Fuentes bien informadas sostienen que hay planes alternativos que darían un desenlace inesperado al proceso de linchamiento congresal de la Junta Nacional de Justicia (JNJ).
La fuerte oposición nacional e internacional frente a lo que es percibido como un flagrante abuso, cuyo objetivo es el encubrimiento y la impunidad, aumenta con un argumento que se robustece con el paso de los días, tanto en el Perú como, sobre todo, en el extranjero: pasar a la JNJ por la guillotina decapitaría lo último que queda de equilibrio de poderes en el Perú, y con ello rodaría también la cabeza de la democracia.
Ante eso, las primeras grietas en la coalición mafiosa del Congreso se hicieron poco después visibles. Las dudas de la presidenta de la Comisión de Justicia, Janet Rivas, los temerosos cambios de agenda, las pérdidas de tiempo dentro de un plazo que se supone sumarísimo, fueron elocuentes. Pero sobre todo las declaraciones de APP en el sentido de que no votarían por mandarle la moto a la JNJ, indicaron que, tal como estaban las cosas, no contaban con los votos para hacerlo.
Entonces surgió el esbozo de un plan alternativo en la ultraderecha.
No liquidar a todos los miembros de la JNJ. Ni siquiera a la mayoría. Solo a tres.
¿Quiénes? Inés Tello, Imelda Tumialán y Aldo Vásquez.
Al dejar en sus puestos a los demás, la coalición mafiosa podrá alegar que ejerció su prerrogativa de control sin destruir la institución. ¿Quién tiene un problema con Guillermo Thornberry? ¿Quién con José Ávila? ¿O con los otros?
Al dejar en sus puestos a los percibidos como inocuos y destituir a quienes tienen bajo su cargo las investigaciones que ponen en peligro a la estructura de poder mafioso, la ultraderecha del Congreso y sus aliados (Perú Libre, sobre todo) eliminarían un peligro y mantendrían la cosmética.
En ese cuadro, según las fuentes, APP recularía de su decisión de no votar a favor del linchamiento de la JNJ y sí lo haría por separar a los tres funcionarios que representan peligro. César Acuña ha demostrado una y otra vez, que todo lo que necesita para romper su palabra es una excusa.
Si la presión aumenta, si la oposición se fortalece, si la calle se puebla con protestas y las voces de afuera ganan en claridad aunque pierdan en diplomacia, ese será, probablemente el plan alternativo de la ultraderecha. Botar a tres (y cancelar sus cruciales investigaciones) y mantener a los otros bajo el manto falso de la “institucionalidad”, si logran la garantía de su complacencia.
Aunque se lo revele, como ahora, este sigue siendo un escenario probable, que podría resultar exitoso a menos que las fuerzas democráticas se preparen desde ya a enfrentarlo con decisión y denuedo.