Reproducción de la columna ‘Las palabras’ publicada en la edición 2374 de la revista ‘Caretas’.
¿Qué les parece ensayar un vistazo superficial del escenario de la inminente campaña presidencial para las elecciones del 2016? Las visiones superficiales tienen algunas ventajas (y, por supuesto, varias limitaciones) sobre los análisis más profundos. Los golpes de vista abarcan más y registran la realidad en varios planos a la vez. Razonamiento e intuición logran una cierta ósmosis que en ocasiones hace posible un entendimiento nuevo, una revelación inesperada, de repente certera.
Para empezar, la reciente campaña regional y municipal no servirá de patrón o guía para la presidencial. Sobre todo en Lima, donde la campaña municipal tuvo un aura de inevitabilidad predicada en su grisura, resignación y mediocridad. Se sabía de antemano casi todo lo que iba a pasar, pero era una clarividencia con arterioesclerosis. No hubo emociones frescas ni palabras verdaderas, ni siquiera las efímeras esperanzas de votante, de esas que en breves días se marchitan.
El mal menor, protagonista central en los desenlaces electorales de los últimos 14 años, puede haber perdido su papel luego de noviembre pasado. Hay mucho que agradecerle al viejo mal menor, tan preocupado y desprovisto de audacia y de pasión. Cuando vemos que ese bostezo glorificado nos permitió evitar el mal mayor y lograr la estabilidad que permitió el crecimiento, ensanchó la ciudadanía y convirtió a multitudes en clases medias, ¿cómo no mirar su inequívoca vejez con cariño y agradecer los años de paz democrática que nos robustecieron a un precio comparativamente bajo?
Pero no creo que el mal menor defina las siguientes elecciones. Para lograrlo, debería poder competir contra el mal mayor. Intuyo que no va a ser así pese a que hoy por hoy las encuestas lo den casi por hecho. Los escenarios de mal menor/mal mayor serían los de segunda vuelta entre Fujimori y García; o entre Fujimori y PPK; o entre PPK y García.
Lo que rompería ese cuadro, lo han dicho 80 mil veces los comentaristas, es la emergencia del outsider, el inesperado. ¿Dónde está? ¿Será un talento genuino que irrumpe en nuestros arenales políticos con motor fuerte y tracción genuina? ¿O será la típica chapita premiada como la que eligieron los ancashinos en noviembre? Pero además, ¿hay espacio para un outsider?
No debería haberlo, si los años de estabilidad que logramos y vivimos desde el 2001 hubieran producido un establishment respetable. Pero eso no ha ocurrido. Cada alineamiento posible en la troika del mal menor/mayor, sin embargo, representa para miles y miles una calle cerrada a la que no quieren llegar. Hay recursos ahora para evitarlo. Uno conduce con Waze, que ha ensanchado el horizonte de navegación urbana, y permite ver, con las redes en acción, lo que pasa en calles lejanas y calcular las mejores rutas en tiempo real. Creo que surgirá uno o más equivalentes de Waze en el nudo de caminos políticos.
Otro requisito para que el escenario del mal mayor/menor sea posible es el de una cierta amnesia voluntaria. Hay quienes hablan del derecho de no saber en los matrimonios y del derecho de no recordar en los pueblos. Eso, por lo menos lo último, no será posible el 2015 y el 2016.
El entorno internacional latinoamericano mantendrá la memoria viva, la fiscalización intensa y la exigente rendición de cuentas. Habrá investigaciones muy importantes en Argentina y Brasil, revelaciones impactantes en México y desenlaces en Venezuela que afectarán a todos, incluyendo la campaña presidencial.
Del remecido Palacio de Gobierno no emergerá la ‘reelección conyugal’ que blandió Alan García sino la campaña temprana de Urresti, disparando tuits en fuego automático y lanzándose al ataque con el recuerdo machacón y sarcástico de los notorios pasados y los no bien conocidos presentes de la troika.
«Lo que deja abierta la pregunta: ¿dónde está el outsider? ¿Existe? Existe. Y no se llama Gastón».
No sé si Urresti sobrevivirá políticamente o no su campaña de hostigamiento a Keiko Fujimori y Alan García. Es probable que el ‘capitán Arturo’ le impida longevidades y mayores proyecciones. Pero antes de eso, las descargas de tuits habrán disminuido las posibilidades de García y de Fujimori de armar un discurso nuevo de campaña, desvinculado de su trayectoria.
En ese contexto, si no se descalabra solo antes, el humalismo se beneficiará de la campaña de Urresti y quizá logre una representación congresal claramente mejor que la que tendría ahora.
Lo que deja abierta la pregunta: ¿dónde está el outsider? ¿Existe?
Existe. Y no se llama Gastón.
Conozco a la persona. Me he comprometido a no revelar ni su nombre ni los detalles de su campaña y claro está que no lo haré. Otros lo harán, en cuestión de días.
¿Se trata de una chapita premiada o de un tumi de oro? Ciertamente que no. El o la outsider es una persona de sólida formación tecnocrática, con una robusta ética de trabajo, una buena capacidad de administración y una visión convincente de cómo llevar la economía a servir mejor a la gente.
¿Es esa la fórmula para vencer? Me temo que no. Quizá para comenzar bien, pero nada más. ¿Cómo hacer para convertirse de boy scout del servicio público en baqueano de calles, plazas y esquinas y comités? ¿Y cómo hacer para convertir conceptos como PBI en palabras visionarias y discursos arrebatadores sin quitarles la verdad? ¿Cómo rodearse de la masa crítica de gente consistentemente buena y capaz? No me refiero a los 500 o 600 tecnócratas con los que se forma un gobierno sino al núcleo necesario para conducirlos.
Si no lo logra, quizá el mal mayor/mal menor tengan la posibilidad de disputar otra vez la victoria. O quizá surja otro outsider, todavía no visto, con más calle y pasión y quizá hasta esperanza pero, casi seguro, con menos organización.
Nada está dicho, pasará de todo, pero creo que en esta ocasión, el 2016, tendremos más elecciones, posibilidades y, sobre todo, mejores activistas desde la sociedad civil: ese Waze humano, lúcido y experimentado en movilizaciones, reacciones rápidas y lemas decisivos. Si la causa, la persona, o ambas cosas, les congrega el entusiasmo, ellos determinarán el resultado de la elección.
Genaro Matute
La semana pasada murió Genaro Matute. Fue un notable Contralor General de la República, que hizo mucho por investigar, revelar y castigar la corrupción en el Estado.
Lo traté varias veces durante la investigación a los generales “gasolineros”. Matute actuó siempre con serenidad y bonhomía, compartidas con una determinación y persistencia que lo llevaron a reformar una institución corrompida durante el fujimorato, mientras identificaba y ponía a trabajar a sus mejores funcionarios. Detrás del hombre bonachón y tranquilo había una fuerza y decisión en el liderazgo, que inspiró a los contralores a culminar exitosamente sus investigaciones.
Con su salida decayó la Contraloría, una de las pocas cosas que lo enfurecía. Siguió siendo una fuente experta a la que era un placer consultar. El día de su muerte lo llamamos de IDL-Reporteros para consultarle y supimos brusca y dolorosamente que Genaro, el contralor íntegro, la persona afable y valerosa, ya no respondería más.