“Si tantas personas han venido en una noche fría como esta a escuchar y discutir sobre el periodismo de investigación, me preocupo mucho menos sobre el futuro” dice Catia Seabra en impecable portuñol al público que abarrota el auditorio de la Alianza Francesa, en la noche del martes 28.
La verdad es que la noche no está tan fría, aunque entiendo que le pueda parecer polar a una ciudadana de Brasilia. En el auditorio, un grupo de periodistas discutimos los desafíos que enfrenta el periodismo de investigación. El tema es vital para todos y está claro que cada cual lo vive intensamente. Pero, acostumbrados como estamos, a discutirlo entre nosotros, en las redes y en encuentros, el desbordante interés del público, sus preguntas precisas pero variadas, algunas de las cuales logran inesperadas acupunturas en pensamientos y emociones, nos sorprende y nos alegra.
El coloquio ha sido organizado por el diario La República, la embajada de Francia y el Instituto de Defensa Legal (IDL). Han venido cuatro notables periodistas: Graciela Mochkofsky, de Argentina, fundadora de la publicación digital ‘El Puercoespín’; el ecuatoriano Juan Carlos Calderón, director de la revista Vanguardia; el francés Karl Laske, del periódico digital Mediapart, de París; y Catia Seabra, reportera especial del diario Folha de Sao Paulo en Brasilia. Por el lado peruano participan Edmundo Cruz y Ángel Páez, de La República; y yo, por IDL-Reporteros.
En la mañana hemos participado en un coloquio cerrado de periodistas, sobre los mismos temas que volveremos a discutir por la tarde en el debate abierto al público. Cuando uno discute entre colegas, da la impresión de que hay ciertos temas que solo apasionan al gremio y no a quienes nos leen, ven, escuchan. Por eso, cuando por la tarde tuvieron que restringir el acceso a la Alianza Francesa porque el público había desbordado la capacidad del auditorio, y luego, cuando la gente intervino, quedó claro que esos temas: el efecto de la crisis de los medios tradicionales sobre el periodismo de investigación, las alternativas que representan los nuevos medios, la lucha de los periodistas frente a las diversas formas de censura y autocensura, el alcance y la eficacia del periodismo de investigación actual frente a las mucho más sofisticadas formas actuales de corrupción, interesan tanto o más al público que a los propios periodistas.
Graciela Mochkofsky ha escrito algunos de los libros más inteligentes y claros sobre el periodismo argentino. Su biografía de Jacobo Timmerman, figura central del periodismo contemporáneo en Argentina, se mantiene a través de los años que lleva publicada como una de las mejores, si no la mejor investigación sobre una era intensa, creativa, y sobre todo trágica en el periodismo de esa nación a través de la vida de su principal protagonista.
Uno de sus libros más recientes: “Pecado Original. Clarín, los Kirchner y la lucha por el poder (Planeta, 2011)”, debe ser leído por todo aquel que quiera entender el trasfondo del enfrentamiento entre el actual gobierno argentino con el Grupo Clarín.
En su intervención, Mochkofsky, que se formó y trabajó durante varios años en los medios tradicionales argentinos, relató la continua experiencia de una lucha doble en la producción periodística en esos tiempos: hacer el mejor reportaje posible, de un lado, y tener que pelear dentro de la redacción, con los editores, para que fuera publicado y no recortado o censurado, del otro.
El “terrible bajón de calidad” del periodismo argentino actual, ha llevado a que se pierdan “estándares mínimos de profesionalidad” y a que “la credibilidad de la prensa” esté en cuestión. “Solo ha habido buen periodismo” dijo Mochkofsky, “cuando los medios tradicionales han tenido la competencia de medios pequeños”.
“El Puercoespín”, el medio digital fundado por ella y su esposo, el periodista Gabriel Pasquini, ha planteado esa competencia con invariable calidad. Como sucede con los otros medios digitales que destacan en América Latina, su calidad y proyección, que excede largamente su tamaño, coexiste con una crucial vulnerabilidad, que no ha sido superada: la sostenibilidad, el cómo mantenerse, siendo gratuitos y poco amados por las agencias de publicidad.
Ese no es un problema para Mediapart, el diario digital francés, con un fuerte énfasis en el periodismo de investigación. Según explicó Karl Laske, Mediapart se sostiene sin publicidad, gracias al aporte de sus suscriptores. Luego de cinco años de publicación, Mediapart ha logrado tener 75 mil suscriptores, cada uno de los cuales paga nueve euros por mes.
Con ello, Mediapart ha logrado mantener una redacción de 30 periodistas que sacan tres ediciones diarias del periódico digital, entre las cuales algunas de las más resonantes investigaciones periodísticas en Francia, que llevaron las consecuencias de la verdad a la política francesa.
Juan Carlos Calderón dirige la revista Vanguardia en Ecuador y lleva a cabo investigaciones periodísticas en el país gobernado por Rafael Correa. Quizá su libro de investigación más conocido sea “El gran Hermano” (en coautoría con Christian Zurita), publicado en 2010, sobre los lucrativos contratos que hizo el hermano de Rafael Correa con el Estado ecuatoriano. Calderón se llama a sí mismo un “animal de redacción”, en tanto trabaja, vive, produce, aprende y enseña en ella. Le encanta la zoología paradojal. Así, cuando Correa los llamó “buitres”, Calderón asumió jubilosamente el calificativo y lo desarrolló en toda su extensión metafórica: el buitre como factor de eliminación de carroña y agente de limpieza pública. Correa no volvió a insistir en el calificativo.
Catia Seabra tiene la fortuna de no vivir la crisis de los medios tradicionales en su trabajo. Brasil es ahora uno de los países con más extendido y avanzado periodismo de investigación –como han podido constatar dolorosamente, muchos personajes corruptos de las elites dirigentes–. Ahí, a diferencia de muchos otros países latinoamericanos, la mayor parte de medios tradicionales, tienen unidades de investigación activas y capaces. Folha de Sao Paulo es una de las que más destaca en ello.
Seabra realizó, en equipo con otros periodistas, la investigación que llevó a la dimisión del primer ministro Antonio Palocci, por corrupción. Ese fue el comienzo de una sucesión de revelaciones y renuncias que forzaron a la presidenta Rousseff a desprenderse, uno tras otro, de varios ministros por casos de corrupción. En el de Palocci, Folha demostró que en apenas cuatro años, el patrimonio de Palocci se multiplicó por un factor de veinte. Sin duda alguna, en su caso la plata vino sola.
Entre las preguntas que se hicieron al final de las exposiciones, hubo dos que tuvieron un carácter, digamos, existencial. ¿No se desalientan ustedes al ver que los corruptos vuelven a la vida pública y al poder como si no hubiera pasado nada? dijo una persona; y otra remató con, ¿qué satisfacción tiene esta vida para ustedes, en la que los amenaza el desempleo y la pobreza, en la que viven en peligro, rodeados de frustraciones, censuras y con resultados finalmente escasos?
No son tan escasos los resultados, me tocó responder. Comparemos el Perú de 1999 o del dos mil con el de hoy y veremos que, pese a los escándalos, impunidades, la pampa política de hoy, se logró triunfos estratégicos, aunque precarios, contra los mayores corruptos y eso hizo posible la democracia que, luego de trece años de vivir peligrosamente, se mantiene. Y poder vivir dedicado al periodismo y sus valores no es una frustración sino un inmenso privilegio♦