Hace pocos días, la ultraderecha fascista de Vox se reunió en Lima con sus dependientes nacionales.
La descendencia de Torquemada se juntó con la de Areche para proclamar a Lima como la base y punta de lanza de la ultraderecha en el continente.
Pero hasta el momento, dicha proclama es un deseo que antes cojea que camina.
Es cierto que la ultraderecha consiguió hegemonía en el Congreso. Y también es cierto que ha logrado subordinar (avasallar puede ser más preciso) al Poder Ejecutivo; y que cuenta con un Tribunal Constitucional y una Fiscalía de la Nación obsecuentes (aunque esto último esté lejos de incluir a todos los fiscales, como demostró hace pocos días el fiscal Wilson Salazar con su investigación sobre lavado de activos en Alas Peruanas).
Y es verdad también que basta una carta altanera de alguno de los más notorios o notorias congresistas de la ultraderecha a un ministro o ministra, para que este o esta responda de inmediato en tono melifluo, apaciguador y subordinado.
Pero ese poder se basa, por ahora, en una percepción: El sentimiento de inferioridad y dependencia de los avasallados.
Es cierto que el Congreso, con sus aberrantes coaliciones actuales, basadas en el propósito común de durar, por lo menos, hasta el 2026, puede censurar ministros. Y puede, en teoría, investigar, acosar y hasta vacar a la presidenta Dina Boluarte… a quien supuestamente permite sobrevivir, a condición que se porte bien, que les hable con respeto y haga con obediencia lo que le indiquen.
Pero, aparte de la percepción de los atarantados, ¿cuán real y sustantivo es ese poder?
Veamos.
Congresistas arrogantes y apechugados viajan al norte y la gente los bota de mala manera. Al sur, después de experiencias muy poco gratas, ya no se atreven siquiera a llegar.
¿El centro? ¿Ayacucho, Apurímac, el Cusco quizá? Ya conocen la respuesta.
Detrás de los hechos, están las cifras. El Congreso (especialmente su grupo hegemónico de la ultraderecha), es detestado, aborrecido y despreciado por más del 90% de los peruanos.
Eso lo saben unos más que otros, pero el grupo dominante del Congreso lo conoce, por vía experimental, muy bien.
Sin la protección del Ejecutivo, serían más fugaces que un bostezo.
Así que, en realidad, su dominio sobre el Ejecutivo es solo psicológico.
Ataranto, luego existo.
¿Qué pasaría si, por ejemplo, Dina Boluarte se les pone contestona y hasta medio insurrecta? ¿Cómo la pondrían “en su sitio” o cómo podrían cancelarla?
Es cierto que Boluarte enfrenta también un nivel apreciable de descrédito. Pero este se debe en buena parte a la percepción de la gente, de que ella aceptó subordinarse al Congreso.
Pero una Boluarte independiente, con fortaleza de carácter y afirmación de fueros, cambiaría la ecuación. Quizá no de manera fulminante pero sí en forma sostenida.
Boluarte es la jefa suprema de las Fuerzas Armadas y de la PNP. Ambas sostienen el orden actual y ambas han enfrentado, desde el intento de autogolpe de Pedro Castillo, las más duras, intensas y prolongadas protestas de este siglo. La relativa tranquilidad actual –lo saben bien–, es precaria. Obedecer al Congreso, si decidiera vacar a Boluarte, garantizaría una tremenda violencia con dos salidas probables: Dictadura o anarquía.
Ante ese escenario, la mejor solución para la ultraderecha, es lograr el control inmediato de la Fuerza Armada, mientras Boluarte sea todavía presidenta.
Una vez logrado ese control, el clásico libreto fascista de la toma del poder desde dentro procederá con rapidez.
De hecho, las acciones para lograrlo empezaron ya.
Casi todas, virtualmente todas, esas acciones, son de guerra psicológica. Porque ella es, por ahora, la principal arma que dispone la ultraderecha.
El fascismo tiene larga experiencia en ello. Mentiras, infundios con apenas una tenue base en la realidad que son repetidos, aullados, amplificados y reciclados hasta cuajar en, por lo menos, una apariencia de verosimilitud.
Tal sucede ahora con el caso del ministerio de Defensa.
La ultraderecha exige la cabeza del ministro de Defensa, general EP (r) Jorge Chávez Cresta. Lo acusa de provocar que “soldados mueran o sean hostigados por no usar sus armas de ley”, en Puno, según Expreso, la bolichera insignia del lumpenperiodismo de la ultraderecha.
Además, Chávez Cresta, debe ser censurado, según esa derecha fascista, por otra razón: haber tenido diálogos con IDL-Reporteros y en particular con quien escribe estas líneas.
“Chávez en la picota por Puno y Gorriti”, tituló en su segunda página del martes 18, el fachopasquín Expreso. En el texto queda claro que la sola relación o participación en cualquier evento periodístico conmigo es determinante para la censura o destitución.
En nota próxima reseñaré y exploraré la intensidad y profundidad de la guerra psicológica emprendida por una coalición de fascistas y corruptos contra IDL-Reporteros y contra mí en particular. Pero por ahora volvamos al ministerio de Defensa.
Junto con Chávez Cresta, cuya decapitación funcional es exigida con estridencia, hay otro oficial contra el que hay un histérico ensañamiento: el coronel EP Carlos Enrique Freyre.
