Prólogo
Voy a dar una noticia tardía, pero por una buena razón.
Ernesto de la Jara, fundador de IDL, decidió irse de la institución a hacer otras cosas, seguir otras imaginaciones, narrar su vida de otra manera.
Su carta de despedida ya ha sido publicada en otros programas de IDL, pero yo me resistí a hacerlo antes de empeñar un esfuerzo más para que reconsidere la decisión, haga un pequeño retroceso, se encuadre de nuevo en IDL y presione, con entusiasmo, el acelerador. Quienes conocen a Ernesto como conductor de vehículos saben que la anterior metáfora es más bien riesgosa, pero por eso la utilizo. Ernesto es un temible chofer de autos, pero un conductor fuera de serie de instituciones, como IDL lo demuestra.
Le sugerí la solución piurana, la que figura, estoy seguro, en un cuento de Cronwell Jara que leí hace muchos años. En el cuento, un paisano de Piura decide dejar el terruño para irse a Lima y emprende el viaje desde la culata del pueblo para recorrerlo por última vez mientras se va despidiendo de sus coterráneos.
Al llegar a la salida del pueblo ya lo extraña. Camina un poco más y escucha el canto de las cuculíes, que suena diferente y mejor ahí que en el pueblo vecino. Cuando cruza el puente y escucha el murmullo de las aguas, ya confunde sus lágrimas con ellas. Pasa por una huerta cercana, donde la fruta huele hasta mejor que el informe a una fundación. Corona la pequeña cuesta luego de la cual ya no verá su pueblo y ve el juego de la luz sobre los árboles, la ladera, el riachuelo, las casas… ¿dejará todo esto para no volver quizá jamás? Las lágrimas se han convertido en un sollozo y, pocos pasos después, en una decisión. Da la media vuelta, vuelve al pueblo y termina el viaje antes de haberlo comenzado.
Le mandé estas líneas sugiriéndole un arrebato de piuranidad (y un homenaje más, de los muchos merecidos, a Cronwell Jara). Pero me temo que Ernesto, aún después de estos argumentos, sigue empeñado en su viaje.
Así que publicamos ahora en IDL-Reporteros su carta, a medio camino entre la protesta y la resignación. Tengo la seguridad de que a Ernesto le irá extraordinariamente bien en lo que decida emprender. Y pienso a la vez que él sabrá que aunque la vida en IDL es antes intensa que bucólica, quienes trabajamos en esta institución acogeremos el retorno del querido amigo y colega de tantos años con el mismo afecto con el que sus paisanos recibieron al piurano que apenas viajó hasta la salida. (Gustavo Gorriti).

Quiero contarles una decisión muy importante para mí, que me ha costado mucho, pero de la que estoy seguro. Después de 33 años he renunciado al Instituto de Defensa Legal (IDL), tanto a ser unos de sus profesionales como a la asociación.
La he ido madurando desde hace un buen tiempo y coordinando con el Comité Directivo.
La razón es que necesito más libertad personal, para disponer de mí tiempo, para poder ser más selectivo en lo que haga y no haga laboralmente y para dedicarme un poco más a mis otras vocaciones.
Ribeyro decía que uno debería tener varias vidas para satisfacer todos sus gustos, pero que generalmente solo tenía tiempo para una vida o máximo dos. Intentaré la segunda o por lo menos una media más.
Que quede claro que nada tiene que ver con jubilación. Me siento con mucha vitalidad y experiencia, ilusionado de asumir nuevos proyectos.
¡Le debo tanto al IDL! Me ha permitido pasarme la vida haciendo actividades que me han encantado y que creo son valiosas para la gente y el país. Me ha dado la oportunidad de desarrollarme profesionalmente en diversas especialidades, de reinventarme permanentemente, de conocer a personas valiosísimas y de viajar por todas partes, dentro y fuera del país.
También aprecio inmensamente haber estado vinculado a una institución que para muchos está asociada a honestidad, libertad de pensamiento, defensa de derechos y libertades, sensibilidad social.
Hay una razón por la que a veces cuando entro al IDL beso el suelo, como lo hacía Juan Pablo II cada vez que llegaba a un país: me ha permitido decir siempre lo que pienso, nunca haber tenido que acatar sin dudas ni murmuraciones, ni sobar a nadie y mucho menos a agachar la cabeza o al chi cheñor. Dignidad ante todo, es un principio esencial de lo que llamamos – pedantemente – la cultura IDL. Como lo es asimismo, y muy importante, el sentido del humor sin zonas sacras y riéndonos también de nosotros y nosotras.
Y qué agradable es el buen ambiente trabajo. Es que es no es lo mismo compartir intereses que convicciones.
Como siempre he dicho, si el trabajo en el IDL fuera mejor pagado y con algunos períodos de cierta tranquilidad, sería el trabajo perfecto. Es difícil y exigente, criticado por algunos, pero apasionante y pleno de sentido.
Las instituciones son su gente. Casi todas las personas que han pasado por el IDL han sido de primera. Y hoy cuenta con un equipo profesional y administrativo excelente, tanto en lo personal como en lo profesional, dispuesto jugársela por los ideales de siempre.
¿Errores? Muchos, personales e institucionales. Pero siempre los hemos reconocido y pedido las disculpas del caso. Ojalá que así se haya percibido. Igual frente a las limitaciones y debilidades que sabemos bien tiene una institución como la nuestra.
Pienso en el país y en el contexto internacional cuando varios fundamos el IDL y creo que se ha avanzado muchísimo en todo, más de lo que imaginábamos. Pero evidentemente lo pendiente es oceánico.
Hemos pasado por tantas etapas: violencia política, terrorismo, violación de derechos humanos, golpe del 5 de abril, dictadura de Fujimori y Montesinos, captura de Guzmán, rereelección, transición democrática (el gran Paniagua), expectativas y decepción frente Toledo.
Luego el mal menor- García (comiéndonos los sapos de la corrupción, Rodrigo Franco y mucho más), y por si fuera poco, luego el mal menor- Humala (comiéndonos el sapazo de Madre Mía y sus desvaríos ideológicos), todo para que no regrese el fujimorismo. Y hoy ante un gobierno que ganó gracias a una serie de circunstancias inesperadas y que genera tanto expectativas como temores.
Muchas gracias y un fuerte abrazo.
Ernesto de la Jara Basombrío.