ICIJ organizaba el material en bases de datos, desarrollaba aplicaciones para mejores búsquedas y llevaba a cabo sus propias investigaciones en el ámbito más global mientras coordinaba con los periodistas que desarrollaban investigaciones nacionales.
El caso Swiss Leaks tuvo un enorme impacto y demostró que esas federaciones de periodistas podían lograr investigaciones mucho más complejas que las que estaban al alcance de cualquier medio tradicional.
Cuando Walker me habló de dónde provenían los datos para la nueva investigación, pensé inicialmente que iba a ser algo mucho más pequeño que el Swiss Leaks. ¿Cuán grande podía ser Mossack Fonseca? Bueno, resultó que podía ser lo suficientemente grande como para que la masa de datos obtenidos haya sido la mayor investigada hasta hoy.
La dinámica tuvo mucho en común con la de Swiss Leaks. Los datos llegaron a través de otro periódico: el Süddeutsche Zeitung, que decidió que necesitaba la ayuda del ICIJ y que se mantuvo como parte de la investigación. El ICIJ utilizó a cerca de 300 periodistas en todo el mundo, que trabajaron en 25 idiomas durante meses. En Washington DC, la redacción del ICIJ trabajó con periodistas experimentados en varios casos anteriores y con ingenieros de sistemas. La coordinación entre la redacción central y las afiliadas no solo fue buena sino que, pese al gran número de periodistas involucrados, se mantuvo la reserva hasta el final, el domingo pasado, cuando la publicación simultánea remeció al mundo con fuerza inédita.
En el Perú
Los medios que trabajaron el tema en el Perú fueron IDL-Reporteros, Convoca y Ojo Público. Con ciertas diferencias de enfoque y metodología, las tres tuvieron acceso al mismo material.
En los próximos días y semanas saldrán nuevos casos y personas con vínculos reveladores con offshores. Varios nombres y casos ya se han publicado: desde Francisco Pardo Mesones hasta José Lizier y Rodolfo Orellana. Otros, probablemente más interesantes, emergerán pronto.
En América Latina los resultados han sido elocuentes. Desde la offshore de la familia del presidente Macri, de Argentina, hasta la forma en la que Mossack Fonseca buscó ocultar la fortuna de Juan Armando Hinojosa Cantú, el constructor de ‘la Casa Blanca’ del presidente Peña Nieto, en México; y la más bien prudente renuencia a desprenderse de las compañías que crearon para el narcotraficante mexicano Rafael Caro Quintero, ilustra la latitud de acción en el mundo offshore y las razones para entrar en él.