En el mismo pasquín se cita al “jurista y analista político Fernán Altuve” para quien el “primer responsable” del incidente en Desaguadero es “el mando encargado de la zona, en este caso el coronel Carlos Enrique Freyre”. Y para que no haya dudas sobre las razones, el mismo pasquín publica en portada y en la página tres una foto mía con Freyre, tomada durante una presentación de libro de este hace varios años.
La campaña, en paralelo, se desató en redes sociales. El lunes 17 de este mes, Altuve publicó el siguiente tuit:
Poco después, el miércoles 19, ya lanzada la campaña de calumnia y desprestigio, Altuve pasó de la envenenada pregunta retórica a la estridencia desatada, en Twitter:
¿“Mandil rosado”, escribió Altuve? Sí, escribió.
Altuve, a diferencia de otros, conoce cómo funciona la institución militar, cuál es la cadena de mando, las responsabilidades del grado y la delegación de funciones. Sabe cuántos generales debe haber (y cuántos hay) en la región de Puno. Sabe bien, por eso, que asignar al coronel EP Freyre la responsabilidad por las decisiones y operaciones en Puno, es una patente mentira. Miente con conocimiento y conciencia de lo que hace. Pero, ¿qué le importa la verdad o la mínima honestidad intelectual frente a la utilidad de una artillería de mentiras?
Marcado el vector de la blitz de mentiras, las jaurías de troles de ultraderecha se lanzaron a la acción. Uno de los más notorios, un tal Diego Manarelli, publicó el siguiente tuit, como quien expone el descubrimiento de una evidencia inculpatoria.
La foto más importante es la de la derecha.
¡Miren, miren! ¡Ahí está, la evidencia del complot “caviar”!
La ignorancia es atrevida, por decir lo menos. Sucede que el personaje central de la foto, es el gran escritor Salman Rushdie, en el almuerzo que ofreció la Editorial Planeta a sus escritores en el Hay Festival de 2018, en Arequipa, al que Rushdie asistió como invitado especial.
A la vez, muy cerca de Carlos Freyre, que entonces publicaba con Planeta, está su invitado personal, el comandante EP (r) Amador Ocampo (a la derecha de Pedro Cateriano), cuyo nombre de guerra, “el capitán Amador”, es todavía una leyenda en Sivia, Llochegua, Canayre, en el VRAEM. Amador llegó a la zona cuando Sendero Luminoso la dominaba completamente, en 1983, poco después de la muerte (en emboscada en Sivia) del capitán EP Juan Davelouis, la primera víctima militar (de Sendero Luminoso).
Amador fue quizá el primer militar en incorporar a la población en la lucha contra Sendero. En organizarla, entrenarla, motivarla, dirigirla y protegerla. Con eso, y con muy eficiente manejo de los pocos recursos que disponía, venció a Sendero y lo expulsó de la zona. Muy poca gente ha sido tan querida y recordada en esa área del VRAEM, antaño sangrienta y terrible, como “el capitán Amador”, el que salvó a sus habitantes de la esclavitud y la muerte.
Carlos Freyre escribió un libro sobre aquella épica olvidada: “La guerra que hicieron para mí” (Planeta, 2019), e invitó a “Amador”, ya retirado, a que lo acompañe en aquel almuerzo que resultó extraordinario por la presencia de Rushdie, el gran escritor.
Como militar y escritor, Freyre escribió, para el Ejército y el público, libros institucionales tales como ‘En honor a la verdad’ y ‘La batalla del Cenepa’.
Entre varios otros.
En su muy leída columna “Diarios de guarnición”, que publicó en IDL-Reporteros, Freyre escribió varias crónicas memorables, como, por ejemplo. “Los que casi no la cuentan”, sobre la cruenta batalla de Madre Mía, el 27 de julio de 1989, en la que un puñado de soldados, bajo la conducción heroica de los oficiales Luis Antonio Flores Aguayo y Miguel Pezzini, resistió durante toda la noche el ataque de una de las más grandes concentraciones (en efectivos y armamento) de Fuerza Principal de Sendero Luminoso durante la guerra. Es una historia emocionante que recomiendo mucho leer, para que, a través de la buena literatura, puedan saber, con el vívido detalle que los lleva a aquel lugar de muerte y de valor, lo que en realidad sucedió.
En la tradición militar de los mejores ejércitos del mundo, los escritores en campaña han sido siempre muy apreciados. Porque reconstruyen los hechos, perpetúan las memorias, resaltan las enseñanzas antes de que la tumba del tiempo sepulte las hazañas sin registro.
Es eso lo que ahora ataca la ofensiva fascista dirigida por Altuve y su atípica concepción de la testosterona militar.
En realidad, los concertados (y notablemente estúpidos) ataques al coronel EP Freyre son parte de la ofensiva de atarante con la que la ultraderecha fascista intenta copar el mando del ministerio de Defensa y de las Fuerzas Armadas. ¿El tipo de militar que buscan como reemplazo? Marinos como Massera, soldados como Pinochet.
¿El medio para lograrlo? La ofensiva del atarante, junto con las maquinaciones de quienes siguen la línea del almirante Alfalfa y el almirante Peluca. Los cuales obedecen a su vez al líder de la porcinopolítica local.
En ese sentido puede leerse el último tuit, lindante con lo subversivo pero involuntariamente revelador, de Altuve.
Si el Ejecutivo se planta fuerte ante el atarante, los fachos recularán, por ahora. Si se comete el viejo error de los apaciguadores frente al fascismo, no se necesitará adivinos para predecir los resultados. La Historia los cuenta en detalle.