Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2373 de la revista ‘Caretas’.
Lo que empezó tiempo atrás como una campaña contra “la reelección conyugal” (y por la impunidad personal), ha terminado siendo –sobre todo desde las primeras semanas de 2015– una campaña por la ejecución conyugal, donde no faltan ni las estridencias ni las exageraciones ni las histerias que componen la partitura de los linchamientos; pero donde, sorprendentemente, hasta las víctimas designadas parecieran colaborar en el desarrollo del esperpéntico argumento.
Caveat Emptor. Comenzaré indicando que este no es un artículo en defensa de Nadine Heredia o de Ollanta Humala. Ambos deben aclarar –como es deber de todo político y personaje público– las preguntas patrimoniales que les han sido planteadas, a las que hasta ahora no han dado una respuesta satisfactoria.
Añado que si existe una respuesta legítima, no debiera ser difícil formularla. Hay respuestas tipo Word y hay respuestas tipo Excel; y este es un típico caso de Excel, en el que casi no hay necesidad de pensar, solo de organizar. Sumas y restas en fechas y lugares: la aritmética de dólares y soles en el tiempo bien distribuidos en la hoja de cálculo, apretar enter y se acabó el problema… si es que no hay problema.
Si lo hubiera, será necesario investigar hasta aclarar plenamente el asunto y sus consecuencias.
«Hay respuestas tipo Word y hay respuestas tipo Excel; y este es un típico caso de Excel, en el que casi no hay necesidad de pensar, solo de organizar la información».
Entonces, lo primero que sugiero al presidente Humala y a su esposa, presidenta del partido Nacionalista, es no imitar al ex presidente Alan García. Este, al ser investigado por varios casos de corrupción, se refugió en todos los aspectos formales de procedimiento y de garantías que le fue posible encontrar, para evitar responder el fondo de las cuestiones. Tuvo un cierto éxito, pero el que haya sido así –y que se explique por su peso específico en el poder judicial y, sobre todo, por la torpeza en el desarrollo de las investigaciones– no hace a ese método moralmente defendible e incluso políticamente viable. Sea quien fuere el que lo practique, no es digno de un presidente de la República.
Entonces, abran el Excel e insten, de paso, a los ex presidentes a hacer lo mismo y a explicar, todos, sus patrimonios y dineros.
¿Queda claro? Veamos ahora la geografía del Linchaysuyo donde se prepara la ejecución conyugal.
Lo primero que llama la atención es la obvia insinceridad y la patente estridencia en buena parte de las investigaciones publicadas. Hay algunas, debo repetirlo, que están basadas en hechos (como las que ha sacado Hildebrandt en sus Trece) y que, como tales, son no solo legítimas sino necesarias.
Pero, desde el canal de Schutz hasta una periodista que habla, escribe y piensa como si viviera en un perpetuo té de tías, la animosidad, distorsión y mala fé son más que evidentes. Y se van enardeciendo conforme el Presidente y su esposa callan, balbucean o actúan con los deslumbrados reflejos de un herbívoro en autopista.
¿Savonarolas que demandan irreductibles durezas contra la corrupción? ¡Por favor! Si algo hay de evidente en esta campaña es que darle y darle ad nauseam a las soluciones capilares y a la palma aceitera han servido para borrar del radar toda referencia (y toda investigación) a las cutras de los regímenes de García y de Toledo, y, muy por encima de ellas, las de la cleptocracia fujimorista.
Ahí está el fondo del asunto. Buena parte de quienes azuzan los ataques sachainvestigativos contra Ollanta Humala y Nadine Heredia son gente que apoyó activamente al fujimorismo en las pasadas elecciones. Donde, pese a la inmensa inversión y esfuerzo que pusieron, terminaron perdiendo. Su derrota fue, por supuesto, la victoria y la sobrevivencia de la democracia.
Ollanta Humala, quien fue el 2006 un peligro felizmente conjurado contra la democracia (fue entonces el candidato del chavismo), había cambiado lo suficiente el 2011 como para que su juramento de lealtad a la democracia, tuviera fuerza, basamento y credibilidad. Humala ha sido un presidente demócrata, como lo fueron Toledo y García. Pero, si se hace una comparación detallada de criterios de gobernabilidad democrática, Humala superará sin problemas a García. ¿Se animan a comparar?
Además, pese a su inexperiencia y a la mala organización ejecutiva de la presidencia de la República, Humala ha tenido algunos éxitos que eludieron a sus predecesores. La victoria contra Sendero Luminoso en el Huallaga y los duros (aunque no definitivos) golpes asestados al SL-VRAE, fueron logros de importancia estratégica, que mejoraron claramente la seguridad interna del país.
Es verdad que la seguridad ciudadana no ha progresado y que en varios aspectos se ha deteriorado. Pero aún así está mejor que en la época de García, donde fue un verdadero desastre (excepto el trabajo de unas pocas unidades especializadas). Incluso el modesto crecimiento (2,3%) de la economía el año pasado, que los manejadores de opinión pública pintan como el apocalipsis, es claramente superior al 0,9% que tuvo García en 2009, sin que le suscitara entonces ni siquiera un susurro de alarma a aquellos.
Cuando uno ve campañas de demolición y encubrimiento mal disfrazadas de investigaciones, queda preguntarse cuál es el objetivo. ¿Acaso Humala –como escribí en mi último artículo del 2014– no dio todo lo que pedía el empresariado naranja desde fines de 2011?
Creo que los oligarcas nunca dejaron de desconfiar de Humala y de Nadine Heredia. Teniendo el control casi total de medios, su estrategia fue mantener al presidente “permanentemente ansioso, caminando sobre la punta de los pies, para que las decisiones centrales en la economía llevaran a las previsibles salidas supuestamente ‘pragmáticas’”. Y también a la inevitable erosión del capital político de Humala.
¿Cómo afecta eso la estabilidad democrática del país? Los claros ganadores del desmantelamiento de la gobernabilidad de este régimen son Alan García y el fujimorismo. ¿Es eso bueno o útil para la democracia? Con seguridad que no.
La campaña ha empezado temprano y ciertamente habrá muchas vueltas de tuerca en los meses siguientes. Por lo pronto, en lo que concierne a investigaciones sobre corrupción , hay que hacer que continúen y lleguen al más revelador resultado posible, velando por su honestidad intelectual e impidiendo que se conviertan en arma de encubrimiento de bribones.