Todo crimen requiere de una cierta técnica. Así es, digamos, con la falsificación, el envenenamiento, el sicariato. Igual con la desinformación, la hoy llamada fake news, que contiene (en variada proporción) elementos de los delitos arriba mencionados.
Las técnicas criminales, como las que no lo son, pueden llegar a ser sofisticadas, quizá eficaces, en un extremo; o chambonas e idiotas en el otro. Hay también las que pertenecen a la incierta categoría del ‘quiero y no puedo’: se pretenden astutas y contundentes pero terminan siendo una demostración grotesca de mentiras emergentes, vilezas apenas disfrazadas y malos trucos repetidos.
La desinformación tiene una característica central: la repetición, basada en la premisa de que la insistencia en una mentira la podrá hacer pasar como verdad. Cuando es torpe y estúpida, sin embargo, termina revelándose a sí misma y en ocasiones a sus perpetradores.
Vean, por ejemplo, una de las últimas inspiraciones de la banda fujiaprista autodenominada “La Resistencia” (leer “La Pestilencia” para conocer a algunos de los pobres diablos que la integran): A fines de julio pasado creó una cuenta de Twitter que copia, deforma e intenta infectar el nombre, logo y banner de IDL-Reporteros.
Para poder imaginar el resultado de esa imitación de pesadilla, habría que traspasar horrendas resacas hasta el epicentro de los diablos azules.
Pero, ¿no les parece esto vagamente conocido? ¿O harto familiar a los pre-milenials?
¿Recuerdan esa subdivisión de la organización de trucos inmundos de Montesinos y su SIN que fue la llamada ‘prensa chicha’? ¿La que, como apéndice infecto del control de medios que logró la dictadura, se creó para atacar y demoler opositores? Uno de sus objetivos fue destruir candidatos. El otro, tan o más importante para ellos, fue demoler a la poca prensa independiente que se atrevió a enfrentarlos y, sobre todo, a investigarlos. Se atacó al medio, a sus periodistas más destacados en la investigación y, especialmente, a sus directores.
Entre ellos, ninguno fue atacado con mayor vileza, suciedad e inquina que La República y, en especial, su entonces director, Gustavo Mohme Llona. No hubo insulto, mentira ni canallada que dejara de imprimirse. Mohme Llona resistió con gran entereza y La República se hizo a la vez logo y estandarte de la lucha por la democracia. Desesperados, los cropo-panfletarios chicha intentaron entonces una pseudo-clonación del logo para producir una La República perversa que intentara confundir a la gente.
Aquí pueden ver el resultado:
Y así buscaban ponerla en los quioscos, lado a lado de la verdadera.
Por si no fuera suficiente, le añadieron algunas otras degeneraciones panfletarias, como esta:
También vino Héctor Faisal, el padre de la trolería infecta. Pero esa es otra historia.
Y ahora, con la intención de contaminar el logo de IDL-Reporteros, el zorrino viejo vuelve con el mismo truco.
Porque es el mismo aparato, con nuevos reclutas, los mismos métodos y, desde las trastiendas, los mismos nombres, los viejos operadores de Montesinos orientando a las huestes de hoy, reforzadas, como sucede siempre, por algunos renegados que eligieron ensuciar cuanto de bueno hicieron en su hoy irredimible pasado.
Vean a quienes retuitean y promocionan esa basura y tendrán una huella de quiénes están detrás. Sé que algunos creen que lo único que falta por agregar ahí es a la banda del Choclito, pero añadan antes a los antiguos operadores de Montesinos.
Mientras tanto, hemos creído necesario modificar el logo deformado de IDL-R para dejarlo así.
Donde LP significa ‘La Pestilencia’. Todo logo debe representar adecuadamente su contenido; y estos, tanto en lo olfativo como en lo infeccioso, corresponden plenamente a la descripción.