Los resultados de una investigación periodística pueden ser, a veces, inesperados.
Normalmente, las revelaciones de una investigación importante suscitan el tipo de reacciones que se expresan con la cara fruncida. Asombro (“¿Cómo es posible…?”) y, más frecuentemente, indignación. Declaraciones de impostada severidad de congresistas o fiscales. Intenciones solemnemente anunciadas de esclarecer el caso y llevarlo, cómo no, “hasta las últimas consecuencias”, sin que le “tiemble la mano” a la autoridad. Todo ese repertorio de lugares comunes que raras veces llega siquiera a las primeras consecuencias.
¿Pero que una investigación periodística inspire una comedia en la que la gente reconoce su verdad a través de la risa, donde las cutras divierten y los esfuerzos por echarle la culpa a la otra y zafar el cuerpo provocan carcajadas?
Eso es precisamente lo que pasó con la investigación sobre el caso de los pañales fantasmas que Romina Mella desarrolló y publicó en varias entregas en IDL-Reporteros, que ahora languidece en la Fiscalía y el Congreso pero que vibró en las tablas durante un sorprendente Avant-Premiere.
“La guerra de los pañales fantasmas” se convirtió, en efecto, en una obra teatral, creación colectiva de alumnos de Artes Escénicas de la Universidad Católica del Perú.
Se trata de una comedia de 45 minutos cuyo tema central es la ‘pérdida’ de alrededor de un millón y medio de pañales comprados por el Ministerio de la Mujer (MIMP) durante la gestión de Ana Jara.
La historia transcurre entre los almacenes de Villa El Salvador y San Luis, donde, según aclaró la investigación de Mella, los pañales fueron hacinados.
Los personajes vienen de dos frentes: el de los funcionarios de bajo rango a cargo de los almacenes, sospechosos del robo de los pañales; y el de las dos ministras, “Ana Jarra” (Silvia Tomotaki) y “Carmen del Monte” (Tracy Alcántara), quienes subrayan una y otra vez que ellas solo se ocupan de “establecer políticas públicas”.
“Hay como un juego de códigos que se comparte con la gente, que ve [la obra] y que … escuchó del caso. Saben que lo que estamos diciendo es en serio y a la vez es una historia ficticia”, señaló la actriz Tracy Alcántara a IDL-R.
Sin pretender ser un Verbatim, donde los diálogos de los personajes obedecen de manera textual al plano real; la obra apuesta por incluir también personajes fundamentalmente ficticios.
Por ejemplo, Carlos Cerrón (Jesús Oro), jefe del almacén de Villa El Salvador, es quien traspasa a su secretaria, Perlita Morales (Silvia Tomotaki), el encargo de la ministra nacionalista de contar los pañales en tiempo récord. Y ella a su vez deja el caótico conteo en manos del «Cholo» (Paulo Cárdenas), trabajador del almacén y cuyo verdadero nombre nunca se menciona.
«¿Cómo se les ocurre ponerme a contar tantos pañales en seis horas? No se puede hacer, pues. Entonces, no querían que cuente. Entonces, querían que mienta. Por eso puse cualquier número. ¿Y ahora nos echan la culpa? ¡No se pasen!», dice Perlita hacia el final de la obra. Y es que el teatro tiene una capacidad especial para condensar y transmitir el mensaje de manera potente en una sola escena, en un solo parlamento.
De otro lado, que una investigación periodística termine inspirando una obra teatral solo puede ocurrir cuando aquella tuvo todos los ingredientes correctos: una prolija investigación, personajes, conflicto, suspenso… y el reportaje de circunstancias involuntariamente grotescas.
Pañales y corrupción son dos palabras que difícilmente imaginamos cercanas; pero que aquí terminan tan compenetradas como la malla superabsorbente de Huggies y lo que queda atrapado en ella. Un absurdo aparente que se convierte en el punto de origen de la sostenida risa del público.
“La guerra de los pañales fantasmas” vuelve este 12 de noviembre a las 7 p.m. en la PUCP*. Para el 2016, los autores tienen previsto alargar la obra a una hora, pues continúan siguiendo el caso y pretenden incluir a un personaje más, “Marcela Caigua”.
* Más información en la página de Facebook de la obra.